Capítulo 4

—¿Te crees más que nosotras?, ¿eso es lo que quieres decir?

¡Mierda!, no debí decir eso, estas mujeres pueden matarme.

—No quise decir eso, ustedes están malinterpretando todo.

La mujer que parece ser la líder de ellas se acerca a mí y aprieta mi rostro con fuerza.

—Eres una pobre estúpida con dinero que se cree más que las demás, así que vamos a enseñarte que no es así y que todos estamos hechos de la misma m****a.

Grito con fuerza cuando me golpea el rostro haciendo que caiga al piso con fuerza.

—¡¿Qué están haciendo?!.

Me observan con una gran sonrisa en el rostro que me recorre el cuerpo de pies a cabeza.

—Dándote una lección.

Niego cuando de nuevo se acerca a golpearme.

—¡No me toquen, no se les ocurra tocarme!.

Peleo con todas mis fuerzas, pero es inútil, son tres contra mí, siento como golpean mi rostro y abdomen con fuerza, veo estrellas y todo me da vueltas, necesito que se detengan o van a matarme. Sigo pateando y peleando hasta que escucho como llega un guardia

—¡¿Qué rayos creen que hacen?!, cada una regrese a su lugar ahora mismo.

Siento como los golpes dejar de llegar y mis sentidos regresan de nuevo. Abro uno de mis ojos con cuidado porque me duele horrores el rostro, el guardia me observa con mucha rabia y no entiendo por qué

—Las zorras del padrino, como siempre, buscando problemas.

Me acomodo de nuevo en el rincón sin decir una sola palabra porque no entiendo por qué me dijo eso y mucho menos sé quién rayos es el padrino.

Siento como un balde de agua fría cae con fuerza en mi cuerpo haciendo que me levante de golpe, Jadeo con fuerza observando al guardia frente a mí con una gran sonrisa en su rostro

—Hora de irse bella, durmiente, saca el culo de aquí.

Me abro a mí misma y como puedo y mi cuerpo adolorido me lo permite, salgo de la celda detrás de él.

—Regresa pronto muñeca.

Suspiro escuchando las risas de esas mujeres detrás de mí, camino sin mirar a nadie y cuando salgo de la comisaria veo un auto negro y lujoso en la entrada, levanto una de mis cejas confundida, no esperaba que nadie viniera por mí, en realidad no tengo a nadie, así que ver ese auto ahí me da mucha curiosidad. Veo como el vidrio del auto es bajado y observo el rostro de el hombre que aparece en cada lugar al que voy.

—¿Te vas a quedar ahí parada?, porque veo que no te fue nada bien  dentro, aunque si quieres regresar puedo ayudarte a que lo hagas—sacudo mi cabeza alejando el sentimiento de confusión al verlo hoy de nuevo

—Pensé que vendría alguien más por mí —Niega.

—Estuve pensándolo bien y como veo que no tienes a nadie, preferí venir yo mismo, no quiero que escapes —gruño caminando hasta el auto, aun dudando si subir o no.

—No haré eso, no puedo

—¿Por qué? —Me quedo callada y él solo rueda los ojos —. Mejor sube al auto y no me hagas perder el tiempo.

Asiento con mucho dolor en mi cuerpo, así que lo menos que quiero ahora mismo es discutir con este hombre. Subí al auto como pude y mis heridas me lo permitían, cuando las puertas se cerraron, la atmósfera en el auto era tensa y muy incómoda, pero no podía quedarme con la duda que me estaba carcomiendo desde que desperté en esa habitación.

—¿Por qué me salvaste?, ¿Quién eres en realidad? —El hombre me observa con una expresión en el rostro que me estremece de pies a cabeza.

—Solo ayudé a una mujer que lo necesitaba, tengo madre y hermanas, si estuvieran en la misma situación también lo haría, pero no te acostumbres, no siempre soy tan bueno.

Sus últimas palabras hicieron que un escalofrío me recorriera el cuerpo de pies a cabeza

—Y todos me conocen como el padrino o el diablo.

—Imagino que ese no es su nombre real, quisiera saberlo si es posible —Se queda en silencio con la mirada en el frente y luego suspira.

—Soy Reece O’Sulliva.

Abro los ojos grandemente porque conozco muy bien ese nombre, es el dueño de la compañía de autos modificados más grande de todo el mundo, aparte de que está siendo acusado de ser un jodido mafioso, ¿Cómo carajos termine en esto?.

—Por la expresión de tu cara, sabes quién soy —Asiento aún en shock.

—Quién no sabe quién eres… Se dice mucho de ti.

Sonríe y eso me confunde, porque cualquier persona estaría enojado de que le dijeran que es un mafioso, pero parece que él está muy orgulloso de eso.

—Es bueno estar en boca de todos, no solo crea admiración, también miedo y respeto.

—¿Y eso te hace sentir bien? —Levanta los hombros sin importancia.

