Claudia se separó de su hermana, con miedo, pensando que Yadira ya sabía lo que había hecho y había escogido este momento para hacérselo saber a la familia, esperaba ver repulsión en su cara, desprecio, suspiró de alivio cuando vio que sonreía, con lágrimas en los ojos, pero su hermana sonreía.
—Nos llamas cuando llegues a Italia, por favor no dejes de hacerlo. —dijo Yadira se alejó para dar paso a Corina, quien quería darle otro abrazo a su hija más pequeña.
Paolo comenzó a señalar el reloj, podían llegar tarde al aeropuerto porque el abrazo de Corina no terminaba, y aunque sabía que podían perder el vuelo no dejaba ir a Claudia, todos los allí presente la entendían, pero Juan Carlos tuvo que abrazarla por detrás y pedirle que la dejara ir.
—Cuando menos lo esperes estaré de visita, además, te llamaré a diario, y en cuanto pueda, podrás ir a visitarnos. —prometió Claudia a su madre.
Claudia siguió a Paolo hasta el taxi que los llevaría al aeropuerto internacional José Martí de La Habana, donde tomarían un avión hasta Venecia, allí se quedó de pie fuera del auto con la mano en la puerta abierta y miró alrededor, a la casa de los vecinos, a la suya y a su familia con los ojos picándole por el deseo de llorar. Sobreponiéndose al dolor de dejarlos, levantó la mano para despedirse de su familia, y con movimientos lentos entró al auto dejándose caer con tristeza en el asiento trasero del taxi.
—Los verás por videollamada a diario, y en cuanto el trabajo nos lo permita, vendremos a Cuba a visitarlos —dijo Paolo dándole un beso en la cabeza animándola.
—Lo sé, pero me da tristeza irme, nunca me había separado tanto tiempo y a un lugar tan lejano de mi familia. —respondió Claudia recostando la cabeza en el hombro de él.
Con una tristeza que le oprimía el pecho, llegó al aeropuerto.
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Doce horas después llegaron al aeropuerto internacional Marco Polo de Venecia, allí tomaron un transporte que los llevaría desde el aeropuerto hasta la casa donde se alojarían. Claudia estaba tan agotada, que no disfrutó del viaje que hicieron vía acuática en un transfer privado¹, el navegar por los canales de Venecia era algo que quería hacer desde que supo que era su primer destino en Italia; sin embargo, pensó que no tendrían tiempo de hacerlo. Paolo le había dicho a último minuto, ya sentados en el avión, que le encantaría un paseo romántico de ellos dos, navegando en una góndola por los canales; a Claudia le encanto la idea, aunque ya se había hecho a la idea que lo pasarían en una de las zonas turísticas de Calabria.
Al llegar a la casa, Claudia se asombró de su tamaño, esperaba algo más pequeño, algo como un apartamento de pocas habitaciones, su esposo le había confesado mientras iban hacia allí, que en realidad visitaban muy poco esa propiedad, sin embargo, allí encontró una mansión con un pequeño puerto en una de las entradas que daba hacia el canal, también le asombró la cantidad de guardias de seguridad que había cuidando los alrededores de la propiedad, y se lo hizo saber a Paolo, quien le respondió con mucha calma que por el trabajo de él y de su familia era lo más aconsejable.
—No sabía que la gastronomía fuera tan peligrosa. —comentó Claudia con el ceño fruncido, recordando que la familia de Paolo tenía una cadena de restaurantes.
—Solo es precaución, no nos va nada mal y queremos cuidarnos. —respondió el italiano sin otra explicación.
—Pero son muchos, ¿no basta con dos o tres?
Paolo sonrió como si considera que Claudia era muy ingenua al pensar que eran muchos hombres de seguridad, y sin responder le puso una mano detrás de la espalda invitándola entrar a la casa.
