Llegué al hospital con un pequeño ramo de flores para visitar a Esteban. Bueno no era tanto la visita, pero prefería que me explicara en persona los detalles.
Cuando la enfermera me indicó por cual pasillo ir y el numero de habitación, me advirtió que el paciente tenía descrito su alergia al polen. Miré mi ramito de flores con tristeza y se las regalé a ella.
Al llegar a la habitación se encontraba abierta, había una enfermera dentro revisando sus signos vitales, y me limité a tocar con el puño sobre la madera.
―¿Evelyn? ―inquirió con sorpresa; supongo que no me esperaba.
―Hola ―saludé entrando al tiempo que me hacía señas con su mano; la que no tenía tubos ni agujas intravenosas, para acercarme a él.
―¿Qué haces aquí? ―quiso saber intrigado―. ¿Te envió Leonora?
―No, no para nada. Yo quise venir a ver como estabas. ¿Te encuentras mejor?
―Sí, claro. Fue algo muy extraño lo que sucedió ―dijo para después hacer una mueca de dolor; creo que la enfermera lo lastimó al cambiar el catéter del suero―. Pues anoche que iba hacia mi casa, un perrito iba siguiendo a un ciclista, el chico estaba tan concentrado en que el perro no lo mordiera por lo que topó con un camión, y este al sentir el golpe a su costado frenó fuerte por lo que el coche que venía detrás del camión se estrelló con éste.
―¿Y a ti cual de los tres te atropelló?
―Ninguno ―dijo dejándome con cara de poquer, incluso la enfermera volteó a verlo con la misma expresión.
―¿Cómo te lesionaste? ―cuestioné con curiosidad.
―Pues el perro al ver el choque corrió hacia mi e instintivamente salí huyendo del can, pero había una alcantarilla abierta y caí por ella.
―¿Es enserio? ―No podía creerlo, entendí a la perfección porque Leonora no dio más detalles.
¿Quién corre hacia donde hay una alcantarilla abierta?
―Todo fue tan extraño ―continuó, la enfermera negó con la cabeza incrédula y salió de la habitación.
―Bastante extraño ―coincidí.
―¿Entonces? ¿Leonora te dijo sobre la residencia?
―Ehm, sí. Iba a llamarte, pero quería saber como estabas y si se podía que me dieras instrucciones directamente.
―Perfecto. Le dije a Leonora que no se iba a arrepentir ―confesó.
―¿Tú me recomendaste?
―Sí. El otro día vi tus diseños ―explicó―, los olvidaste en tu escritorio. Ya eran como las once, algo tarde y sentí curiosidad.
―Pues, gracias ―lo dije honestamente que ni siquiera me importó el que haya abierto mi carpeta invadiendo mi privacidad, eso fue halagador.
―Espero que no te moleste mi confesión.
―No, no, para nada. Tranquilo. ¿Siempre te vas tan noche de la agencia?
―Ehm… bueno… algo así. En fin, sin salirnos del tema. Escucha, en mi oficina encontrarás la carpeta con toda la información que necesitas. Sería mucho mejor si vas y te la llevas a casa para que la estudies, y no dejes pasar ni un solo detalle. Mañana debes ir a la residencia para comenzar a supervisar todo.
»La clienta se llama: Isabel Costello, es una mujer muy importante a la que no deberíamos quedarle mal porque es una venta noventa por ciento asegurada y la más importante de todas las que hay ahora en la empresa. El contrato de preventa menciona que ya solo nos quedan dos mes para que la residencia quede remodelada y sin fallas en tuberías de agua o electricidad. Esta señora se presentará cada tres días a verificar que se esté realizando las cosas como ella pidió, y debes tomar en cuenta que el contrato está sujeto a cambios sin previo aviso por parte del cliente, es decir que, si no le gusta alguna de sus ideas y decide cambiarla de último momento, debes hacer los cambios que te pida.
―No entiendo para que contrató entonces los servicios de la compañía, si ella es la que decide que se hace y que no.
―Isabel Costello, es ese tipo de mujer a la que no le puedes cuestionar ese tipo de cosas. La venta es principalmente la propiedad, la remodelación y el resto es el servicio por el que está pagando pero bajo sus clausulas las cuales dicen que no hay cambios sin su aprobación.
―¿Puedo sugerirle algo, si se diera la oportunidad?
―Puedes, sí. Pero ten en cuenta que es una mujer muy exigente que da miedo.
―Ok. Puedo lidiar con Leonora, ¿puede existir alguien peor en cuanto a exigencias? ―dije bromeando, pero el rostro inexpresivo de Esteban me hizo preocuparme un poco.
