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Además de tomar medicamentos, las personas con problemas de tiroides a menudo deben hacer cambios en su estilo de vida, como llevar una alimentación saludable, hacer ejercicio regularmente, beber suficiente agua y dormir lo necesario. Estos cambios pueden ayudar a sanar la tiroides y contribuir a mantener un peso normal.

Olivia se miró con gracia frente al espejo mientras pensaba en su progreso. Aunque el lugar estaba abarrotado de gente y apenas se podía caminar, la zona de los cócteles era diferente.

Olivia se quedó cerca de su prima, pero en un instante la perdió de vista.

—¿Emma? —preguntó, girando sobre sus talones y estirando el cuello para buscarla.

—¡Genial, me quedé sola! —protestó, pero nadie pareció prestarle atención.

Decidió acercarse a la barra de tragos y emborracharse para olvidarse de todo.

Se encaminó con determinación, moviendo sus curvas hasta llegar.

—¿Quieres tomar algo conmigo? —preguntó una voz sensual a su lado.

Al prestar atención, vio al hombre misterioso con los labios entreabiertos y una barba incipiente.

—Claro que sí.

—Dos vodkas con jugo, por favor —pidió el hombre y se sentó a su lado.

—En realidad, he perdido a mi prima.

—Suena como si fuera un perro y lo hubieras extraviado.

—Pues sí... algo así —murmuró y se rió.

—¿Vienes aquí a menudo? —quiso saber él.

—No, la verdad es que... Es la primera vez que vengo a un lugar así. No soy rica, no te hagas ilusiones.

—Yo... pensaría completamente lo contrario.

Olivia levantó una ceja y preguntó:

—¿Por qué? ¿Acaso tengo un porte elegante?

—Sí, eres muy refinada y delicada.

—Gracias, me halagas —comentó mientras estiraba la mano y levantaba el pulgar.

—Retiro lo dicho —comentó él, y ambos se rieron.

—Lo lamento, no puedo evitar mostrar mis gestos "pueblerinos" —murmuró.

—Ya veo, pero eres muy...

—¿Muy qué? ¿Encantadora? ¿Hermosa? —preguntó Olivia.

Él se rió.

—Sí, y también inteligente, al parecer.

Cuando les sirvieron sus tragos, brindaron y bebieron.

—¡Esto es delicioso! —comentó Olivia sorprendida.

—Lo es, aunque no es algo muy refinado.

—¡Qué importa! A veces, las cosas más sencillas son las más...

—Increíbles...

—Increíbles —coincidió ella.

—¿Quieres que bailemos? —preguntó el hombre.

—Sí... Me encantaría.

Olivia se puso de pie con cierta dificultad, ya que apenas había comido durante toda la tarde. Además, el trago que había probado le estaba haciendo efecto.

—Tranquila, no te vayas a caer —comentó el hombre, y ella se rió.

—¿Cómo te llamas? —preguntó una vez que logró mantenerse quieta.

—Soy Emilio, ¿y tú...?

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