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3. Ridículamente Sospechoso

―Vaya, hoy te ves muy contenta, Tutti ―señaló mi prima Babs en cuanto me vio entrar―. Has llegado temprano, ¿a qué se debe?

Vivía con ella y su pequeña Jessi de seis años.

Ambas son una adoración, y no podía negarme a darles un espacio en mi muy pequeño apartamento después de que la tía Marcie muriera.

Babs no es una chica de ciudad, ella es una bella granjera que por inexperiencia se vio en la necesidad de arrendar la granja que era de la tía.

Recibía cada mes ese monto por la granja, y su estadía en la ciudad fue porque quería ahorrar lo suficiente para hacerse cargo de la propiedad, estaba estudiando Ingeniería agropecuaria y trabajaba medio tiempo mientras Jessi asistía a la escuela y a clases de piano.

Yo la admiro, porque en verdad no sabía como hacía para que el tiempo le rindiera a la perfección entre la escuela, el trabajo, Jessi y las necesidades básicas de la peque incluyendo la atención que le dedicaba.

―Pues con la novedad, que esta diseñadora de interiores ―dije mostrándome con una enorme sonrisa señalando con mi mano de pies a caderas―, fue elegida para encargarse personalmente de un proyecto de venta, el mas grande de los tantos que llevan ahora los agentes principales.

―¡¿Es enserio, Tutti?! ―exclamó emocionada levantándose del sofá donde estaba recostada.

―¡Sí! ―chillé a punto de estallar en llanto, pero me aguanté.

Ella corrió a abrazarme y dimos saltitos gimoteando de la felicidad.

―Entonces, cuéntame todo ―solicitó al tiempo que nos sentamos en el sofá donde había estado recostada.

―Pues resulta que Esteban, uno de los agentes estrella de Leonora, tuvo un accidente algo ridículo… ―empecé a relatar hasta contarle todo con detalles.

Ella se quedó en silencio por un momento y dijo:

―¿Huyó de un perro? ―inquirió como si le hubiera contado un chiste sin gracia.

―¿Enserio de todo lo que dije, solo cuestionas lo del perro? ―pregunté entrecerrando mis ojos.

Ambas fijamos la mirada una en otra, y sincronizadamente reímos.

―¡Un perro! ―confirmé entre risas.

―Ese tipo es realmente un desastre intencionado.

―Yo tampoco lo creí cuando él me lo dijo, hubieras visto la expresión de la enfermera.

―¿Estas segura de enfrentar este reto? ―cuestionó con seriedad.

―Eso creo. Pero siento que me estás metiendo dudas, Babs.

―Es que, Tutti. No te quiero desanimar ―expuso reacomodándose sus gafas―, pero hay varios puntos que tu emoción no te ha dejado analizar.

―¿Cómo cuáles?

―Ok, aquí voy. ―Se reacomodó sujetando en una coleta alta su hermoso cabello rojo que le caía con gracia, y que siempre adoré porque sus ondas eran naturales, no como las que yo improvisaba con las tenazas eléctricas―.  Es una venta muy importante con una clienta muy exigente.

―Ahám.

―Y si este proyecto te va a beneficiar enormemente, como para darte un ascenso de supervisora, debe ser realmente un reto. Tutti, ¿por qué el sujeto este renunciaría a un proyecto con tal magnitud, que le pueda dar a él un ascenso que te está prácticamente obsequiando? Es patético y triste que se haya caído en una alcantarilla abierta si pudo correr a otro lado. Ahora, que tu jefa haya mencionado que lo atropelló algún vehículo, es por que hasta ella se avergüenza. Y otra cuestión que no puedo dejar pasar es… ¿porqué iba caminando de regreso a casa si tiene un auto que la empresa le facilita? Auto que ahora está a tu disposición.

―Tal vez se estacionó y bajo a hacer algo, podría ser ¿no? ―supuse queriendo restarle puntos a su teoría. Ella negó con la cabeza―. No, Babs… ―murmuré un poco desanimada.

―No tú, Tutti. No busques con que justificar su ridículo accidente que parece intencionado. Mira son suposiciones ―dijo abanicando su mano como haciendo desaparecer las malas ideas―, solo quiero que te prepares mentalmente para lo que sea que te espere en ese proyecto. Demuestra lo que tienes y de lo que eres capaz, yo sí quiero que seas toda una dirigente en tu ámbito.

―¿Crees que pueda hacerlo?

―Claro que puedes, Tutti. Solo quiero que sepas, que habrá obstáculos y eso no tiene que hacerte caer, ¿oíste? ―Asentí tratando de convencerme―. Tienes que ir contracorriente y ganarte ese puesto.

―¡Sí! ―persistí casi convencida―. Te prometo que daré lo mejor de mí.

―Genial, entonces nada de decaer y explota tu potencial. ¿Me acompañas por Jessi a su clase de piano? ―pidió apagando el televisor.

―Creo que no, Babs. Quiero estudiar bien todo esto del trabajo y mañana empezar con el pie derecho.

―Si así lo prefieres, está bien. Llevaré a Jessi por unos boneless, ¿quieres que te traiga algo?

―Una hamburguesa.

―De acuerdo. Llego más tarde.

Me dio un beso en la mejilla, tomó sus llaves de la encimera de la cocina y se retiró topándose conmigo de camino a mi habitación.

Una vez que aventé mis zapatos y mi bolso, hice un espacio en mi cama. Debo admitir que mi habitación era siempre un desastre, Babs lo limpiaba a veces porque ella siempre fue un amor que cargaba con mi irresponsabilidad referente a la limpieza, era muy tonto que descuidara el orden de mi habitación por cuidar del orden en la oficina de Leonora.

Todo lo que había leído en los documentos de esta clienta, era que manejaba un negocio de exportaciones muy importante, pero no especificaba qué. La residencia era realmente enorme y en todo el tiempo que tengo trabajando en O’Conner Bienes Raíces, no había visto que vendieran una propiedad de esa magnitud. Las exigencias en cuanto a diseños, eran un tanto vintage, con muebles estilo victorianos. Al parecer Esteban ya tenía prácticamente todo, y me ponía a pensar seriamente en lo que Babs me dijo.

No quería adelantarme a los hechos, y quizá yo podría ser del agrado de la señora Costello como para sugerirle cambios, si bien no tan desviados a lo que ella solicitaba, sí algo que le hiciera juego a ciertas cosas que no me convencían.

Busqué mi pc portátil y la encendí para comprobar que había en la usb. Me llevé una gran sorpresa, porque tenía variedad de decoraciones a juego que esta mujer había rechazado. Había una carpeta que se llamaba “cuadros” entré y vi una gran cantidad de pinturas al óleo, y que al parecer estaban incluidos en la decoración.

Suspiré pensando que tal vez sí era un reto con bastante dificultad, pero si ese reto me abriría las puertas a grandes ofertas, tenía que lucirme. Aun no se había elegido el color de la alfombra en la estancia principal, así que podría partir de ahí sugiriendo un tono y argumentando el por qué debería decir .

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