Ella corría en la oscuridad sin mirar atrás, no podía perder tiempo, tiempo que perdiera le quitaba ventaja sobre ellos. No podían alcanzarla, si lo hacían le darían un castigo fuerte para dejar un precedente y aterrorizar más a las otras chicas. Ella cree que está llegando a la ciudad, se ven luces a lo lejos, y esto hace que casi llore de felicidad. Ahí, en ese pueblo, puede estar su libertad. «Por favor que me dé tiempo.» —Piensa mientras los escucha cada vez más cerca. Resbala y cae al piso, llenándose su ropa y el cabello de barro, hay mucho lodo porque estuvo lloviendo el día completo y parte de la noche. Se levanta y sigue corriendo, no puede perder nuevamente, este es el cuarto intento de fuga, y le prometieron la tercera vez que sería castigada con un látigo frente a todos. Prefiere morir que regresar, ella es como el tocororo¹, muere en cautiverio. Y ese hombre malvado que la obliga a hacer cosas que nunca imaginó, la tiene en una cárcel de paredes rojas y negras. Sient
Claudia escucha con paciencia a su amiga, Leticia no pude creer que su mejor amiga se haya casado tan rápido y se vaya del país con su nuevo esposo.—Paolo no me da buena espina, ¿por qué no podía esperar?, Claudia, que no te vas a la otra punta de La Habana dónde si te pasa algo puedo ir a buscarte, llevar dos o tres reparteros¹ para que le den una pa-li-za.Claudia ríe por las ocurrencias de Lety, se le ocurren cada cosa que a veces no sabe si reír o preocuparse.—Estaré bien, ya ves lo atento que es él conmigo, y no te preocupes, en cuanto pueda te hago una invitación a Italia para que veas como estoy, salir de fiesta y hagas de las tuyas allá también. —dice Claudia mientras recoge la ropa que le regalará a familiares y amigas—. Deja de preocuparte de más y dime, ¿qué quieres de lo que está ahí?Lety lo dejó pasar… por ahora, todavía le preocupaba que su amiga se casara tan pronto, solo llevaba cinco meses de conocer a Paolo, ni siquiera un año y ya se iba a otro país, con un hombr
Claudia esperó atenta una respuesta de Paolo, él parecía tranquilo, así que ella soltó el aire que tenía contenido sin darse cuenta y se relajó en la cama.—No pasó nada amore, hoy hable con mi hermano, y me dijo que las reformas que habían comenzado en mi habitación cuando les comuniqué que nos casábamos, no han terminado, solo eso no te preocupes. —dijo él cuando terminó de quitarse la ropa.—Aún no entiendo por qué remodelar tu habitación, si ahí estaremos muy poco, nos iremos a vivir solos como me prometiste ¿verdad?—Lo haremos tesoro¹, pero ellos quieren que estemos cómodos el tiempo que permanezcamos allí, solo eso. —respondió Paolo.Teniéndole la mano la invitó entrar al baño con él, ella aceptó, cada vez le gustaba más estar bajo la ducha con su esposo, demoraban más, pero Claudia siente que vale cada minuto que pasaban allí. 🗡🗡🗡🗡Claudia observaba a Paolo caminar de un lado a otro de la habitación haciendo exclamaciones que para ella e
Claudia se separó de su hermana, con miedo, pensando que Yadira ya sabía lo que había hecho y había escogido este momento para hacérselo saber a la familia, esperaba ver repulsión en su cara, desprecio, suspiró de alivio cuando vio que sonreía, con lágrimas en los ojos, pero su hermana sonreía.—Nos llamas cuando llegues a Italia, por favor no dejes de hacerlo. —dijo Yadira se alejó para dar paso a Corina, quien quería darle otro abrazo a su hija más pequeña.Paolo comenzó a señalar el reloj, podían llegar tarde al aeropuerto porque el abrazo de Corina no terminaba, y aunque sabía que podían perder el vuelo no dejaba ir a Claudia, todos los allí presente la entendían, pero Juan Carlos tuvo que abrazarla por detrás y pedirle que la dejara ir.—Cuando menos lo esperes estaré de visita, además, te llamaré a diario, y en cuanto pueda, podrás ir a visitarnos. —prometió Claudia a su madre.Claudia siguió a Paolo hasta el taxi que los llevaría al aeropuerto internacional José Martí de La Hab
