Capítulo 3

Necesitaba regresar a casa para poder sacar algunas de mis cosas, estaba decidida a divorciarme de Saúl, no quería estar atada a un hombre miserable como él que fue capaz de verme la cara por no sé cuanto tiempo.

 Tomo un taxi con el poco dinero que encontré en mi chaqueta y luego de llegar a casa, entro esperando no encontrarme con ese hombre, cuando observo que no hay nadie, subo las escaleras y entro a la habitación   que fue nuestra por los últimos años.

busco rápidamente una maleta para poder colocar lo poco que tengo en ella,  en el armario tomó mi ropa y también la caja en la que ahorre el poco dinero que Saúl me daba, con eso podre vivir un par de días mientras consigo algo en que trabajar, puede que mi carrera de contadora sirva ahora.

 Salgo de la habitación y me encuentro con el hombre que decía amarme y que me traiciono el día de nuestro aniversario

—Pensé que no regresarías más, pero al parecer no puedes alejarte de mí—aprieto con fuerza las manos a mis lados.

—Solo vine por mis cosas, quiero el divorcio.

Lo veo apretar la quijada con fuerza.

—No vas a hacer nada de eso, no pienso darte el divorcio, aunque no te quiera cerca, puedes vivir en una de las habitaciones de huéspedes, pero seguirás casada conmigo porque no voy a perder mi trabajo por tu culpa.

Sin imaginarlo, ni verlo venir, siento como golpea con fuerza mi mejilla haciéndome caer al piso con fuerza, sollozo apretando los labios, siento un peso muerto en la parte izquierda de mi chaqueta y rápidamente meto la mano encontrándome con un arma en ella.

abro los ojos por la impresión, pero no lo demuestro mucho para que él no se dé cuenta, y como puedo me levanto para tomarla y apuntarle haciendo que él se sorprenda.

—Nunca en tu miserable vida me vuelvas a tocar, y me voy a ir de aquí, porque no pienso ser el juguete de nadie, decidiste quedarte con tu amante, pues atente a las consecuencias —Intenta acercarse, pero lo amenazo con el arma —. Si te acercas te juro por Dios que voy a dispararte — Sonríe negando sin dejar de mirarme.

—No serias capaz de hacerme daño, aunque lo niegues, aún me sigues amando.

Vuelve a acercarse y sin darme cuenta disparo dándole en el brazo, ambos nos sorprendemos, pero a diferencia de él, yo me recompongo rápido.

—Nunca más me vuelvas a subestimar, así que quítate de mi camino porque me voy a largar de este lugar ahora mismo.

Aprieta con fuerza su mano sobre la herida y en ese momento escucho sirenas de policías, angustiada porque estoy segura de que los vecinos llamaron la policía, intento salir, pero él me lo impide colocándose rápidamente de pie.

—No vas a salir de aquí, porque me vas a pagar lo que acabas de hacer.

Asustada me alejo de el porqué sé que está enojado y la verdad no sé qué pueda hacer este hombre, nunca lo conocí en realidad. Pasan los minutos y veo como la puerta es abierta y un policía entra observando todo con curiosidad y cuidado.

—Llamaron porque escucharon un disparo, ¿se encuentran bien?—Saúl rápidamente niega

—No, estoy herido, mi mujer me disparo, quiero que la metan presa por lecciones personales— El policía lo observa entrecerrando los ojos.

—¿Quiere meter a su mujer a la cárcel?—Él asiente.

—¡Casi me mata, esta loca! —Abro la boca sorprendida.

—¡Tú me golpeaste, solo estaba defendiéndome!

El policía nos observa con aburrimiento

—Deben los dos acompañarme a la comisaría, usted —dice observando a Saúl —. Vaya a que lo revise el médico, luego debe ir a la comisaría, si no lo hace lo arrestaremos por desacato.

Aprieta la quijada y solo asiente regalándome una mirada de odio cuando sale de la habitación dejándome sola con el policía, observo como el hombre suspira negando.

—Si te golpeo, debes tener pruebas de ellos, porque el sí las tiene en tu contra — alarga la mano y señala la pistola que aún tengo en mi mano —. Ahora entrégueme eso —Suspirando lo hago rápidamente.

 

No sé cuanto tiempo pasa porque no presto atención al camino, pero cuando el policía abre la puerta, sé que llegamos a la comisaría al final, caminamos dentro y soy dejada en una sucia y mugrienta Celda.

 Me siento en la pequeña cama del lugar y suspiro porque no sé en qué momento mi vida cambio tanto, lo tenía todo y ahora solo soy una mujer engañada y encerrada, sin un peso ni una casa en donde vivir, nada de esto puede ser cierto.

