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—¿Estás bien? —preguntó confundido Leonardo una vez que llegó a su oficina.

—Si, solo que me enojé con la silla.

—Déjame ver ese pie —comentó acercándose a ella quien aún estaba en el suelo.

—Está bien —comento mientras se sentaba la silla giratorio.

Él quitó el zapato de color negro y observó aquel pie.

 Tenía un poco sonrojado la punta del dedo gordo, sin embargo no vio nada más.

—Estás bien —comento devolviendo aquella parte del cuerpo.

—Gracias —dijo ella avergonzada, nunca en toda su vida había sentido tanto calor.

Al sentir las manos de su jefe en sus piernas.

—Si quieres un masaje.. puedes.

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