Claudia quedó con la boca abierta, su casa en el Vedado² era hermosa gracias a la ayuda recibida por un tío de ella, el hermano de Corina que vivía en los Estados Unidos había aportado una suma considerable de dinero para qué la casa tuviera el esplendor de antaño, y lo habían conseguido, su casa era una de las más hermosas de la zona; sin embargo, no se comparaba con la mansión de los Mancuso.
—Hermosa ¿verdad? Aquí vendremos cada vez que queramos escapar de Calabria. —dijo Paolo al ver la cara de asombro y placer de su nueva esposa.
—¡Genial! Siempre quise visitar Venecia —comentó Claudia con entusiasmo—, y esta casa está hermosa, presiento que lo pasaré muy bien aquí.
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Marko entró a su habitación y comenzó a quitarse la ropa suspirando de cansancio, estaba agotado luego de un largo día donde fue confirmado como capo locale³. La mu3rt3 de su padre a manos de un clan rival lo obligó a asumir el mandato de su locale⁴, era algo que quería, no obstante había esperado que fuera unos años más tarde, la mu3rt3 de Flavio había sido un golpe fuerte en la familia y estaban haciéndose poco a poco a la idea de que ya no lo tendrían como jefe de la familia. Marko terminó de quitarse la ropa quedando en bóxer, se pasó los dedos a través del cabello y caminó hasta la puerta que lo llevaba hasta el balcón, puso un brazo en ella y recostó la cabeza en él; miró a través del cristal hacia afuera, hacia la noche oscura, tan oscura como su alma, y comenzó a idear planes para su v3ng@nz@, los Mancuso no se salvarían, cada uno pagaría por la vida de Flavio, y de una cosa estaba seguro, no sería piadoso, su venganza sería tan eficaz que haría desaparecer a todo un clan.
Toques fuertes en la puerta de su habitación sacaron a Marko del bucle de pensamiento vengativo contra los Mancuso, se apartó de la puerta de cristal, tomó un albornoz y alzando la voz pidió a la persona que tocaba que entrara a su habitación. Giovanni, uno de sus primos, entró muy animado, moviendo una de sus manos, que contenía un teléfono, y le comunicó la nueva noticia que había recibido.
—Paolo Mancuso ya está en Italia, específicamente en Venecia, ¿Quieres que actuemos contra él?
Marko lo meditó, preguntándose si quería que sus hombres fueran tan lejos, o esperar a que estuviera en territorio conocido.
—No hagan nada, quiero que los Mancuso vean con sus propios ojos como podemos acabar con ellos, en un lugar que están seguros de que ellos mandan. —respondió Marko con calma.
—¿Estás seguro? Tengo la gente idónea para el trabajo. —preguntó Geovanni entusiasmado.
—Lo estoy, no hagan nada por ahora —respondió Marko, y despidiéndolo con una mano le dijo—; ahora déjame solo, quiero descansar.
Al salir Geovanni de la habitación, Marko se dirigió al baño para darse una ducha, debajo del chorro de agua sonrió, no tendría que esperar tanto, en cuanto Paolo Mancuso entrara a Calabria, estaría yendo directo a su mu3rt3.
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Días después
Claudia observaba a Paolo, él iba hablando en italiano con alguien por teléfono, en su italiano rudimentario entendía que su esposo se justificaba con alguien por demorarse tanto en Venecia, al parecer, la otra persona no consideraba que fuera necesario tantos días de luna de miel; Claudia suspiró y comenzó a mirar fuera del auto que tomaron luego de llegar al aeropuerto internacional de Lamezia Terme, los recuerdos de esos días llegaron a ella, el paseo en barco por las islas Murano, Burano y Torcello, le encantó conocer las tradiciones de cada una y viajar en el tiempo situándose en épocas pasadas. Disfrutaron de un almuerzo contemplando las vistas y los canales a bordo de un precioso Galeón Veneciano, y por último un paseo en góndola por el Gran Canal. Lo único que le contrarió y aunque no entendía por qué en Cuba lo habían hecho muchísimas veces, fue que Paolo no le dejó publicar en sus redes sociales ninguna de las fotos que tomaron, según Paolo, su familia llevaba un bajo perfil en Italia donde no publicaban nada personal, ella aceptó porque sí le permitió enviárselas a su familia por mensajes privados. Claudia iba en el auto preguntándose qué tenía que ver su vida marital con el resto de la familia.
