Capítulo 30
El viento hizo que un mechón de su cabello se agitara. Avery se lo pasó por detrás de la oreja de una forma tan mecánica que no se dio cuenta de que estaba desordenando su bien peinado flequillo. Estaba tan concentrada, pensando en todo lo que sucedió hace dos noches atrás, que no se percató de Looren, que la miraba con intensidad, con el entrecejo fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho.

—Muchas gracias por esperarme para almorzar juntas —farfulló la morena. Tenía cara de pocos amigos.

Avery casi se atraganta con el bocado de milanesa de pollo insípida que estaba masticando. Lo normal era que ambas amigas se decantaran por comer en el restaurante que quedaba a dos cuadras del hospital, pero la cabeza de Avery había estado tan embotada en una vorágine de recuerdos y pensamientos que acabó actuando por mera inercia.

—Lo siento, Looren. Tenía muchísima hambre —profirió con la boca medio llena. Mintió, pues lo cierto era que no quiso esperarla porque quería estar sola y lo último
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