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Llegamos a Paris, Francia.

Alejandro tenía razón, no era lo mismo viajar por mi sola, que estar al lado suyo. De inmediato fuimos recibidos por un hombre de traje negro y lentes de sol oscuros.

–¡Soyez le bienvenu! –Nos da la bienvenida mientras los dos bajamos del jet.

–Merci. –Le agradecí al entenderle de inmediato. El hombre se quita los lentes al verme, dejándome ver unos enormes ojos azules, mientras que su cabellera era negra

–¡Quelle belle jeune femme! –De inmediato hizo un cumplido de mi belleza, mientras Alejandro nos miraba a los dos con enojo.

–Rupert, ¿Por qué no hablas español? –El tal Rupert se da cuenta que ha estado coqueteando con la esposa de su amigo.

–Perdóname, es que no pensé que su esposa hablara francés.

–Pues si lo hace. –Le dice de inmediato. –Se crio en este lugar.

–¿En serio? –Me mira mientras yo asentía con la cabeza. –Pero bueno, me presentare de nuevo. Soy Rupert, yo cuidare de ustedes y les enseñare los mejores lugares a donde ir. Aunque creo que
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