Las voces agitadas de Paolo y los guardaespaldas que venían en el auto, la sacó de su ensimismamiento, los autos aceleraron, los autos que los custodiaban y el auto que ocupaban, Claudia se asustó, no entendía que pasaba.
—Claudia, baja hasta el piso, nos viene siguiendo y puede ser muy peligroso, no te levantaste de ahí hasta que yo te avise. —le ordenó Paolo cuando se sintieron dis–pa–ros y ba–las pasando cerca.
Claudia obedeció sin rechistar, ¿qué estaba pasando? ¿Por qué les dis–pa–ra–ban? Esas y más preguntas venían a su mente.
Un grito ahogado escapó de los labios de Claudia, y el rostro se le puso pálido cuando el auto en el que iban comenzó a dar zigzag, las ba–las cada vez pasaban más cerca. El corazón de ella se detuvo cuando vio que los guardaespaldas sacaban ar–mas y le daba una a Paolo, y los hombres bajaban las ventanillas del auto para comenzar a devolver el fue–go a los enemigos.
—¿Qué pasa? —exigió Claudia desde el piso del auto.
—Ahora no, Claudia, cuando estemos seguros en casa. —respondió Paolo sin mirarla, dispa–rando y recargando el ar–ma cuando se quedaba sin muni–ción.
Claudia comenzó una plegaria, ¿este sería su fin? ¿Mo–rir por una ba–la sería su castigo por el pecado cometido?
—¡¡Paolo!! —Gritó al ver que la camisa que traía él puesta se manchaba de rojo.
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¹ transfer privado
Traslado privado en taxi acuático desde el centro de la ciudad hasta el aeropuerto de Venecia. El taxi lo recogerá en el muelle privado de su hotel, o (si no está disponible) en el muelle más cercano accesible. El tiempo de recogida será de 3 horas antes de que su vuelo despegue.
²Vedado
Conocido oficialmente como Municipio de Plaza de la Revolución, es el núcleo comercial y el principal barrio residencial de La Habana. Vedado es una de las zonas de La Habana que más se asemeja a una gran ciudad, en cuanto a edificaciones y esparcimiento se refiere. Cuenta con un pequeño grupo de rascacielos inspirados en el arte Art Déco de las edificaciones de Nueva York y Miami.
³Capo locale
LÍDER (o Jefe Local): es el jefe del club, por lo que decide, de forma autónoma, las modalidades operativas finalizadas a la consecución del fin social ilícito; convoca las reuniones del club, decide las afiliaciones y promociones, dirime los conflictos entre los afiliados del club y, sobre todo, dirige la actividad delictiva en el territorio de su competencia.
⁴ Locale
La "Localidad" es una estructura de coordinación de la 'Ndrine que, sin embargo, requiere al menos 49 afiliados para constituirse. La apertura, el cierre y la suspensión de un local son decididos por el local de San Luca, llamado, por este motivo, "Mamma". Se difunden en toda Calabria y en las regiones de Italia, pero también en el extranjero, llegando al orden de un millar de locales en todo el mundo.
