Capítulo 9
No podía evitarlo. Me vi arrastrada con él, observando cómo Eliseo aceleraba sin control, conduciendo como si estuviera huyendo de algo. Las llantas casi echaban chispas, y no se detuvo ni cuando chocó contra la barrera de entrada de la comisaría.

—¡Eliseo, qué rayos! —gritó el jefe de seguridad, corriendo tras él—. ¿No deberías estar en tu boda?

Pero Eliseo ni siquiera lo escuchó. Su único destino era el laboratorio.

Dentro, Gerardo estaba observando mi cadáver. Su expresión era de incertidumbre, casi de arrepentimiento.

—Diana García… cinco años —murmuró—. Cinco años muerta.

Cinco años en los que nadie me buscó.

Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe. Eliseo entró tambaleándose, como si hubiera olvidado cómo caminar. Gerardo apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Eliseo lo agarrara por el cuello de su bata, desesperado.

—¡El embrión! —gritó, con el pánico en su voz—. ¿Dónde está el embrión?

Gerardo lo observó en silencio durante unos segundos eternos. Finalmente, so
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