Claudia esperó atenta una respuesta de Paolo, él parecía tranquilo, así que ella soltó el aire que tenía contenido sin darse cuenta y se relajó en la cama.
—No pasó nada amore, hoy hable con mi hermano, y me dijo que las reformas que habían comenzado en mi habitación cuando les comuniqué que nos casábamos, no han terminado, solo eso no te preocupes. —dijo él cuando terminó de quitarse la ropa.
—Aún no entiendo por qué remodelar tu habitación, si ahí estaremos muy poco, nos iremos a vivir solos como me prometiste ¿verdad?
—Lo haremos tesoro¹, pero ellos quieren que estemos cómodos el tiempo que permanezcamos allí, solo eso. —respondió Paolo.
Teniéndole la mano la invitó entrar al baño con él, ella aceptó, cada vez le gustaba más estar bajo la ducha con su esposo, demoraban más, pero Claudia siente que vale cada minuto que pasaban allí.
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Claudia observaba a Paolo caminar de un lado a otro de la habitación haciendo exclamaciones que para ella eran de enojo, no entendía casi nada de lo que hablaba porque pasaba constantemente del italiano común al calabrés; y el nivel de italiano de ella era muy básico, y calabrés no entendía nada. Ella lo miró con sospecha, haciéndose algunas preguntas: ¿qué problemas pudiera haber en un poco de remodelación en una habitación? ¿O era algo más? ¿Su familia no estaba de acuerdo que Paolo la llevara a Italia? Claudia esperó hasta que él terminó su llamada telefónica y sin esperar más le hizo las preguntas que se había hecho mentalmente, Paolo se acercó a ella le tomó el rostro entre las manos y dándole un beso rápido, le respondió que simplemente quería ir cuanto antes con ella a Italia; sin embargo, ya querían remodelar más partes de la casa para más comodidad para ella.
—¿Seguro de que tu familia no tiene ningún inconveniente porque yo vaya?
—No bella, ellos creen que eres perfecta para mí, iremos muy pronto a casa.
Sin embargo, un mes después todavía permanecían en Cuba, y Paolo se frustraba con cada minuto que pasaba.
—Quizás estén construyendo la casa desde los cimientos. —dijo Lety burlándose.
Claudia rodó los ojos; sin embargo, le siguió la broma a Lety.
—¿Esta demora no te dice nada? —aprovechó Leticia para convencer a Claudia de que desistiera de un viaje tan apresurado.
—Sí, que así tendré más tiempo con Paolo como esposo aquí, en Cuba, es bueno para conocernos un poco más antes de partir. —respondió Claudia para decepción de Leticia.
Lety no podía dejar de pasar esta oportunidad, así que siguió insistiendo, preguntando si Claudia no sentía nada más. Y otra vez se decepcionó cuando le respondieron que no, solo que su amiga se estaba enamorando un poco más de su esposo. Con este último argumento desistió por ese día, las dos amigas estaban en la terraza de la casa de Lety, sentadas en dos sillones de mimbre pasando una tarde de sábado entre amigas.
—¿Y cómo te sientes al saber qué cuando llegues a Italia tendrás a un hijo que cuidar? Siempre dijiste que si tuvieras hijos los tendrías casi a los cuarenta, y tú, amiga mía, nada más tienes veintiséis.
Claudia sonrió, con el hijo de Paolo si hablaba casi a diario, Alessandro le había pedido a su padre que contratara un profesor de español, y practicaba español cuando conversaba con ella.
—Es un chico muy dulce, hasta ahora siento que no tendré problemas con él, creo que seré una buena madre, ¿no crees, Lety?
—Por supuesto que sí, serás toda una madraza. —respondió la rubia con sinceridad—. ¿Y de la madre del hijo, te ha dicho algo?
—Sí, ella mu–rió cuando Alessandro era muy pequeño, los dos sufrieron mucho.
Después de esta confidencia de la cual a Paolo no le gustaba hablar mucho, las dos mujeres continuaron conversando sobre otros temas, como el nuevo trabajo que tenía Leticia. Claudia se alegró del cambio en la conversación, no quería que sin querer su amiga supiera cuál era el verdadero motivo de querer irse tan pronto a Italia, le daba vergüenza que Lety supiera la verdad, le dolería mucho que le negara su amistad. Era ya era de tarde cuando Claudia se despidió de su amiga, y al llegar a casa la recibió un Paolo muy feliz, que la tomó en brazos y la levantó para dar una vuelta de trescientos sesenta grados mientras le contaba las nuevas novedades.
