―Vaya, hoy te ves muy contenta, Tutti ―señaló mi prima Babs en cuanto me vio entrar―. Has llegado temprano, ¿a qué se debe?
Vivía con ella y su pequeña Jessi de seis años.
Ambas son una adoración, y no podía negarme a darles un espacio en mi muy pequeño apartamento después de que la tía Marcie muriera.
Babs no es una chica de ciudad, ella es una bella granjera que por inexperiencia se vio en la necesidad de arrendar la granja que era de la tía.
Recibía cada mes ese monto por la granja, y su estadía en la ciudad fue porque quería ahorrar lo suficiente para hacerse cargo de la propiedad, estaba estudiando Ingeniería agropecuaria y trabajaba medio tiempo mientras Jessi asistía a la escuela y a clases de piano.
Yo la admiro, porque en verdad no sabía como hacía para que el tiempo le rindiera a la perfección entre la escuela, el trabajo, Jessi y las necesidades básicas de la peque incluyendo la atención que le dedicaba.
―Pues con la novedad, que esta diseñadora de interiores ―dije mostrándome con una enorme sonrisa señalando con mi mano de pies a caderas―, fue elegida para encargarse personalmente de un proyecto de venta, el mas grande de los tantos que llevan ahora los agentes principales.
―¡¿Es enserio, Tutti?! ―exclamó emocionada levantándose del sofá donde estaba recostada.
―¡Sí! ―chillé a punto de estallar en llanto, pero me aguanté.
Ella corrió a abrazarme y dimos saltitos gimoteando de la felicidad.
―Entonces, cuéntame todo ―solicitó al tiempo que nos sentamos en el sofá donde había estado recostada.
―Pues resulta que Esteban, uno de los agentes estrella de Leonora, tuvo un accidente algo ridículo… ―empecé a relatar hasta contarle todo con detalles.
Ella se quedó en silencio por un momento y dijo:
―¿Huyó de un perro? ―inquirió como si le hubiera contado un chiste sin gracia.
―¿Enserio de todo lo que dije, solo cuestionas lo del perro? ―pregunté entrecerrando mis ojos.
Ambas fijamos la mirada una en otra, y sincronizadamente reímos.
―¡Un perro! ―confirmé entre risas.
―Ese tipo es realmente un desastre intencionado.
―Yo tampoco lo creí cuando él me lo dijo, hubieras visto la expresión de la enfermera.
―¿Estas segura de enfrentar este reto? ―cuestionó con seriedad.
―Eso creo. Pero siento que me estás metiendo dudas, Babs.
―Es que, Tutti. No te quiero desanimar ―expuso reacomodándose sus gafas―, pero hay varios puntos que tu emoción no te ha dejado analizar.
―¿Cómo cuáles?
―Ok, aquí voy. ―Se reacomodó sujetando en una coleta alta su hermoso cabello rojo que le caía con gracia, y que siempre adoré porque sus ondas eran naturales, no como las que yo improvisaba con las tenazas eléctricas―. Es una venta muy importante con una clienta muy exigente.
―Ahám.
―Y si este proyecto te va a beneficiar enormemente, como para darte un ascenso de supervisora, debe ser realmente un reto. Tutti, ¿por qué el sujeto este renunciaría a un proyecto con tal magnitud, que le pueda dar a él un ascenso que te está prácticamente obsequiando? Es patético y triste que se haya caído en una alcantarilla abierta si pudo correr a otro lado. Ahora, que tu jefa haya mencionado que lo atropelló algún vehículo, es por que hasta ella se avergüenza. Y otra cuestión que no puedo dejar pasar es… ¿porqué iba caminando de regreso a casa si tiene un auto que la empresa le facilita? Auto que ahora está a tu disposición.
―Tal vez se estacionó y bajo a hacer algo, podría ser ¿no? ―supuse queriendo restarle puntos a su teoría. Ella negó con la cabeza―. No, Babs… ―murmuré un poco desanimada.
―No tú, Tutti. No busques con que justificar su ridículo accidente que parece intencionado. Mira son suposiciones ―dijo abanicando su mano como haciendo desaparecer las malas ideas―, solo quiero que te prepares mentalmente para lo que sea que te espere en ese proyecto. Demuestra lo que tienes y de lo que eres capaz, yo sí quiero que seas toda una dirigente en tu ámbito.
―¿Crees que pueda hacerlo?
―Claro que puedes, Tutti. Solo quiero que sepas, que habrá obstáculos y eso no tiene que hacerte caer, ¿oíste? ―Asentí tratando de convencerme―. Tienes que ir contracorriente y ganarte ese puesto.
―¡Sí! ―persistí casi convencida―. Te prometo que daré lo mejor de mí.
―Genial, entonces nada de decaer y explota tu potencial. ¿Me acompañas por Jessi a su clase de piano? ―pidió apagando el televisor.
―Creo que no, Babs. Quiero estudiar bien todo esto del trabajo y mañana empezar con el pie derecho.
―Si así lo prefieres, está bien. Llevaré a Jessi por unos boneless, ¿quieres que te traiga algo?
―Una hamburguesa.
―De acuerdo. Llego más tarde.
Me dio un beso en la mejilla, tomó sus llaves de la encimera de la cocina y se retiró topándose conmigo de camino a mi habitación.