Claudia trató de pararse del piso del auto, angustiada al ver a Paolo he–rido, no entendía como podía seguir disp@r@ndo si en la cara se le notaba que estaba adolorido, él se lo impidió, sin mirarla le ordenó seguir donde estaba.—¡¡Estás h3rido!! —Gritó ella entre angustiada y enojada.—He tenido h3rid@s peores, no te preocupes y quédate donde estás. —respondió Paolo con los dientes apretados y continuando con los disp@ros.Claudia se puso las manos en la cabeza cuando una ráfaga de b@l@s dieron contra el cristal trasero del auto y terminó de romperse completamente, Paolo cayó encima de ella protegiéndose de las b@l@s y a ella de los cristales.—¿Qué venden en esos restaurantes que quieren verte mu3rto? ¿Mu3r3 alguien entre plato y plato? —preguntó Claudia con sarcasmo.—En casa, Claudia, allí hablaremos con calma. —respondió Paolo regresando a su posición y continuó disparando.Claudia no sabía de donde sacaban tantas municiones, cuando subió al auto todo parecía normal, no un carro
Marko lo meditó, quería ir contra los Mancuso cuanto antes, no quería verse como un jefe débil que no podía actuar cuando era atacado, sin embargo, no quería apresurar las cosas, si actuaba antes de tiempo, sin un plan bien elaborado, sin tener más información, podría fracasar como fracasó Geovanni el día de hoy, y eso, eso lo haría ver mucho más débil a ojos de su gente, aliados y de sus enemigos, no lo podía permitir, su puesto se lo había ganado a pulso, no por haber sido hijo de Flavio De Luca, suspiró y miró a su capo società, su jefe general era su primo de mayor confianza, con quien más afinidad sintió, lo que nunca sintió con su propio hermano, un inútil que solo sabía gastar dinero, sin importarle de donde salía mientras pudiera gastar en lo que quisiera, las veces que tuviera un capricho. —Estoy seguro de que lo mejor es recopilar información, ver cómo acabar con ellos poco a poco, ¿qué piensas? —Consultó con Renzo, como su capo società, no como su primo. —Que debe ser así
Paolo levantó a Claudia pasándole un brazo por debajo de las piernas y otro por detrás de la espalda, y sin darle tiempo a reaccionar la dejó caer suavemente en la cama, subió rápido posicionándose encima de ella, le tomó las manos sujetándola por encima de la cabeza y acercando el rostro al de ella, solo separándolos unos milímetros le respondió:—No tesoro, tu lugar es aquí, conmigo. Hay un papel que firmaste que dice que eres mía.Claudia pasó en un segundo por varios estados de ánimo, sorpresa, miedo, tristeza y por último enojo. Le daba coraje que Paolo no le dijera en donde se iba a meter al casarse con él. La enojaba que ahora se autoproclamara dueño de ella, a ella que siempre fue tan libre. Claudia lo miró a los ojos sin reconocerlo, se veía calmado, como si fuera otro hombre, aunque por fuera no hubiera ningún cambio significativo.—Sé que me quieres, y con el tiempo llegarás a amarme. —comentó Paolo mientras tomaba las manos de ella en un fuerte agarre con una de las suyas
—¡No me toques! Estoy muy enfadada contigo. —gritó Claudia enojada cuando Paolo intentó abrazarla.Él hizo el intento de abrazarla otra vez, pero dejó caer las manos cuando ella frunció el ceño y apretó los labios. Ellos habían terminado de tener una conversación, Claudia le había planteado que quería trabajar si ya no era una opción regresar a su país, en este punto habían tenido una pequeña discusión, Paolo no creía conveniente que ella lo hiciera por el momento.«—¿Por qué no? —había preguntado ella.—Mi clan está en guerra con otro clan vecino, y puede ser muy peligroso para ti —respondió él.—Tu hermana y tu cuñada van a la universidad, ¿por qué yo no puedo trabajar? Además, no sería mañana, tengo que esperar al menos tres meses para poder hacerlo. —Intentó nuevamente de convencerlo.La respuesta de Paolo fue decir que solo trataron de protegerla, Allegra y Giada sabían cuando podían y cuando no podían salir de la casa, Claudia se enojó más si eso era posible, pensaba que Paolo l