Matrimonio por contratoCapitulo 1Lloró amargamente coma hasta que se quedó dormida. Unos ruidos la despertaron, alguien abrió la puerta, había dejado una pequeña mesa con alimentos. —¡Genial, parezco un perro encerrado! —protestó.Pero tenía hambre, sus tripas resonaron y pronto se dio cuenta que no tenía sus pastillas junto a ella. Se mordió los labios, sabiendo que si no las ingería durante varios días engordaría sin poder evitarlo.Le había costado demasiado trabajo mantenerse así, no solo con ejercicio sino también con las pastillas. Suspiro, empezó a comer porque tenía hambre y ansiedad. No sabía ni siquiera dónde estaba.Lo peor de todo como es que esperaba estar en el mismo país. Tenía que buscar la manera de huir de ese lugar, pero cuando intentó abrir la puerta de nuevo estaba bajo llave. En serio estaba secuestrada, primero había pensado que era una broma, pero no. Quiso llorar, pero no. Tomó la mejor ropa que había visto y se dio un buen baño. Salió envuelta en una t
—Yo no soporto estar aquí —protestó Leonardo, mientras miraba las agujas del reloj.Su amigo, Juan lo miraba con algo de empatía. Aunque en parte, ya no soportaba los gruñidos de su amigo.—Es solo un tiempo —mencionó Juan.—¡Dije que estaba bien, no necesito estar en esta clínica! —protestó Leonardo—¡Bueno..! Ya se acabó el horario de visita —señaló el reloj, y Leonardo puso los ojos en blanco.—Da igual, vete. Su amigo desapareció con una sonrisa. Leonardo nuevamente se quedó solo. Lo habían tenido que internar de urgencia, y para Leonardo eso conllevaba una sola cosa: estár aburrido en una habitación sin nada más que hacer.Por fortuna estaba solo, miro hacia arriba encontrándose con un techo frío de color blanco. Al menos en su lado derecho, una ventana le daba algo de luz. El pequeño baño, lo fastidiaba. Él, era alto, altísimo.Era importante en una empresa, y debido al estrés, había tenido una acv, había sido leve, sin embargo tenía que tener cuidado.Una parte de su cuerpo se
—Son todas unas deficientes, no saben hacer nada —dijo al asistente.El mismo de recursos humanos parpadeó.—Es por su bien y...—Conseguirás una secretaria —comentó Juan ingresando al despacho sin pedir permiso.—No tengo ánimos de eso —comentó.—Da igual si tienes o no ánimos, tienes que conseguirla ¿acaso quieres morir de otra Acv? Soy tu amigo, y más que amigo te conozco desde que éramos niños.—No empieces con el mismo discurso, Juan está bien, buscaré una secretaria.Juan, lo miró con el ceño fruncido, se había preocupado demasiado por su amigo, y él era bastante testarudo.Al salir por las puertas, pronto vió la larga fil
—Lo sé, llevaré camisas livianas y...—Y pantalones livianos.—Si. Aunque ni siquiera importa mis pantalones —dijo con desgano deslizando la silla de ruedas.—No sea así. Usted, todo en su presencia... es importante.—Eso lo dices tú que me ve cada día. Pero sé que las personas, lo único que ven son mi rostro tan sensual, y...—Ahí viene usted de creído.—Pero es cierto, algunos ni siquiera miran la silla de ruedas. No sé si lo hacen por cobardía o porque piensan que me puede lastimar de alguna manera.—Puede ser ambas cosas —comentó Olivia y después añadió: —Sé cómo ven mi cuerpo, peso 95 kg. Se que observan de reojo mi cuerpo.—
—¿Ya armó mi maleta señorita..?—Claro que sí, también tiene ropa cómoda para andar en el campo.—¿Y eso por qué?—Por si tiene que montar o ir de cacería —dijo ella y él asintió.—Qué mujer más inteligente —dijo, se acercó a ella.Olivia, se sonrojó, sin embargo miró hacia el suelo, intentando ignorar las protestas de su corazón.—¿Necesita algo más señor? —preguntó.—No. Ya con la ayuda de usted tengo todo para irme.Ella asintió y pronto desapareció por el pasillo hasta llegar a su habitación. Al día siguiente, se encontraba en un cómodo sillón de col
—¿Estás bien? —preguntó confundido Leonardo una vez que llegó a su oficina.—Si, solo que me enojé con la silla.—Déjame ver ese pie —comentó acercándose a ella quien aún estaba en el suelo.—Está bien —comento mientras se sentaba la silla giratorio.Él quitó el zapato de color negro y observó aquel pie.Tenía un poco sonrojado la punta del dedo gordo, sin embargo no vio nada más.—Estás bien —comento devolviendo aquella parte del cuerpo.—Gracias —dijo ella avergonzada, nunca en toda su vida había sentido tanto calor.Al sentir las manos de su jefe en sus piernas.—Si quieres un masaje.. puedes.
Dió un paso hacia atrás, se había enamorado de la misma persona dos veces.No podía creerlo, Leonardo fuera la misma persona que la había secuestrado tiempo atrás.Nunca lo hubiera esperado de él, y mucho menos de alguien que le pedía a su secretaria que le ordene la ropa.—No... puedo... creerlo, ¿esto es de verdad? ¿Cómo no me di cuenta que él era la misma persona? —demandó en voz alta.—¿Quién es la misma persona? —preguntó una voz a su lado, era Leonardo.—N-nada, no encontré tus gemelos lo lamento.—No te preocupes, ¿estás bien?—Lo estoy señor —dijo y desapareció de su vista.Olivia ingresó a su habitación, sintiendo como su corazón latía con fuerza. No podía creerlo, se abrazó
—Sí —murmuró y él puso los ojos en blanco sosteniendo el vaso.—Bailemos —sugirió él.—¿En serio? —y él asintió.La tomó de la cintura siempre había visto, y le acercó a su regazo. Por primera vez, tenía a Olivia tan cerca.Vio algo familiar en su rostro cubierto por una antifaz."¿Emma?"Movió la cabeza de un lado al otro, pensando que estaba imaginando cosas que no eran.—¿Está bien?—Sí, solo qué te pareces un poco... a ella.—¿De verdad?—Tienes algo familiar, olvida lo que te dije.—Bueno —murmuró ella un poco nerviosa.No esperaba que él la viera de una manera familiar, sin embargo sabía que para él sería imposible que ella fuera la mi