Capítulo 2

Claudia esperó atenta una respuesta de Paolo, él parecía tranquilo, así que ella soltó el aire que tenía contenido sin darse cuenta y se relajó en la cama.

—No pasó nada amore, hoy hable con mi hermano, y me dijo que las reformas que habían comenzado en mi habitación cuando les comuniqué que nos casábamos, no han terminado, solo eso no te preocupes. —dijo él cuando terminó de quitarse la ropa.

—Aún no entiendo por qué remodelar tu habitación, si ahí estaremos muy poco, nos iremos a vivir solos como me prometiste ¿verdad?

—Lo haremos tesoro¹, pero ellos quieren que estemos cómodos el tiempo que permanezcamos allí, solo eso. —respondió Paolo.

Teniéndole la mano la invitó entrar al baño con él, ella aceptó, cada vez le gustaba más estar bajo la ducha con su esposo, demoraban más, pero Claudia siente que vale cada minuto que pasaban allí.

                                    🗡🗡🗡🗡

Claudia observaba a Paolo caminar de un lado a otro de la habitación haciendo exclamaciones que para ella eran de enojo, no entendía casi nada de lo que hablaba porque pasaba constantemente del italiano común al calabrés; y el nivel de italiano de ella era muy básico, y calabrés no entendía nada. Ella lo miró con sospecha, haciéndose algunas preguntas: ¿qué problemas pudiera haber en un poco de remodelación en una habitación? ¿O era algo más? ¿Su familia no estaba de acuerdo que Paolo la llevara a Italia? Claudia esperó hasta que él terminó su llamada telefónica y sin esperar más le hizo las preguntas que se había hecho mentalmente, Paolo se acercó a ella le tomó el rostro entre las manos y dándole un beso rápido, le respondió que simplemente quería ir cuanto antes con ella a Italia; sin embargo, ya querían remodelar más partes de la casa para más comodidad para ella.

—¿Seguro de que tu familia no tiene ningún inconveniente porque yo vaya?

—No bella, ellos creen que eres perfecta para mí, iremos muy pronto a casa.

Sin embargo, un mes después todavía permanecían en Cuba, y Paolo se frustraba con cada minuto que pasaba.

—Quizás estén construyendo la casa desde los cimientos. —dijo Lety burlándose.

Claudia rodó los ojos; sin embargo, le siguió la broma a Lety.

—¿Esta demora no te dice nada? —aprovechó Leticia para convencer a Claudia de que desistiera de un viaje tan apresurado.

—Sí, que así tendré más tiempo con Paolo como esposo aquí, en Cuba, es bueno para conocernos un poco más antes de partir. —respondió Claudia para decepción de Leticia.

Lety no podía dejar de pasar esta oportunidad, así que siguió insistiendo, preguntando si Claudia no sentía nada más. Y otra vez se decepcionó cuando le respondieron que no, solo que su amiga se estaba enamorando un poco más de su esposo. Con este último argumento desistió por ese día, las dos amigas estaban en la terraza de la casa de Lety, sentadas en dos sillones de mimbre pasando una tarde de sábado entre amigas.

—¿Y cómo te sientes al saber qué cuando llegues a Italia tendrás a un hijo que cuidar? Siempre dijiste que si tuvieras hijos los tendrías casi a los cuarenta, y tú, amiga mía, nada más tienes veintiséis.

Claudia sonrió, con el hijo de Paolo si hablaba casi a diario, Alessandro le había pedido a su padre que contratara un profesor de español, y practicaba español cuando conversaba con ella.

—Es un chico muy dulce, hasta ahora siento que no tendré problemas con él, creo que seré una buena madre, ¿no crees, Lety?

—Por supuesto que sí, serás toda una madraza. —respondió la rubia con sinceridad—. ¿Y de la madre del hijo, te ha dicho algo?

—Sí, ella mu–rió cuando Alessandro era muy pequeño, los dos sufrieron mucho.

