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—Olvídelo.

—Lo lamento, no quise gritarle.

—No importa, está bien, en realidad es esta noche.

—¿Qué? no tendré tiempo de hacer todo eso que usted me dice ¿De dónde quiere que saque unos antifas?

—Ya los compré.

—Olivia, tú siempre estás anticipada para todo.

—Yo... lo afeitaré.

—¿Sabes afeitar a un hombre? —preguntó curioso.

—Sí, antesafeitaba mucho a mi padre..lo hacía con una navaja.

—¿Cómo sé que no me cortaras el cuello? —comentó mientras avanzaba con la silla de ruedas hacia el baño de Olivia.

—No lo sabe —murmuró con gracia y él tragó saliva.

—¡Tiene que quedarse quieto! —lo regañó.

—Estoy muy quieto, al menos quédate tranquila.

—¿Por qué?

—De la cadera para abajo estoy muy quieto —bromeó.

—Es exagerado. Ya le dije que pronto va a poder caminar, con todos esos tratamientos que les hacen.

—Puede ser que comience a sentir los dedos de los pies. Pero eso

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