La música se mantenía en un rango bajo, por eso Claudia pudo escuchar a Marko cuando afirmó que ella le pertenecía. Tuvo que cambiar un poco la coreografía aprendida durante el día, las palabras del capo la hicieron olvidar algunos pasos y trastabillar, no obstante, siguió bailando sin detenerse ni un segundo, no creía que los mafiosos delincuentes se hubiesen dado cuenta de su fallo.—Ella es hermosa, pero si es tuya, me conformo con las que tengo ahora —dijo Stefano y puso un brazo por encima de los hombros de las mujeres a su lado.El capo no vio la necesidad de pelear por una mujer, por muy hermosa que estuviera, había venido por negocios, no perdería a un buen socio comercial, por una prostituta, no creía que fuera algo más, sino, Marko De Luca no la tuviera allí.—Claudia, ya puedes dejar de fingir que no estás escuchando y baja cuanto antes de ese escenario —ordenó Marko a la cubana.Ella se detuvo enseguida, ¿para qué fingir?, no quería seguir bailando frente a tantos hombres
Claudia se detuvo frente a Marko, levantó la cabeza para mirarlo a los ojos mientras se mordía el labio inferior, dejó de pensar, esto era lo que quería hacer ahora mismo, las culpas que vinieran después. Le quitó la mano del miembro, y lo tomó en su mano derecha, le pasó la lengua en un suave lametón a su capullo y lo llevó dentro de sus labios. Marko no pudo evitar gemir al sentir la humedad del interior de la boca de ella, apretó las manos en puños a los lados de su cuerpo, temía tocarla y que ella se detuviera. Claudia lo saboreó unos segundos, él tenía el miembro duro, húmedo, delicioso. Gimió alrededor de él, y comenzó a hacerle una mamada, de una manera ansiosa, tratando de tomarlo todo. Los dedos de Marko apretaron su cabello y Claudia lo miró a los ojos, el capo tenía la vista fija en ella, viendo como su miembro entraba y salía de la boca de su cautiva. Ella cerró los ojos con un poco de vergüenza, estaba amando la fricción en su boca sensible al tomarlo dentro de ella, como
Claudia observaba a Marko reír con Geovanni desde una esquina de la barra del bar. Había pasado un mes desde que sucumbió a él, y no había podido escapar, contrario a lo que pensó, el capo dejaba muy poco tiempo el club, y cuando lo hacía había tanta vigilancia que le había sido imposible hacerlo. Claudia se estaba desesperando, Marko no había dejado de llevarla a su cama desde aquel día. Para todos en el club, era la mujer del capo, solo Orazio la miraba mal por ello y la veía como una intrusa.—Me da miedo tu mirada —susurró Salomé a su lado—, ¿quieres matar a Marko con ella? Puede ser muy peligroso, aunque no imposible dada la cercanía que tienes con él.El cuerpo de Claudia se sacudió de forma imperceptible ante la pregunta de su compatriota, porque lejos de su mente estaba el pensamiento de la muerte de su captor.—Solo quiero salir de aquí, no puedo continuar bajo su encierro —respondió también en voz baja.—Pensé que cambiarías de opinión al mantener relaciones sexuales con él,
Claudia miró a Marko asustada por lo que pudiera hacer con ella, tuvo tanto miedo en ese instante, que las ganas de salir corriendo y esconderse eran tan fuertes que creía que él escuchaba sus pensamientos. Marko le sonrió y ella tragó con dificultad.—Ponte de pie, donna pazza, tienes todo el cuerpo lleno de lodo —le dijo Marko haciéndole gestos con una mano para que se pusiera de pie.Un sollozo escapó de Claudia, se había sentido libre por casi una hora, hasta que habían ido detrás de ella, ahora tenía que regresar y no sabía qué harían para castigarla, ¿la amenaza de Orazio sería cierta? ¿Sería azotada con un látigo? Solo de pensar en ella ya sentía dolor en todo su cuerpo.—Ponte de pie, Claudia, o lo hago yo, no tengo toda la noche —la apremió Marko y a la cubana no le quedó más que obedecer.Claudia se puso de pie con dificultad y quedó con la cabeza gacha frente a su carcelero. Sin embargo, Marko no le permitió mantener la mirada desviada, la tomó por la barbilla con una mano
