Capítulo 4

Claudia trató de pararse del piso del auto, angustiada al ver a Paolo he–rido, no entendía como podía seguir disp@r@ndo si en la cara se le notaba que estaba adolorido, él se lo impidió, sin mirarla le ordenó seguir donde estaba.

—¡¡Estás h3rido!! —Gritó ella entre angustiada y enojada.

—He tenido h3rid@s peores, no te preocupes y quédate donde estás. —respondió Paolo con los dientes apretados y continuando con los disp@ros.

Claudia se puso las manos en la cabeza cuando una ráfaga de b@l@s dieron contra el cristal trasero del auto y terminó de romperse completamente, Paolo cayó encima de ella protegiéndose de las b@l@s y a ella de los cristales.

—¿Qué venden en esos restaurantes que quieren verte mu3rto? ¿Mu3r3 alguien entre plato y plato? —preguntó Claudia con sarcasmo.

—En casa, Claudia, allí hablaremos con calma. —respondió Paolo regresando a su posición y continuó disparando.

Claudia no sabía de donde sacaban tantas municiones, cuando subió al auto todo parecía normal, no un carro @rm@do para la gu3rr@.

—Eso espero, tienes que explicarte muy bien. —dijo ella con rabia por no ser advertida de lo que podría encontrar al trasladarse de país.

Un kilómetro más tarde sintieron acercarse carros en dirección contraria con personas disparando, Claudia dio un quejido, pensando que ahora sí sería el fin de ellos, suspiró con alivio cuando el chófer informó que venían llegando los refuerzos.

Los autos se detuvieron cuando se pusieron a la par, y como un batallón de gu3rr@ comenzaron a disp@r@r.

Claudia solo esperaba que todo terminara, o que al menos le dieran un @rm@, sonrió con este pensamiento, ella no sabía ni tomar un @rm@ de la forma correcta, sin embargo, estaba segura de que si le daban una, Paolo, los guardaespaldas, los recién llegados y los enemigos que disp@r@ban, tomarían una b@l@ de su parte.

Los disp@ros comenzaron a disminuir hasta extinguirse, dejando un silencio sepulcral después de tanto ruido. Claudia esperaba que de un momento a otro iniciarán nuevamente los disp@ros, saltó asustada cuando escuchó a un hombre gritar entre risas y llamar cobardes a los enemigos.

«¿Cobardes?» repitió ella en la mente.

Ella pensaba que estaban locos, pero cobarde ninguno, ella se imaginaba la distancia entre ellos y esas personas llenas de casquillos de b@l@s, y algunos muertos, muchos muertos.

Claudia se sacudió con un escalofrío solo de pensarlo.

«Debe haber mu3rtos, con tantos b@l@s volando no es posible que todos hayamos salido ilesos. —Claudia se detuvo en ese pensamiento y miró a Paolo, quien a cada momento que pasaba se le llenaba más de s@ngr3 la camisa—. Bueno… no completamente ilesos.»

Claudia subió, sacó unas toallitas del bolso y paso una mano con ellas por el asiento para quitar los cristales, luego se sentó para mirar alrededor y observar lo que había quedado, hizo una mueca de desagrado al ver que uno de los guardaespaldas estaba mu3rto, lo estaban cambiando de carro mientras otro hombre le daba un beso en la frente.

—Son hermanos. —respondió Paolo a su pregunta silenciosa mientras el hermano cabizbajo se llevaba en el nuevo auto a su hermano mu3rto.

Ella los vio alejarse y los compadeció, pensando que no debe ser fácil ver a un familiar mo–rir a tu lado y no poder hacer nada, estaba segura de que este ataque no era fortuito, nadie aparece de la nada y comienza a disp@r@r contra otros sin un motivo, quizás alguien que no está bien de sus cabales, pero por los disparos está segura de que era más de uno, y no cree que haya un club de locos para atacar al primero que pase por esa carretera.

«Será una de las primeras preguntas.» —se prometió mirando a Paolo, quien miraba a uno de los autos que habían llegado, una de las ventanillas traseras estaba bajando, un hombre muy parecido a Paolo apareció detrás, quien con una sonrisa ladeada los saludó.

—Bentornata a casa, bella, mi scuso per non essere arrivata prima¹.

Claudia levantó una mano en forma de saludo, no sabía que responder a una disculpa por llegar tarde a una pequeña gu3rr@.

—Claudia, te presento a Enrico, mio fratello², no le hagas mucho caso, está un poco loco; Enrico te quiero lejos de mi mujer, Claudia es mucha mujer para ti. —Los presentó Paolo tratando de parecer serio, fallando en las últimas palabras, diciéndolas con rastros de risa.