—La verdad me da igual, pero no voy a negar que me da mucha satisfacción.

Suspiro porque no puedo creer que él en serio hubiera dicho eso, pero no pienso decir nada más, ahora mismo necesito un jodido hospital.

—Necesito ir a un hospital, ¿puedes llevarme?—Asiente indicándole al chofer que nos lleve a la clínica vip de la ciudad, pero yo niego—. No, mejor que sea a una pública, no tengo dinero para pagar una cuenta tan costosa —Reece solo rueda los ojos.

—Lo haré yo, lo agregaré a la lista de tus deudas conmigo— esa lista cada día se ve más grande y lejana de poder pagar.

Me sentía incómoda estando con este hombre en el mismo auto, no sé por qué, pero aún sigo pensando que lo he visto en algún lugar, no puedo creer que terminara en un mismo lugar con el hombre más importante de Inglaterra y muchas partes del mundo, no sé qué rayos pensé al emborracharme como una jodida adolescente, carajo, tengo veinticinco años, debía actuar como una mujer madura y sensata. 

Cuando observa las puertas de la clínica jadeo de alivio, me duele el maldito cuerpo, esas mujeres casi me matan. El auto se detiene y rápidamente bajo de él, sintiendo como ese hombre también lo hace a mis espaldas. Camino hasta la entrada, pero me detengo de golpe cuando veo en la puerta a Saúl y esa mujer que me observan con furiosa y desprecio

—¡Oye m*****a, ¿Qué rayos haces fuera de la cárcel?!.

Por un impulso que no sé dé donde saque, tomo de la mano a Recce, haciendo que la mirada de las personas que tengo frente a mí se entrecierren en mi dirección.

—Voy a denunciarte por intento de homicidio, vas a pudrirte en la cárcel.

Dios, no quiero regresar a ese horrible lugar, si me encierran de nuevo con esas mujeres, estoy segura de que van a matarme. No puedo decir nada por qué siento como la mano de Recce se posa en mi cadera para acercarme a él.

—No vas a denunciar a nadie, ella ahora es de mi propiedad y creo que no eres estúpido, sabes lo que puede pasar si alguien toca lo que me pertenece.

Sus palabras me producen un escalofrío por todo el cuerpo, no es agradable que alguien te trate como si fueras un mueble viejo. Saúl observa a mi acompañante con miedo y algo más que no descifro.

—¿Eres su amante?—Podría decirle que no, pero la verdad me vale m****a lo que piense de mí, eso es lo que menos me importa ahora —. Como tienes el descaro de exigirme a mí algo cuando tú también hacías lo mismo.

Aprieto las manos a mis lados y estoy dispuesta a decirle mil insultos, pero Recce se adelanta.

—Eso no es problema tuyo, ella dejó de ser tu esposa desde que puse los ojos en ella, así que es mejor que firmes el documento que te envío mi gente rápido, no querrás que te visite, sabes que no suelo ser para nada agradable.

—No podemos divorciarnos, ella tiene una cláusula que se lo impide.

Abro los ojos sorprendida porque nunca pensé que esa cláusula existiera aún, él me dijo que no era así.

—Me dijiste que no existía, eres un sucio de m****a Saúl.

Aprieta la quijada y da un paso adelante, pero el brazo de su amante lo detiene. Observo como Elisa no deja de mirar al hombre a mi lado y me muevo incómoda.

—Como puedes estar con una mujer como ella.

Quiero matarla, juro que ahora mismo eso es lo que quiero.

—No me gusta lo usado, prefiero lo exclusivo y sin uso, soy muy exigente con mis cosas —Ella aprieta los dientes porque hasta yo misma entendí lo que él quiso decir —. Ahora quítense de mi camino porque no tengo tiempo que perder.

Con una última mirada se hacen a un lado y pasamos sintiendo como mi exesposo no me quita la mirada de encima.

—No te acostumbres a eso, es la primera y última vez que cuido tu culo, no soy niñera de nadie.

Aprieto los labios con fuerza, pero no digo una sola palabra, sé que él es capaz de cualquier cosa, cada vez comprendo lo peligroso que es ese hombre.

 

No duramos más de una hora en la clínica, tenía moretones por todo mi cuerpo y gracias a Dios no me rompieron algún hueso o algo peor, no sabía que iba a pasar, tenía una deuda que pagar y también buscar un trabajo y un lugar donde vivir. Observo la mansión en la que despierte hace unos días y los nervios se apoderan de mi cuerpo; Cuando se detiene el auto y él baja de él, no sé qué rayos hacer, mis manos tiemblan y solo quiero desaparecer de la faz de la tierra

—¿Piensas quedarte ahí? —Suspiro negando y bajo del auto, observándolo fijamente.

—¿Qué hacemos aquí?.

Se quita sus gafas y me observa con esos hermosos ojos negros que tiene.

—Hablaremos de tu futuro.

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