―Evelyn, te repito que esta venta es de momento la mas grande que hay en la empresa, por sobre todas las demás. Si Leonora te sonríe por concretar este contrato, tienes asegurado un ascenso como supervisora general en el departamento de diseño de interiores.
―Eso… eso suena bastante genial ―mencioné con ojitos de cristal.
―Bien, Evelyn. En esa chaqueta de allá ―indicó señalando con el dedo índice de su mano sin intervenciones, su ropa doblada encima de un sofá dentro de la habitación―. Están las llaves de mi oficina. Tómalas y busca la carpeta. Junto a ella hay un sobre amarillo, encontrarás una usb y algunas muestras de color tapiz que falta por definir en la estancia principal. Deberás tomar el auto de la empresa para que te muevas con facilidad.
―Oh, genial. Me regreso ahora mismo a la oficina y me pongo a trabajar.
―Vale, no dejes que te sigan los perros ―bromeó.
―Descuida, no pasará. Recupérate pronto, Esteban y gracias por esta oportunidad.
―Bah… no es nada ―mencionó mucho más tranquilo.
Así que regresé a la agencia, tomé la carpeta y el sobre de su oficina y me encaminé al piso de la oficina de Leonora. Quería saber como iba con el trabajo la nueva, y al menos no la encontré con un ataque de pánico o estrés.
Me retiré contenta al apartamento pensando en que mi día de suerte había cambiado a mi favor.
Que ingenua fui…
―Vaya, hoy te ves muy contenta, Tutti ―señaló mi prima Babs en cuanto me vio entrar―. Has llegado temprano, ¿a qué se debe? Vivía con ella y su pequeña Jessi de seis años. Ambas son una adoración, y no podía negarme a darles un espacio en mi muy pequeño apartamento después de que la tía Marcie muriera. Babs no es una chica de ciudad, ella es una bella granjera que por inexperiencia se vio en la necesidad de arrendar la granja que era de la tía. Recibía cada mes ese monto por la granja, y su estadía en la ciudad fue porque quería ahorrar lo suficiente para hacerse cargo de la propiedad, estaba estudiando Ingeniería agropecuaria y trabajaba medio tiempo mientras Jessi asistía a la escuela y a clases de piano. Yo la admiro, porque en verdad no sabía como hacía para que el tiempo le rindiera a la perfección entre la escuela, el trabajo, Jessi y las necesidades básicas de la peque incluyendo la atención que le dedicaba. ―Pues con la novedad
Fue el primer día en tres años que no corría por el café, porque tenía un auto a mi disposición que me ayudaría a trasladarme sin dificultad a cualquier lado. Estacioné frente a la cafetería, y caminé tranquila para pedir mi vaso y por supuesto que también esas deliciosas galletitas de mantequilla, las cuales comí saboreando cada maldito gramo sin importarme las migajas que caían de ellas. La residencia se encontraba a las afueras de la ciudad, cerca de la zona montañosa, y para llegar ahí tenía que tomar una carretera que estaba rodeada de árboles. Disfruté la vista a cada kilómetro, hasta que por fin llegué. Efectivamente era una residencia más grande que el edificio en el que habito. Tomé mi bolso y la carpeta con los diseños; dejé mi pc portátil en el asiento de copiloto donde traía apilado todo lo anterior. Casi quedo boquiabierta pero no pasó puesto que un hombre de edad avanzada salió de un costado de la residencia a saludarme. ―Buenos
Llegué al apartamento tan noche, que Babs y la niña se encontraban dormidas. Encontré en un topper algo de ensalada con surumi. Me senté quitando los zapatos para aventarlos a un lado y busqué galletas horneadas, no podía comer una ensalada sin galletas horneadas. A pesar del mal rato con el malcriado ese, llegué satisfecha a casa. Pude adelantar en un día lo que era para una semana; una semana de las que ya estaban atrasadas. Charles me dijo que la señora Costello iría el día siguiente, por lo que esperaba poder verla sin el malcriado de su hijo, lo cual tenía probabilidad nula, ya que el mocoso maleducado seguramente le había avisado del cambio, aunque de igual manera Leonora pudo haberle avisado, era algo de lo que no tenía idea. Mi noche transcurría tranquila, o eso parecía hasta que una notificación de faceworld me alertó en el teléfono. No lo podía creer. Enserio no podía creer semejante atrevimiento que hasta dejé caer el cubie