—¿De verdad? ¿Cuándo nos vamos? —preguntó Claudia aguantando las lágrimas, no sabía si eran de alegría o de tristeza, pero no las dejaría salir.
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Paolo suspiró aliviado, si su padre le decía que ya podía volver, es porque el problema que se había creado en Calabria estaba solucionado, él quería permanecer apartado de todo, sin embargo, de vez en cuando se veía involucrado, como ahora, que para él y para Claudia era más seguro permanecer en Cuba, su hijo estaba bien cuidado, por suerte estaba en Venecia con familiares de su madre, y ellos cuidaban muy bien de él. Sintió la voz de su esposa en el salón y salió a recibirla, la alegría que sentía era muy grande así que no pudo aguantarse y le contó allí mismo que partirían muy pronto a Italia.
—Hoy mismo compraré los pasajes, pero no creo que pase de diez días, quince máximos. —respondió a las preguntas que Claudia le había hecho al terminar de hablar, la cara de tristeza que puso ella no podía pasarla por alto—. Estás feliz igual que yo ¿cierto?, ¿necesitas un poco más de tiempo?, puedo aplazar unos días más el viaje, aunque supuse que querrían irte cuanto antes conmigo.
—Sí, estoy feliz, mucho, solo que dejar a mi familia y a mis amigos me pone un poco triste. Y no, no aplaces el viaje, sabes que no puedo quedarme.
Claudia saltó en los brazos de Paolo cuando su madre le preguntó cuál era el motivo por el cuál ella no podía quedarse, Paolo la salvó al responder que Claudia había prometido a Alessandro que estaría para su cumpleaños.
—Es dentro de dos meses, pero Alessandro nos quiere allí mucho antes.
Claudia y Paolo miraron a Corina, esperando que lo dicho por él lo hubiese creído, suspiraron aliviados al ver que fue así.
Claudia fue a la cocina por un vaso de agua cuando Paolo la dejó caer suavemente al piso. Estaba cerrando la nevera y casi se le cae el vaso al piso al sentir a su madre detrás.
—Por Dios, me asustaste —dijo Claudia con la mano desocupada en el pecho mientras echaba el cuerpo hacia atrás por la impresión—. ¿Por qué tan sigilosa?
—¿Tienes algún problema con tu hermana? —interrogó Corina susurrando.
—No, ¿por qué la pregunta? ¿Y por qué susurras?—preguntó Claudia después de tomar un poco de agua.
— Hablo bajo porque no quiero que Paolo nos escuche, ¿Estás bien? ¿Él comenzó a pro–hi–bir–te hablar con nosotros?
—Noo, Paolo no haría algo así ¿por qué crees que sí lo haría?
—Yadira te llamó varias veces del teléfono de Alejandro y tú no respondiste.
Claudia se dio un trago largo de agua, había visto las llamadas, pero no había querido responder pensando que era su cuñado quien llamaba.
—No escuché la llamada, Lety tenía la música alta y el teléfono lo dejé dentro del bolso para poder conversar con más tranquilidad. —respondió Claudia atropelladamente.
Claudia sintió el estómago revuelto por un segundo, se mordió una uña esperando que su madre creyera en sus palabras, hizo una plegaria al ver que Corina no la cuestionó, dejó el vaso sobre la encimera y salió casi corriendo a su habitación con Paolo, al llegar allí saltó a la cama y se abrazó a su esposo.
—¿Qué pasa? —preguntó Paolo pasando los dedos entre las hebras de su cabello.
—Mi mamá casi descubre mi secreto.
—Pero no lo hizo, no te preocupes en vano.
Claudia suspiró, ella quería, pero no era tan fácil hacerlo como pedía él. Inhaló y exhaló en respiraciones profundas, y recibió de mucho agrado el abrazo apretado que Paolo le dio.
