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Salimos a la azotea del lugar, que tenía una hermosa vista a la luna y las estrellas. Tomar su mano me hacía sentir como si estuviera volando. No quería nada más que esta al lado de mi esposo mafioso. No me importaba cuantas personas él haya matado, lo amaba demasiado. Casi a morir.

Posa sus manos por mi cara y me besa, mientras el viento frio nos cubre. Me sentía la mujer más amada de este mundo, pasando mis manos por su cabellera sedosa.

–Tenemos que irnos. –Me dice entre besos. –No puedo esperar más tiempo.

Yo solo sonreí mientras tomaba su mano con fuerza. Alexander como un niño me hacen correr con él, metiéndonos en la fiesta y esquivando a miles de personas, para poder salir de la enorme mansión. Era realidad, los dos queríamos un momento a solas.

Cuando llegamos a la salida podemos ver a nuestro chofer fumando un cigarro. Por supuesto que lo asustamos, ya que nos vio correr hacía la limusina como un par de locos. ¿Quién demonios se querría ir de una fiesta tan exclusiva como
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