Retrucada

Fue una jornada intensa, Iker me llevó hacia un rincón donde estábamos un poco más a solas y allí pudimos estar sin cuidado. Los gritos de placer inundaron mi cuarto y quedé desplomada sobre mi cama, agotada y extasiada al máximo de lo que creí posible. En estas semanas había disfrutado más que en mi vida entera, la pasión me había sumergido en unas aguas relajantes y pasionales.

—Ya no estás enojada. —aseguró Iker, tapándome con una cobija y acomodando mi almohada para que estuviera más a gusto. Ema y Greg se habían quedado en el cuarto de al lado al terminar.

—Si lo estoy. —aseguré, con la voz más firme. —No aceptaré tus órdenes.

Seguía teniendo puesto el vestido rojo, aunque tenía desgarros apasionados visibles. Lo volvía loco, podía ver la forma en que me observaba con lascivia, era incontrolable. A pesar de que me había hecho suya, seguía hipnotizado ante mi visible desnudez. Puso a preparar café, para consentirme, mientras me inspeccionaba con esa mirada tan fuerte suya.

—Vas a
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