Si hubo algo que realmente me agradó en esa mujer; y hablando de lo unico, fue su capacidad de comprender cada palabra que decía, porque no le escuché pedir que le repitiera algo de la larga explicación que di. Fuera de eso, su trato fue bastante desagradable. ―¿Eres capaz de terminar todo lo estipulado en el contrato en tiempo y forma, niña? ―preguntó andando hacía su auto en cuanto salimos de la residencia, sin mirarme y sin detenerse. ―Puedo comprometerme a terminar cada una de sus exigencias si decide extender al menos un mes el contrato, y le aseguro que tendrá lo que pide excediendo las políticas de calidad de O’Conner Bienes Raíces. ―¿Porqué no antes? ―inquirió volviéndose a mí―. Firmamos un contrato. Si el incompetente de tu compañero no cumplió con las clausulas no es mi problema. ―Comprendo a la perfección su punto señora Costello, y le agradecería que entendiera el mío, recibí este proyecto justo ayer… ―Y lograste en un día lo que e
Entrar a la oficina me dio un golpe de nostalgia, y tal vez pareciera una exageración pues solo habían sido dos días que dejé de venir. Encontré a mi sustituta muy cómoda pero algo nerviosa, quise suponer que Leonora ya le estaba haciendo la vida imposible pero ya no era de momento mi problema, y debo admitir que si era ineficiente y Leonora decidía devolverme a mi puesto con gusto tal vez lo aceptaría, pero por otra parte no quería que esa gente ganara. Quería demostrarme que podía con esto e incluso con más. En cuanto la junta terminó, le pedí unos minutos a Leonora, lo cual en realidad me sorprendió por lo fácil que fue el que aceptara escucharme. ―Señorita O’Conner, respecto a los tiempos para finalizar el proyecto… ―No puedes pedir extensión, creí que te había quedado claro, Evelyn. ―Y me quedó bastante claro. Estuve buscando alternativas para poder cumplir con las expectativas ―expliqué―, y por cualquier lado que le vea, no se podrá hace
Un rato más tarde, observaba los planos de la propiedad. Charles me había estado dando opciones para repartir el trabajo y roles con el otro contratista, así que él se regresó a apresurar la instalación del jacuzzi, y yo me quedé analizando las varias opciones que me dio. ―¿Es tu costumbre siempre llegar tarde? ―Escuché decir, y me estremecí apretando mis puños con disimulo. Aun no cruzaba una palabra con él y ya me había exasperado. Traté de ignorar, pero el muy imbécil no captaba indirectas. ―Llegué muy temprano y pude ver que esos tipos llegaron antes que tu… ―Tuve una junta con mi jefa ―interrumpí su estúpido reclamo separándome de la mesa quedando frente a él cruzándome de brazos. ¿Quién se creía que era? ―Oh, ¿y qué tal ha ido? ―preguntó con cinismo. ―No es de tu incumbencia. ―Eso no suena bien ―Y pareciera que no necesitaba decir nada porque el imbécil lo sabía todo. ―¿Necesitas algo? Porque de lo contra
―¿Qué vemos? ―pregunté a Babs recostándome a un lado de ella en su cama. ―Good Girls. ¿Cómo te fue en la junta? ―Mal. Muy mal, Babs. ―¿Por qué? Cuéntame ―pidió reacomodándose al tiempo que pausaba la serie que estaba viendo. ―Pasaron tantas cosas feas, que realmente no sé si seguir con este proyecto. ―¿Tan pésimo es? ―Tuve que restarle una semana de trabajo para poder obtener manos extra, ya que el imbécil de Esteban ha estado robándole a la jefa. ―¡¿Qué?! ―Sí, Babs. El idiota ese tenía en nómina sueldos fantasmas, por suerte Leonora me permitió sugerirle congelar el sueldo de Esteban para así pagar manos extra, y bueno… Charles se lo tomó bien, pero siento que hice mal al no consultarlo con él. ―Ok. Primero, ¿quién es Charles? ¿trabaja contigo? ―Oh, sí es el contratista. Es la persona mas amable que jamás haya conocido, Babs. Me ha apoyado bastante con esto y me ha dado demasiados ánimos.
Por la mañana me despedí de las chicas y me fui camino a la propiedad. Llegué mucho antes por suerte, pude saludar al señor Rick que, como todos los días se retiró a dormir. El encargo de Inglaterra llegó y por suerte quedó el pianoforte justo donde la señora Costello lo quería, pero me abstuve de colocar aun la alfombra, pues aún había material que estarían metiendo y sacando. Cubrí el pianoforte con un plástico especial, y recibí al nuevo contratista que llegó con seis hombres, lo cual agradecí con el corazón. Tras haber cruzado unas palabras con él llegó Charles y los presenté, después nos reunimos donde teníamos los planos para ponernos de acuerdo. Le explicamos a detalle lo que había de hacerse, y Charles muy amable le mostró el trabajo que ellos ya habían realizado. Ambos pusieron manos a la obra y me encantó la mancuerna que hicieron. ―¿Ya lo pensaste? ―preguntó el idiota haciéndome saltar del susto cuando llegué a su habitación para verificar la insta