Claudia se separó de su hermana, con miedo, pensando que Yadira ya sabía lo que había hecho y había escogido este momento para hacérselo saber a la familia, esperaba ver repulsión en su cara, desprecio, suspiró de alivio cuando vio que sonreía, con lágrimas en los ojos, pero su hermana sonreía.—Nos llamas cuando llegues a Italia, por favor no dejes de hacerlo. —dijo Yadira se alejó para dar paso a Corina, quien quería darle otro abrazo a su hija más pequeña.Paolo comenzó a señalar el reloj, podían llegar tarde al aeropuerto porque el abrazo de Corina no terminaba, y aunque sabía que podían perder el vuelo no dejaba ir a Claudia, todos los allí presente la entendían, pero Juan Carlos tuvo que abrazarla por detrás y pedirle que la dejara ir.—Cuando menos lo esperes estaré de visita, además, te llamaré a diario, y en cuanto pueda, podrás ir a visitarnos. —prometió Claudia a su madre.Claudia siguió a Paolo hasta el taxi que los llevaría al aeropuerto internacional José Martí de La Hab
Claudia trató de pararse del piso del auto, angustiada al ver a Paolo he–rido, no entendía como podía seguir disp@r@ndo si en la cara se le notaba que estaba adolorido, él se lo impidió, sin mirarla le ordenó seguir donde estaba.—¡¡Estás h3rido!! —Gritó ella entre angustiada y enojada.—He tenido h3rid@s peores, no te preocupes y quédate donde estás. —respondió Paolo con los dientes apretados y continuando con los disp@ros.Claudia se puso las manos en la cabeza cuando una ráfaga de b@l@s dieron contra el cristal trasero del auto y terminó de romperse completamente, Paolo cayó encima de ella protegiéndose de las b@l@s y a ella de los cristales.—¿Qué venden en esos restaurantes que quieren verte mu3rto? ¿Mu3r3 alguien entre plato y plato? —preguntó Claudia con sarcasmo.—En casa, Claudia, allí hablaremos con calma. —respondió Paolo regresando a su posición y continuó disparando.Claudia no sabía de donde sacaban tantas municiones, cuando subió al auto todo parecía normal, no un carro
Marko lo meditó, quería ir contra los Mancuso cuanto antes, no quería verse como un jefe débil que no podía actuar cuando era atacado, sin embargo, no quería apresurar las cosas, si actuaba antes de tiempo, sin un plan bien elaborado, sin tener más información, podría fracasar como fracasó Geovanni el día de hoy, y eso, eso lo haría ver mucho más débil a ojos de su gente, aliados y de sus enemigos, no lo podía permitir, su puesto se lo había ganado a pulso, no por haber sido hijo de Flavio De Luca, suspiró y miró a su capo società, su jefe general era su primo de mayor confianza, con quien más afinidad sintió, lo que nunca sintió con su propio hermano, un inútil que solo sabía gastar dinero, sin importarle de donde salía mientras pudiera gastar en lo que quisiera, las veces que tuviera un capricho. —Estoy seguro de que lo mejor es recopilar información, ver cómo acabar con ellos poco a poco, ¿qué piensas? —Consultó con Renzo, como su capo società, no como su primo. —Que debe ser así
Paolo levantó a Claudia pasándole un brazo por debajo de las piernas y otro por detrás de la espalda, y sin darle tiempo a reaccionar la dejó caer suavemente en la cama, subió rápido posicionándose encima de ella, le tomó las manos sujetándola por encima de la cabeza y acercando el rostro al de ella, solo separándolos unos milímetros le respondió:—No tesoro, tu lugar es aquí, conmigo. Hay un papel que firmaste que dice que eres mía.Claudia pasó en un segundo por varios estados de ánimo, sorpresa, miedo, tristeza y por último enojo. Le daba coraje que Paolo no le dijera en donde se iba a meter al casarse con él. La enojaba que ahora se autoproclamara dueño de ella, a ella que siempre fue tan libre. Claudia lo miró a los ojos sin reconocerlo, se veía calmado, como si fuera otro hombre, aunque por fuera no hubiera ningún cambio significativo.—Sé que me quieres, y con el tiempo llegarás a amarme. —comentó Paolo mientras tomaba las manos de ella en un fuerte agarre con una de las suyas
