Capítulo 10
Al ver mi cadáver en la mesa de autopsias, su cara palideció al instante, aunque trató de forzar una sonrisa.

—Sé que has estado bajo mucha presión últimamente, Eliseo, pero...

—¿Dónde estabas antes de fracturarte el pie? —Eliseo no apartaba la vista de Dominga. Su mirada era incisiva, como si quisiera atravesar cada una de sus mentiras.

—No me mientas.

—Yo… estuve todo el tiempo en el laboratorio —respondió Dominga, pero su voz empezaba a quebrarse. Evitaba su mirada—. Eliseo, ¿por qué de repente preguntas sobre eso?

—¿Quién puede probarlo? —insistió él, sin pestañear.

—Eso...

—¡Eliseo! —Yago irrumpió, furioso—. Sabes que las cámaras del laboratorio estaban rotas en ese entonces!

Antes de que Eliseo pudiera contestar, José se acercó, apuntándole con el dedo en la cara, lleno de ira.

—¡Deja de desviar la conversación, Eliseo! —gritó—. ¡Tú fuiste el que suplicó casarse con Dominga, que ella te diera un hijo! Y hoy vienes aquí a destruir tu propia boda. ¡Tienes que dar una explicación cl
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