Contenta

Almorcé solo, en mi amplio estudio de trabajo, dentro de mi casona. Con ella en mi mente, como siempre. Keira, su nombre incluso hacía que me volviera loco. No era irracional, pero ella, hacía que llegara al borde de cualquier locura. Incluso si quisiera evitarlo no podría, solo quería tenerla en mi cama otra vez. El probar su cuerpo una vez fue mi condena, ahora no podía vivir sin ella.

—¿Estás ahí? —preguntó una voz, era la voz de Kat. No sabía si quería abrirle la puerta, había estado insoportable los últimos días.

—¿Qué quieres? —sabía que eso la pondría furiosa, contestarle con una pregunta solo haría su rabia fuera en aumento.

Entró sin pedir mas permiso, estaba con el rostro nervioso. Llevaba un vestido ajustado que la hacía ver tan delgada que me daba impresión verla. No entendía porque seguía sin comer, luego de que todos e incluso el médico le advirtiera que no podía seguir haciendo esa dieta tan estricta. Todavía me acordaba como era antes, cuando estaba saludable y era un
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