—Me alegra conocer a tu hermano y que nos haya ayudado, pero ¿no es hora de continuar? Por si lo has olvidado, estás herido y necesitas cuidados.

Paolo se miró la herida con indiferencia, y ordenó al chófer reiniciar el viaje.

— Nos vemos en la noche, Claudia, si quieres cambiar de hermano, esta noche será tu oportunidad. —dijo Enrico guiñándole un ojo haciendo reír a Claudia y gruñir a Paolo.

Diez minutos después llegaron a una villa cerca del mar, Claudia no sabía hacia donde mirar de tan hermoso que era todo, la puesta de sol hacía que el lugar se viera de ensueño, hasta las personas que esperaban en la puerta de la entrada, se veían muy bien con el entorno.

—No me dejen fuera. —dijo el guardaespaldas que estaba al lado del chófer a Paolo.

Paolo asintió y salió del auto tendiéndole una mano para ayudarla a bajar, Claudia se la dio con el ceño fruncido y preguntándose si el hombre pidió lo que estaba pensando.

«¿Qué harán? ¿Devolver el ataque?»

—Tú no irás a ninguna partes. —ordenó Claudia a Paolo en voz baja, no quería que la familia de su esposo la escuchara pelear la primera vez que la conocía.

—Más tarde hablaremos de esto. —contestó Paolo también en voz baja.

—Más te vale. —dijo Claudia y puso una sonrisa en su cara para conocer al resto de la familia de su esposo que la miraba de arriba hacia abajo tratando de ocultar sin conseguirlo el desagrado por la ropa que Claudia traía puesta.

«Uyy, esta gente será difícil si ya empezamos así. —pensó Claudia con sarcasmo, y mirando a la mujer que se acercaba ella e imaginando quien era, siguió con su monólogo interno—. Los siento si mi ropa está llena de sangre por culpa de su hijo»

La madre de Paolo estaba vestida como si fuera a ir a una fiesta, y para sorpresa de Claudia se acercó a ella y la abrazó con afecto.

—Bienvenida a la familia, siento que tu llegada no haya sido bueno, nos encargaremos de revertirlo. —dijo Giorgia en español con un marcado acento italiano.

La madre de Paolo presentó al resto de la familia que se acercó a ella menos una señora mucho mayor que se quedó en la escalinata, Giorgia la presentó como Fiorenza la abuela paterna de Paolo; también estaba Danilo el padre de su esposo, Allegra la hermana más pequeña con su esposo Nevio y Giada la esposa de Enrico. Al terminar Giorgia le tomó por un brazo entrelazándolo al de ella y así entraron a la casa.

Mientras caminaban, Claudia se regañaba por haber pensado mal, al ver como la miraban al bajar del auto.

«Las apariencias engañan, quizás les desagrado la sangre que traía encima.»

Claudia miró hacia atrás buscando a Paolo, con la impresión se había olvidado que estaba herido.

—No te preocupes por él, le están curando la herida. Ahora nos ocuparemos de ti, esa ropa que traes debes de botarla. —dijo Giorgia al verla mirar para todo lados.

Claudia se sintió perdida en la habitación a la cual la llevaron, Paolo le preocupaba, y se sentía fuera de lugar en aquella hermosa casa, deambulaba por la habitación apreciando la decoración mientras esperaba por su esposo, pero al ver que pasaba el tiempo y no llegaba, fue al baño a darse una ducha, Giorgia le había dicho que cuando estuviera lista, bajara, querían conversar un poco con ella mientras esperaban por la cena.

—Al parecer, llegar con heridas de b@la es muy común por aquí.

                                     🗡🗡🗡🗡

Estaban terminando de cerrarle la herida a Paolo cuando entró su padre, Danilo entró y se sentó a esperar que el médico terminara de trabajar, no se veía preocupado por la herida de b@la que su hijo había recibido, estaban acostumbrados a ello, Paolo la mayoría de las veces estaba en las peleas que tenían con rivales de los Mancuso, para gran consternación de su padre, que tenía planes para él y no era que muriera tan joven.

—Tu esposa parece una chica agradable. —comentó Danilo—. ¿Crees que se adapte a esta vida que llevamos?

—Por supuesto, Claudia es fuerte. —respondió Paolo haciendo una mueca de dolor por el último punto hecho por el galeno.

—Presiento que ella no sabía donde se estaba metiendo. ¿Sabe a qué nos dedicamos? —preguntó Danilo sabiendo ya la respuesta de su hijo, la muchacha se veía enojada y a la vez perdida cuando llegó a la casa.

—No. —respondió Paolo sin agregar nada más a su respuesta.

