(37)

Baje hacía la sala que estaba oscura, mientras escuchaba el sonido del reloj una y otra vez, mirando por la ventana que daba hacía su hermoso jardín. Mis manos estaban cruzadas mientras algunas lagrimas se paseaban por mi cara. Era la primera vez en mucho tiempo, que me sentía triste o sola. Pensé que, al casarme con alguien como Alejandro, el matrimonio estaría lleno de felicidad, pero supuse que no todos los matrimonios son felices y pesar de que quería seguir pensando, sobre lo que había pasado en esa habitación, una voz llamo mi atención.

Di media vuelta, para darme cuenta que era la madre de Alejandro. Clarisa prendió la luz, haciéndome una ceguera de algunos segundos.

––La gente siempre dice, ¿por qué las jóvenes tan hermosas lloran? No deberían de llorar, porque simplemente son hermosas. ––Yo solo me trague algunas lágrimas, mientras veía a la mujer, con un pijama de seda dorada. ––La gente tonta siempre dice eso, como si una cara bonita no pudiera tener problemas.

Yo no dije n
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