Una sutil tristeza

Me hallé en el suelo del sanitario para estar a solas. No podía mostrarme ante nadie en ese momento.

Ella se había marchado, las cosas habían sucedido tan rápido. No era justo, allí no había cordura a la cual aferrarme si no era lo suficientemente fuerte. Mi corazón no lo sería nunca, no como debería. Ese amargo sabor navegaba en mi boca, queriendo escaparse para volverse autocompasión.

No dejé que nadie entrara, el corazón me latía muy rápido a medida que pensaba en las consecuencias que podía traer esa separación. Abigail estaba en el bando opuesto ahora y las cosas iban a comenzar a cambiar.

Las alas de mi espalda amenazaban con quebrarse, caerse a pedazos sin más. Mis ojos parecían estar ciegos al transportarme en la pena. Mi estado de debilidad era deplorable. Si alguien hubiera querido matarme, este hubiera sido el momento perfecto para hacerlo.

La puerta sonó varias veces. Primero, parecía ser Iker, luego Ema, después incluso Charlie. A todos les dije que se largaran y me dejar
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