Marko entró a la habitación donde estaba Claudia, esperaba encontrarla lista para pelear con él, exigiéndole que olvidara el castigo, sin embargo, Claudia estaba sentada en la cama con los pies recogidos de tal forma que abrazaba las rodillas con sus brazos y la cabeza la tenía apoyada con el rostro oculto sobre ellas. La mujer asustada que veía ahora no tenía nada que ver con la mujer que conoció el día que Paolo Mancuso atacó el Club. Marko dejó la caja que traía en las manos sobre una mesita de noche y le ordenó que se desnudara para hacerle reaccionar, se sorprendió cuando ella lo hizo sin emitir sonido alguno y luego esperó de pie al lado de la cama mirando hacia el piso.—Sube a la cama, acuéstate y pon una almohada debajo de tus caderas —volvió a ordenar el capo, creyendo que ahora Claudia si iba a protestar.Claudia siguió sus órdenes sin decir una palabra y Marko apretó los dientes, quería a la mujer luchadora que había tenido entre sus brazos, no la mujer sin emociones que e
Claudia se dio la vuelta lentamente hasta quedar frente a un Orazio magullado por los golpes de Marko. Los músculos del cuerpo se le pusieron en tensión, él la miraba con el odio reflejado en el rostro, el estómago se le encogió de pensar que ahora estaba fuera de la protección del capo.—Marko me dijo que nadie más que él podía tocarme —informó y trató de pasar a su alrededor.—Pero Marko no está aquí, ¿o sí? —dijo Orazio y mostrando los dientes en una sonrisa macabra mientras se acercaba a ella, le tomó la barbilla apretándola fuertemente entre los dedos—, ¿quién te dijo que podías llamarlo por su nombre?, mereces un castigo solo por tu audacia. Tú eres solo una puta más, no creas qué eres algo más solo porque el capo te quiere joder por unos días.Claudia no recordaba en qué momento había pasado a llamarlo por su nombre, pero Marko no la había corregido, que lo hiciera Orazio solo podía significar que se sentía amenazado, así que se aprovechó de ello.—Me estás apretando fuerte, si
Ella corría en la oscuridad sin mirar atrás, no podía perder tiempo, tiempo que perdiera le quitaba ventaja sobre ellos. No podían alcanzarla, si lo hacían le darían un castigo fuerte para dejar un precedente y aterrorizar más a las otras chicas. Ella cree que está llegando a la ciudad, se ven luces a lo lejos, y esto hace que casi llore de felicidad. Ahí, en ese pueblo, puede estar su libertad. «Por favor que me dé tiempo.» —Piensa mientras los escucha cada vez más cerca. Resbala y cae al piso, llenándose su ropa y el cabello de barro, hay mucho lodo porque estuvo lloviendo el día completo y parte de la noche. Se levanta y sigue corriendo, no puede perder nuevamente, este es el cuarto intento de fuga, y le prometieron la tercera vez que sería castigada con un látigo frente a todos. Prefiere morir que regresar, ella es como el tocororo¹, muere en cautiverio. Y ese hombre malvado que la obliga a hacer cosas que nunca imaginó, la tiene en una cárcel de paredes rojas y negras. Sient
Claudia escucha con paciencia a su amiga, Leticia no pude creer que su mejor amiga se haya casado tan rápido y se vaya del país con su nuevo esposo.—Paolo no me da buena espina, ¿por qué no podía esperar?, Claudia, que no te vas a la otra punta de La Habana dónde si te pasa algo puedo ir a buscarte, llevar dos o tres reparteros¹ para que le den una pa-li-za.Claudia ríe por las ocurrencias de Lety, se le ocurren cada cosa que a veces no sabe si reír o preocuparse.—Estaré bien, ya ves lo atento que es él conmigo, y no te preocupes, en cuanto pueda te hago una invitación a Italia para que veas como estoy, salir de fiesta y hagas de las tuyas allá también. —dice Claudia mientras recoge la ropa que le regalará a familiares y amigas—. Deja de preocuparte de más y dime, ¿qué quieres de lo que está ahí?Lety lo dejó pasar… por ahora, todavía le preocupaba que su amiga se casara tan pronto, solo llevaba cinco meses de conocer a Paolo, ni siquiera un año y ya se iba a otro país, con un hombr