Claudia trató de pararse del piso del auto, angustiada al ver a Paolo he–rido, no entendía como podía seguir disp@r@ndo si en la cara se le notaba que estaba adolorido, él se lo impidió, sin mirarla le ordenó seguir donde estaba.—¡¡Estás h3rido!! —Gritó ella entre angustiada y enojada.—He tenido h3rid@s peores, no te preocupes y quédate donde estás. —respondió Paolo con los dientes apretados y continuando con los disp@ros.Claudia se puso las manos en la cabeza cuando una ráfaga de b@l@s dieron contra el cristal trasero del auto y terminó de romperse completamente, Paolo cayó encima de ella protegiéndose de las b@l@s y a ella de los cristales.—¿Qué venden en esos restaurantes que quieren verte mu3rto? ¿Mu3r3 alguien entre plato y plato? —preguntó Claudia con sarcasmo.—En casa, Claudia, allí hablaremos con calma. —respondió Paolo regresando a su posición y continuó disparando.Claudia no sabía de donde sacaban tantas municiones, cuando subió al auto todo parecía normal, no un carro
Marko lo meditó, quería ir contra los Mancuso cuanto antes, no quería verse como un jefe débil que no podía actuar cuando era atacado, sin embargo, no quería apresurar las cosas, si actuaba antes de tiempo, sin un plan bien elaborado, sin tener más información, podría fracasar como fracasó Geovanni el día de hoy, y eso, eso lo haría ver mucho más débil a ojos de su gente, aliados y de sus enemigos, no lo podía permitir, su puesto se lo había ganado a pulso, no por haber sido hijo de Flavio De Luca, suspiró y miró a su capo società, su jefe general era su primo de mayor confianza, con quien más afinidad sintió, lo que nunca sintió con su propio hermano, un inútil que solo sabía gastar dinero, sin importarle de donde salía mientras pudiera gastar en lo que quisiera, las veces que tuviera un capricho. —Estoy seguro de que lo mejor es recopilar información, ver cómo acabar con ellos poco a poco, ¿qué piensas? —Consultó con Renzo, como su capo società, no como su primo. —Que debe ser así
Paolo levantó a Claudia pasándole un brazo por debajo de las piernas y otro por detrás de la espalda, y sin darle tiempo a reaccionar la dejó caer suavemente en la cama, subió rápido posicionándose encima de ella, le tomó las manos sujetándola por encima de la cabeza y acercando el rostro al de ella, solo separándolos unos milímetros le respondió:—No tesoro, tu lugar es aquí, conmigo. Hay un papel que firmaste que dice que eres mía.Claudia pasó en un segundo por varios estados de ánimo, sorpresa, miedo, tristeza y por último enojo. Le daba coraje que Paolo no le dijera en donde se iba a meter al casarse con él. La enojaba que ahora se autoproclamara dueño de ella, a ella que siempre fue tan libre. Claudia lo miró a los ojos sin reconocerlo, se veía calmado, como si fuera otro hombre, aunque por fuera no hubiera ningún cambio significativo.—Sé que me quieres, y con el tiempo llegarás a amarme. —comentó Paolo mientras tomaba las manos de ella en un fuerte agarre con una de las suyas
—¡No me toques! Estoy muy enfadada contigo. —gritó Claudia enojada cuando Paolo intentó abrazarla.Él hizo el intento de abrazarla otra vez, pero dejó caer las manos cuando ella frunció el ceño y apretó los labios. Ellos habían terminado de tener una conversación, Claudia le había planteado que quería trabajar si ya no era una opción regresar a su país, en este punto habían tenido una pequeña discusión, Paolo no creía conveniente que ella lo hiciera por el momento.«—¿Por qué no? —había preguntado ella.—Mi clan está en guerra con otro clan vecino, y puede ser muy peligroso para ti —respondió él.—Tu hermana y tu cuñada van a la universidad, ¿por qué yo no puedo trabajar? Además, no sería mañana, tengo que esperar al menos tres meses para poder hacerlo. —Intentó nuevamente de convencerlo.La respuesta de Paolo fue decir que solo trataron de protegerla, Allegra y Giada sabían cuando podían y cuando no podían salir de la casa, Claudia se enojó más si eso era posible, pensaba que Paolo l