—Aah, por eso se veía enojada cuando llegaron. ¿Crees que quiera seguir siendo tu esposa? El engaño no fue uno pequeño que se pueda perdonar tan fácil.

—Ella lo hará, no te preocupes por mí y por mi esposa, sabremos a partir de ahora lo que dará este matrimonio. —respondió Paolo antes de lavarse las manos y la cara.

                                           🗡🗡🗡🗡

Marko estaba en la oficina de Orazio en el antro que regentaban, no había venido por trabajo, hoy quería una boca de una de las chicas que tenían allí al rededor de su po–ll@, y Orazio le buscaría una de las mejores en la materia.

—Quiero que me quites a Geovanni de encima, solo viene aquí a molestar, ese imbecille³ está llamando demasiado la atención y puede atraer miradas no adecuadas para el negocio, ahora eres el jefe, tu padre le tenía lástima, pero, tú no tienes ese problema, haz algo.

Marko jugó con el vaso de whisky que traía en la mano antes de hablarle a Orazio.

—¿Estás diciéndome que hacer? —preguntó con aparente tranquilidad.

Orazio se removió en su asiento, sabía que detrás de esa calma había un demonio tratando de salir.

—No, te estoy poniendo al corriente de lo que está haciendo Geovanni. Ya sabrás tú qué hacer con él.

—Bien, ¿Dónde está lo que pedí? —preguntó Marko luciendo aburrido, hoy no quería hablar de Geovanni, solo desconectar descargándose en lo más profundo de una garganta femenina.

Marko estaba al exigir la mujer que había pedido cuando entró un sgarrista⁴ pidiendo disculpas por entrar sin llamar.

—¡¡Cazzo⁵!! —Gritó Orazio alterado porque el soldado entrara así en su oficina delante del jefe—, Che cazzo stai facendo entrando senza bussare?⁶

—Scusa, Renzo me envió a informar que varios hombres fueron heridos mientras estaban con Geovanni. —respondió el soldado.

—¿Dónde están? —preguntó Marko dejando el vaso sobre la mesa y poniéndose de pie.

—En su casa, señor, sus hombres ya están listos para partir.

Marko salió de la oficina de Orazio con ganas de asesinar a alguien, a Geovanni principalmente, su primo ya tenía veintiséis años para comportarse como un jovencito.

—Merde⁷!! Al final tendré que hacer algo con él, o perderé el respeto de los demás, ¡¡palle⁸!!

                                      🗡🗡🗡🗡

Marko escuchaba la explicación de su primo, apretando los dientes y la cabeza baja, haciendo lo imposible por no cogerlo por el cuello y acabar con él, habían muerto dos sgarrista, que Marko no sabía cómo habían escalado tanto si se dejaban llevar por Geovanni.

—¡¡Tenía que hacerlo!! Estaba fácil de m@tar. —decía Geovanni a Renzo.

—¿Y lo m@taste? —preguntó Marko haciendo que Geovanni temblara por la respuesta que tenía que dar.

—No, les llegó ayuda.

—Huumm, ¿No te deje bien claro que se iba a actuar contra los Mancuso cuando yo diera la orden? —Gritó Marko.

—Sí, pero…

—Sei uno stronzo¹⁰!! —Volvió a gritar Marko—. Non voglio più parlare con te!¹¹ Fuera de mi vista.

A Geovanni no hubo que repetírselo, salió casi corriendo de la habitación, para diversión de Renzo.

—No te rías por Dios, tendré que actuar en consecuencias con él, ya se está pasando en lo que hace.

—Bueno, dejemos a Geovanni de lado un rato, al tonto se le olvidó decirte algo importante que averiguó en su ataque fallido.

Marko miró con atención a su capo società, preguntándose que información valiosa podía tener el imbecille de Geovanni.

—Paolo trajo una mujer con él, la misma que lo acompañó en Venecia y tuvieron paseos románticos, ¿Quién crees que sea? No creo que Giorgia Mancuso acepte a cualquiera en su casa.

«¿Una mujer? Interesante»

—¿Qué quieres que hagamos con esta información? —preguntó Renzo a su capo locale.

🗡🗡🗡🗡

¹ Bienvenida a casa, hermosa, me disculpo por no haber llegado antes.

² Mi hermano

³ Imbécil

⁵ Literalmente Pene, aunque más bien equivale a nuestro Carajo, Coño, M****a.

⁶ ¿Qué coño haces entrando sin llamar?

⁷ Disculpen

⁸ M****a

⁹ literalmente, Pelotas. Aquellas a las que nosotros nos referimos como Huevos o Cojones.

¹⁰ Eres un idiota o, eres un gilipollas.

¹¹ ¡No quiero hablar más contigo!

¹² el jefe general, todos los campos cuentan con uno.

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