Una sed de sangre

Esa visión debía significar algo real y al inspeccionar en la biblioteca, me di con que el libro ya no estaba. En el había muchas claves para derrotarme. Salí corriendo hacia donde estaba Tania y Robert, para ir a anunciarles lo terrible que había ocurrido.

—Tranquilízate, querida, habla más pausado o no podremos entenderte. —dijo Tania, apretando los labios.

Eso me puso de un peor humor, yo era puro fuego y deseo de venganza en este momento.

—Estoy diciéndolo. ¡Ella ha robado ese condenado libro! Allí había mucha información sobre mí…

—Es solo uno de los libros, no ha tomado el resto. —intentó calmarme Tania, con una voz maternal paciente.

No iba a funcionar. Mis colmillos se asomaban.

—¡Esto es un desastre! —grité, con la garganta ardiente por las palabras que debían salir de allí.

—Esto le dará la razón a Kat. Si cundes en pánico, estarás mostrando debilidad. —dijo Robert, esta vez habló el, con una severidad rotunda.

—¿Entonces no hay que hacer nada? Comienzo a impacientarme, en e
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