Paolo observaba a Claudia desde la terraza, estaba completamente seguro de que ella estaría unos días disgustada por la mentira por omisión y luego todo volvería a ser como antes, como los pocos meses que llevaban de relación antes de llegar a Calabria. Una sonrisa ladeada asomó a sus labios, tenía el método perfecto para convencerla, Claudia era muy sexual, ser seducida por él no la dejaría pensar en nada más, y ese sería su plan inicial, comenzaría por ahí, distrayéndola para hacerla olvidar, o al menos se acostumbrará como su hermana lo hizo, como su madre, como su abuela y tantas generaciones de su familia, está vez hará lo posible y lo imposible para no repetir el error que cometió con Livia. Paolo siguió contemplándola, Claudia movía los pies en el agua y tenía la cara levantada mirando hacia el cielo azul. Suspiró complacido, su mujer estaba encantada con las vistas del mar, lo había dejado claro al no salir prácticamente de aquella terraza desde que Allegra se la mostró. Las v
Claudia miró de arriba hacia abajo al hombre que tenía frente a ella, levantó una ceja y cruzándose de brazos respondió de manera altanera:—¿No lo ve? Estoy saliendo de aquí, me voy a mi casa.Orazio comenzó a reír, e hizo señas al guardia para que la llevara dentro de la habitación.—¡Suéltame!, ¡déjame ir! —Gritaba ella mientras el guardia la arrastraba dentro.Orazio rio más fuerte y Claudia trató de llegar a él para hacerlo callar. Sus uñas casi lograron su objetivo de alcanzar su rostro, pero el soldado ejerció un poco más de fuerza bruta y lo alejó del hombre que la estaba haciendo enojar con su risa burlesca.—Me divierte como actúas; sin embargo, no lo intentes otra vez. —dijo Orazio quedando serio de repente—, si no, lo pasarás muy mal, muyy maall.—Lo volveré a intentar. —respondió la cubana tratando de no parecer asustada por la amenaza.La mujer que le había llevado la comida escogió ese mismo instante para seguir su camino, se había quedado parada detrás de ellos en el p
La puerta se abrió y Claudia se incorporó en el colchón esperando que la chica que cada día le lleva la cena entre por la puerta, hizo una mueca de desagrado cuando fue Orazio quien entró en la habitación.—Ponte de pie —ordenó él quedándose cerca de la puerta—; hoy comenzaremos tu entrenamiento.Claudia preguntó a qué entrenamiento se refería y al recibir la respuesta se negó, diciendo que ella no haría tal cosa, Orazio sonrió y le dijo que ella no tenía decidía que hacer y que no.—Ven conmigo por las buenas, o te llevaré arrastrando por cabello a través del pasillo hasta donde tenemos que ir.Claudia pensó seguir negándose, pero lo pensó mejor, si salía de esta habitación tendría mejor chance de escapar, reconocer el lugar y ver los lugares vulnerables. Se puso de pie y salió con la cabeza levantada, pasando frente a Orazio tratando de no tocarlo.—¿Para dónde tenemos que ir? —preguntó de espaldas a Orazio, ansiosa por salir a cualquier sitio fuera de allí.Orazio la tomó por un br
Claudia observaba la ciudad a través del cristal de la ventanilla del auto con la frente apoyada en este. Se había resistido a tener que hacer este viaje, Orazio la amenazó si no lo hacía, diciéndole que regresaría a la habitación en la cual estaba a su llegada al club, el mismo día que la había llevado con las demás había recibido una pequeña habitación con mejores condiciones, ella le respondió altanera por la amenaza recibida y había recibido una cachetada tan fuerte que le había dejado una marca, marca que ahora llevaba escondida por el maquillaje. Se puso una mano en la mejilla, jurando que ese hombre recibiría su merecido por lo que le estaba haciendo. Claudia suspiró y pasó la punta de un dedo por el cristal, y se puso a pensar en Paolo, en qué estaría haciendo, ¿la estaría buscando? ¿Qué mierda estás haciendo que no me has encontrado?—Estamos llegando, cambia la cara por una más alegre, el cliente está pagando mucho dinero por ti. —Exigió Luigi, Orazio la había enviado con él