Después de esta confidencia de la cual a Paolo no le gustaba hablar mucho, las dos mujeres continuaron conversando sobre otros temas, como el nuevo trabajo que tenía Leticia. Claudia se alegró del cambio en la conversación, no quería que sin querer su amiga supiera cuál era el verdadero motivo de querer irse tan pronto a Italia, le daba vergüenza que Lety supiera la verdad, le dolería mucho que le negara su amistad. Era ya era de tarde cuando Claudia se despidió de su amiga, y al llegar a casa la recibió un Paolo muy feliz, que la tomó en brazos y la levantó para dar una vuelta de trescientos sesenta grados mientras le contaba las nuevas novedades.

—¿De verdad? ¿Cuándo nos vamos? —preguntó Claudia aguantando las lágrimas, no sabía si eran de alegría o de tristeza, pero no las dejaría salir.

                                        🗡🗡🗡🗡

Paolo suspiró aliviado, si su padre le decía que ya podía volver, es porque el problema que se había creado en Calabria estaba solucionado, él quería permanecer apartado de todo, sin embargo, de vez en cuando se veía involucrado, como ahora, que para él y para Claudia era más seguro permanecer en Cuba, su hijo estaba bien cuidado, por suerte estaba en Venecia con familiares de su madre, y ellos cuidaban muy bien de él. Sintió la voz de su esposa en el salón y salió a recibirla, la alegría que sentía era muy grande así que no pudo aguantarse y le contó allí mismo que partirían muy pronto a Italia.

—Hoy mismo compraré los pasajes, pero no creo que pase de diez días, quince máximos. —respondió a las preguntas que Claudia le había hecho al terminar de hablar, la cara de tristeza que puso ella no podía pasarla por alto—. Estás feliz igual que yo ¿cierto?, ¿necesitas un poco más de tiempo?, puedo aplazar unos días más el viaje, aunque supuse que querrían irte cuanto antes conmigo.

—Sí, estoy feliz, mucho, solo que dejar a mi familia y a mis amigos me pone un poco triste. Y no, no aplaces el viaje, sabes que no puedo quedarme.

Claudia saltó en los brazos de Paolo cuando su madre le preguntó cuál era el motivo por el cuál ella no podía quedarse, Paolo la salvó al responder que Claudia había prometido a Alessandro que estaría para su cumpleaños.

—Es dentro de dos meses, pero Alessandro nos quiere allí mucho antes.

Claudia y Paolo miraron a Corina, esperando que lo dicho por él lo hubiese creído, suspiraron aliviados al ver que fue así.

Claudia fue a la cocina por un vaso de agua cuando Paolo la dejó caer suavemente al piso. Estaba cerrando la nevera y casi se le cae el vaso al piso al sentir a su madre detrás.

—Por Dios, me asustaste —dijo Claudia con la mano desocupada en el pecho mientras echaba el cuerpo hacia atrás por la impresión—. ¿Por qué tan sigilosa?

—¿Tienes algún problema con tu hermana? —interrogó Corina susurrando.

—No, ¿por qué la pregunta? ¿Y por qué susurras?—preguntó Claudia después de tomar un poco de agua.

— Hablo bajo porque no quiero que Paolo nos escuche, ¿Estás bien? ¿Él comenzó a pro–hi–bir–te hablar con nosotros?

—Noo, Paolo no haría algo así ¿por qué crees que sí lo haría?

—Yadira te llamó varias veces del teléfono de Alejandro y tú no respondiste.

Claudia se dio un trago largo de agua, había visto las llamadas, pero no había querido responder pensando que era su cuñado quien llamaba.

—No escuché la llamada, Lety tenía la música alta y el teléfono lo dejé dentro del bolso para poder conversar con más tranquilidad. —respondió Claudia atropelladamente.

Claudia sintió el estómago revuelto por un segundo, se mordió una uña esperando que su madre creyera en sus palabras, hizo una plegaria al ver que Corina no la cuestionó, dejó el vaso sobre la encimera y salió casi corriendo a su habitación con Paolo, al llegar allí saltó a la cama y se abrazó a su esposo.

—¿Qué pasa? —preguntó Paolo pasando los dedos entre las hebras de su cabello.

—Mi mamá casi descubre mi secreto.

—Pero no lo hizo, no te preocupes en vano.

Claudia suspiró, ella quería, pero no era tan fácil hacerlo como pedía él. Inhaló y exhaló en respiraciones profundas, y recibió de mucho agrado el abrazo apretado que Paolo le dio.

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