Ayer casi fui atacada por unos malditos borrachos y gracias a un desconocido nada de eso pasó, ahora también le debo a ese hombre un dinero que no sé cómo voy a poder pagarle porque no tengo un centavo, mis ahorros se quedaron en esa casa en la cual cuando Saúl regrese va a encontrarlos y las cojeras para él. Todo es horrible y una m****a, estoy jodida.

Observo como el policía que me trajo se acerca a la celda.

—Alguien vino a verte.

Levanto una de mis cejas en su dirección porque no entiendo quién puede ser, no tengo familia y Saúl no creo que sea.

—No tengo nadie que pueda venir a verme —levanta los hombros.

—No lo sé chica, alguien está esperándote, así que apúrate.

 Me levanto de mi lugar para acercarme a la celda y salir cuando el policía abre la puerta, camino detrás de él hasta una puerta que abre y cuando veo a la persona que está dentro, abro la boca con asombro y sorpresa.

—¿Usted?, ¿Cómo sabía que estaba aquí? —El hombre que me salvó me observa con una gran sonrisa en su rostro.

—No hay nada en esta ciudad que yo no lo sepa niña, ahora entra y siéntate, debemos hablar.

Suspirando hago lo que me dice y me siento frente a él viéndolo con un traje parecido al que tenía el día que me salvó.

—¿Por qué está aquí? —Lo veo acomodarse las mangas de su camisa.

—Vengo a sacarte de aquí, resulta que tu marido es un imbécil y tú tienes una deuda conmigo, si estás aquí no vas a poder pagármela y no me sirves así.

Aprieto con fuerza las manos cuando dice eso, estoy jodida al tener que pagar algo que no pedí por qué nunca imagine que tendría que estar en una situación así cómo está, pero este hombre se ve muy peligroso, no sé por qué, pero algo me dice que esa arma que encontré en mi ropa era de él,

no estoy segura, pero solo el era la persona que podría haber puesto esa arma en mi chaqueta, lo que no se es porque lo hizo, gracias a eso estoy ahora aquí, porque pensé que mi ex me iba a matar y solo tome la oportunidad.

 Observo al hombre con un poco de curiosidad y también miedo, cada vez puedo confirmar que ese hombre no solo es un importante empresario del país, algo turbio y oscuro se esconde detrás de él.

—¿Me puede sacar ahora mismo?.

Se pasa las manos por su pelo negro como la noche, haciendo que una sensación nada conocida para mí se apodere de mi cuerpo.

—Deberás pasar la noche en la comisaría, mañana a primera hora estarás libre y podrás hacer lo que sea que harás para pagarme mi dinero.

Aprieto los dientes con fuerza porque esto es una m****a, salgo de una para entrar en otra, ¿algo peor me podría pasar?.

—Bien, imagino que la fianza también tendré que devolvérsela —Asiente.

—No soy un centro de caridad niña, lo sumaré a la lista de tus deudas conmigo.

 Suspiro recostando la cabeza en la mesa, porque ahora mismo solo deseo que sea un chiste o un sueño de mal gusto —Necesito irme, mañana podrá estar afuera —levanto la mirada, encontrándolo de pie en la puerta.

—Gracias, no sé por qué hace esto, pero igual se lo agradezco.

Se queda en silencio unos minutos y luego abre la puerta, pero no sale por ella, sino que me mira fijamente.

—No deberías agradecerme, creo que agradecerás no haberme encontrado jamás.

Arrugo mi entrecejo confundida, pero no puedo decirle nada más porque el hombre desaparece por la puerta.

 Luego de eso solo me regresaron a la celda y estaba tan agotada mental y físicamente que me recosté en la esquina de la celda y recogí mis pies abrazándolos a mi cuerpo, necesitaba dejar salir todo lo que mi cuerpo estaba sintiendo, por lo que grite con toda mis fuerzas haciendo que mis cuerdas vocales ardieran.

—Cierra la boca perra, quiero dormir —Levanto la mirada para observar a una de las mujeres que comparten celda conmigo con la mirada enfurecida.

—No estoy haciendo nada malo.

La mujer se levanta y las demás hacen lo mismo que ella.

—No puedo dormir con tus malditos gritos

—¡Es que no pertenezco a este lugar! —Ellas ríen y la rabia se apodera de mi cuerpo.

—Todas decimos lo mismo, cariño, pero en el fondo tenemos un poco de m****a —Aprieto las manos y me levanto de mi lugar.

—Pues yo no, no sé ustedes.

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