—Son todas unas deficientes, no saben hacer nada —dijo al asistente.El mismo de recursos humanos parpadeó.—Es por su bien y...—Conseguirás una secretaria —comentó Juan ingresando al despacho sin pedir permiso.—No tengo ánimos de eso —comentó.—Da igual si tienes o no ánimos, tienes que conseguirla ¿acaso quieres morir de otra Acv? Soy tu amigo, y más que amigo te conozco desde que éramos niños.—No empieces con el mismo discurso, Juan está bien, buscaré una secretaria.Juan, lo miró con el ceño fruncido, se había preocupado demasiado por su amigo, y él era bastante testarudo.Al salir por las puertas, pronto vió la larga fil
—Lo sé, llevaré camisas livianas y...—Y pantalones livianos.—Si. Aunque ni siquiera importa mis pantalones —dijo con desgano deslizando la silla de ruedas.—No sea así. Usted, todo en su presencia... es importante.—Eso lo dices tú que me ve cada día. Pero sé que las personas, lo único que ven son mi rostro tan sensual, y...—Ahí viene usted de creído.—Pero es cierto, algunos ni siquiera miran la silla de ruedas. No sé si lo hacen por cobardía o porque piensan que me puede lastimar de alguna manera.—Puede ser ambas cosas —comentó Olivia y después añadió: —Sé cómo ven mi cuerpo, peso 95 kg. Se que observan de reojo mi cuerpo.—
—¿Ya armó mi maleta señorita..?—Claro que sí, también tiene ropa cómoda para andar en el campo.—¿Y eso por qué?—Por si tiene que montar o ir de cacería —dijo ella y él asintió.—Qué mujer más inteligente —dijo, se acercó a ella.Olivia, se sonrojó, sin embargo miró hacia el suelo, intentando ignorar las protestas de su corazón.—¿Necesita algo más señor? —preguntó.—No. Ya con la ayuda de usted tengo todo para irme.Ella asintió y pronto desapareció por el pasillo hasta llegar a su habitación. Al día siguiente, se encontraba en un cómodo sillón de col
—¿Estás bien? —preguntó confundido Leonardo una vez que llegó a su oficina.—Si, solo que me enojé con la silla.—Déjame ver ese pie —comentó acercándose a ella quien aún estaba en el suelo.—Está bien —comento mientras se sentaba la silla giratorio.Él quitó el zapato de color negro y observó aquel pie.Tenía un poco sonrojado la punta del dedo gordo, sin embargo no vio nada más.—Estás bien —comento devolviendo aquella parte del cuerpo.—Gracias —dijo ella avergonzada, nunca en toda su vida había sentido tanto calor.Al sentir las manos de su jefe en sus piernas.—Si quieres un masaje.. puedes.
Dió un paso hacia atrás, se había enamorado de la misma persona dos veces.No podía creerlo, Leonardo fuera la misma persona que la había secuestrado tiempo atrás.Nunca lo hubiera esperado de él, y mucho menos de alguien que le pedía a su secretaria que le ordene la ropa.—No... puedo... creerlo, ¿esto es de verdad? ¿Cómo no me di cuenta que él era la misma persona? —demandó en voz alta.—¿Quién es la misma persona? —preguntó una voz a su lado, era Leonardo.—N-nada, no encontré tus gemelos lo lamento.—No te preocupes, ¿estás bien?—Lo estoy señor —dijo y desapareció de su vista.Olivia ingresó a su habitación, sintiendo como su corazón latía con fuerza. No podía creerlo, se abrazó
—Sí —murmuró y él puso los ojos en blanco sosteniendo el vaso.—Bailemos —sugirió él.—¿En serio? —y él asintió.La tomó de la cintura siempre había visto, y le acercó a su regazo. Por primera vez, tenía a Olivia tan cerca.Vio algo familiar en su rostro cubierto por una antifaz."¿Emma?"Movió la cabeza de un lado al otro, pensando que estaba imaginando cosas que no eran.—¿Está bien?—Sí, solo qué te pareces un poco... a ella.—¿De verdad?—Tienes algo familiar, olvida lo que te dije.—Bueno —murmuró ella un poco nerviosa.No esperaba que él la viera de una manera familiar, sin embargo sabía que para él sería imposible que ella fuera la mi
—Olvídelo. —Lo lamento, no quise gritarle. —No importa, está bien, en realidad es esta noche. —¿Qué? no tendré tiempo de hacer todo eso que usted me dice ¿De dónde quiere que saque unos antifas? —Ya los compré. —Olivia, tú siempre estás anticipada para todo. —Yo... lo afeitaré. —¿Sabes afeitar a un hombre? —preguntó curioso. —Sí, antesafeitaba mucho a mi padre..lo hacía con una navaja. —¿Cómo sé que no me cortaras el cuello? —comentó mientras avanzaba con la silla de ruedas hacia el baño de Olivia. —No lo sabe —murmuró con gracia y él tragó saliva. —¡Tiene que quedarse quieto! —lo regañó. —Estoy muy quieto, al menos quédate tranquila. —¿Por qué? —De la cadera para abajo estoy muy quieto —bromeó. —Es exagerado. Ya le dije que pronto va a poder caminar, con todos esos tratamientos que les hacen. —Puede ser que comience a sentir los dedos de los pies. Pero eso
—No puedo creer que yo tenga tres meses.—¿Te sienta muy bien ser mamá?—Lo sé, te acuerdas cuando salíamos de bailes y ahora copa solo puedo ver la hora que mi bebé se duerma —comentó burlona.—En serio te ves muy feliz.—Ya luego lo estoy Olivia. Pasa, soy una descuidada. Lo siento.—Necesito...—Entiendo, pasa en serio tengo una habitación extra.Olivia con ayuda de su prima, ingresó a la casa.—Cuéntame qué pasó con tu jefe.—Te acuerdas, Aquella fiesta del antifaz.—Claro que sí, porque me preguntas.—Es que.. conocí a un chico, y al otro día me secuestró y...—Sí, yo dije que era todo muy romántico, pero no ¡No lo es!—Bueno, resulta que descubrí hace poco, que Leonardo