—¡No me toques! Estoy muy enfadada contigo. —gritó Claudia enojada cuando Paolo intentó abrazarla.Él hizo el intento de abrazarla otra vez, pero dejó caer las manos cuando ella frunció el ceño y apretó los labios. Ellos habían terminado de tener una conversación, Claudia le había planteado que quería trabajar si ya no era una opción regresar a su país, en este punto habían tenido una pequeña discusión, Paolo no creía conveniente que ella lo hiciera por el momento.«—¿Por qué no? —había preguntado ella.—Mi clan está en guerra con otro clan vecino, y puede ser muy peligroso para ti —respondió él.—Tu hermana y tu cuñada van a la universidad, ¿por qué yo no puedo trabajar? Además, no sería mañana, tengo que esperar al menos tres meses para poder hacerlo. —Intentó nuevamente de convencerlo.La respuesta de Paolo fue decir que solo trataron de protegerla, Allegra y Giada sabían cuando podían y cuando no podían salir de la casa, Claudia se enojó más si eso era posible, pensaba que Paolo l
Paolo observaba a Claudia desde la terraza, estaba completamente seguro de que ella estaría unos días disgustada por la mentira por omisión y luego todo volvería a ser como antes, como los pocos meses que llevaban de relación antes de llegar a Calabria. Una sonrisa ladeada asomó a sus labios, tenía el método perfecto para convencerla, Claudia era muy sexual, ser seducida por él no la dejaría pensar en nada más, y ese sería su plan inicial, comenzaría por ahí, distrayéndola para hacerla olvidar, o al menos se acostumbrará como su hermana lo hizo, como su madre, como su abuela y tantas generaciones de su familia, está vez hará lo posible y lo imposible para no repetir el error que cometió con Livia. Paolo siguió contemplándola, Claudia movía los pies en el agua y tenía la cara levantada mirando hacia el cielo azul. Suspiró complacido, su mujer estaba encantada con las vistas del mar, lo había dejado claro al no salir prácticamente de aquella terraza desde que Allegra se la mostró. Las v
Claudia miró de arriba hacia abajo al hombre que tenía frente a ella, levantó una ceja y cruzándose de brazos respondió de manera altanera:—¿No lo ve? Estoy saliendo de aquí, me voy a mi casa.Orazio comenzó a reír, e hizo señas al guardia para que la llevara dentro de la habitación.—¡Suéltame!, ¡déjame ir! —Gritaba ella mientras el guardia la arrastraba dentro.Orazio rio más fuerte y Claudia trató de llegar a él para hacerlo callar. Sus uñas casi lograron su objetivo de alcanzar su rostro, pero el soldado ejerció un poco más de fuerza bruta y lo alejó del hombre que la estaba haciendo enojar con su risa burlesca.—Me divierte como actúas; sin embargo, no lo intentes otra vez. —dijo Orazio quedando serio de repente—, si no, lo pasarás muy mal, muyy maall.—Lo volveré a intentar. —respondió la cubana tratando de no parecer asustada por la amenaza.La mujer que le había llevado la comida escogió ese mismo instante para seguir su camino, se había quedado parada detrás de ellos en el p
La puerta se abrió y Claudia se incorporó en el colchón esperando que la chica que cada día le lleva la cena entre por la puerta, hizo una mueca de desagrado cuando fue Orazio quien entró en la habitación.—Ponte de pie —ordenó él quedándose cerca de la puerta—; hoy comenzaremos tu entrenamiento.Claudia preguntó a qué entrenamiento se refería y al recibir la respuesta se negó, diciendo que ella no haría tal cosa, Orazio sonrió y le dijo que ella no tenía decidía que hacer y que no.—Ven conmigo por las buenas, o te llevaré arrastrando por cabello a través del pasillo hasta donde tenemos que ir.Claudia pensó seguir negándose, pero lo pensó mejor, si salía de esta habitación tendría mejor chance de escapar, reconocer el lugar y ver los lugares vulnerables. Se puso de pie y salió con la cabeza levantada, pasando frente a Orazio tratando de no tocarlo.—¿Para dónde tenemos que ir? —preguntó de espaldas a Orazio, ansiosa por salir a cualquier sitio fuera de allí.Orazio la tomó por un br