Una vez que aventé mis zapatos y mi bolso, hice un espacio en mi cama. Debo admitir que mi habitación era siempre un desastre, Babs lo limpiaba a veces porque ella siempre fue un amor que cargaba con mi irresponsabilidad referente a la limpieza, era muy tonto que descuidara el orden de mi habitación por cuidar del orden en la oficina de Leonora.
Todo lo que había leído en los documentos de esta clienta, era que manejaba un negocio de exportaciones muy importante, pero no especificaba qué. La residencia era realmente enorme y en todo el tiempo que tengo trabajando en O’Conner Bienes Raíces, no había visto que vendieran una propiedad de esa magnitud. Las exigencias en cuanto a diseños, eran un tanto vintage, con muebles estilo victorianos. Al parecer Esteban ya tenía prácticamente todo, y me ponía a pensar seriamente en lo que Babs me dijo.
No quería adelantarme a los hechos, y quizá yo podría ser del agrado de la señora Costello como para sugerirle cambios, si bien no tan desviados a lo que ella solicitaba, sí algo que le hiciera juego a ciertas cosas que no me convencían.
Busqué mi pc portátil y la encendí para comprobar que había en la usb. Me llevé una gran sorpresa, porque tenía variedad de decoraciones a juego que esta mujer había rechazado. Había una carpeta que se llamaba “cuadros” entré y vi una gran cantidad de pinturas al óleo, y que al parecer estaban incluidos en la decoración.
Suspiré pensando que tal vez sí era un reto con bastante dificultad, pero si ese reto me abriría las puertas a grandes ofertas, tenía que lucirme. Aun no se había elegido el color de la alfombra en la estancia principal, así que podría partir de ahí sugiriendo un tono y argumentando el por qué debería decir sí.
Fue el primer día en tres años que no corría por el café, porque tenía un auto a mi disposición que me ayudaría a trasladarme sin dificultad a cualquier lado. Estacioné frente a la cafetería, y caminé tranquila para pedir mi vaso y por supuesto que también esas deliciosas galletitas de mantequilla, las cuales comí saboreando cada maldito gramo sin importarme las migajas que caían de ellas. La residencia se encontraba a las afueras de la ciudad, cerca de la zona montañosa, y para llegar ahí tenía que tomar una carretera que estaba rodeada de árboles. Disfruté la vista a cada kilómetro, hasta que por fin llegué. Efectivamente era una residencia más grande que el edificio en el que habito. Tomé mi bolso y la carpeta con los diseños; dejé mi pc portátil en el asiento de copiloto donde traía apilado todo lo anterior. Casi quedo boquiabierta pero no pasó puesto que un hombre de edad avanzada salió de un costado de la residencia a saludarme. ―Buenos
Llegué al apartamento tan noche, que Babs y la niña se encontraban dormidas. Encontré en un topper algo de ensalada con surumi. Me senté quitando los zapatos para aventarlos a un lado y busqué galletas horneadas, no podía comer una ensalada sin galletas horneadas. A pesar del mal rato con el malcriado ese, llegué satisfecha a casa. Pude adelantar en un día lo que era para una semana; una semana de las que ya estaban atrasadas. Charles me dijo que la señora Costello iría el día siguiente, por lo que esperaba poder verla sin el malcriado de su hijo, lo cual tenía probabilidad nula, ya que el mocoso maleducado seguramente le había avisado del cambio, aunque de igual manera Leonora pudo haberle avisado, era algo de lo que no tenía idea. Mi noche transcurría tranquila, o eso parecía hasta que una notificación de faceworld me alertó en el teléfono. No lo podía creer. Enserio no podía creer semejante atrevimiento que hasta dejé caer el cubie
Si hubo algo que realmente me agradó en esa mujer; y hablando de lo unico, fue su capacidad de comprender cada palabra que decía, porque no le escuché pedir que le repitiera algo de la larga explicación que di. Fuera de eso, su trato fue bastante desagradable. ―¿Eres capaz de terminar todo lo estipulado en el contrato en tiempo y forma, niña? ―preguntó andando hacía su auto en cuanto salimos de la residencia, sin mirarme y sin detenerse. ―Puedo comprometerme a terminar cada una de sus exigencias si decide extender al menos un mes el contrato, y le aseguro que tendrá lo que pide excediendo las políticas de calidad de O’Conner Bienes Raíces. ―¿Porqué no antes? ―inquirió volviéndose a mí―. Firmamos un contrato. Si el incompetente de tu compañero no cumplió con las clausulas no es mi problema. ―Comprendo a la perfección su punto señora Costello, y le agradecería que entendiera el mío, recibí este proyecto justo ayer… ―Y lograste en un día lo que e
Entrar a la oficina me dio un golpe de nostalgia, y tal vez pareciera una exageración pues solo habían sido dos días que dejé de venir. Encontré a mi sustituta muy cómoda pero algo nerviosa, quise suponer que Leonora ya le estaba haciendo la vida imposible pero ya no era de momento mi problema, y debo admitir que si era ineficiente y Leonora decidía devolverme a mi puesto con gusto tal vez lo aceptaría, pero por otra parte no quería que esa gente ganara. Quería demostrarme que podía con esto e incluso con más. En cuanto la junta terminó, le pedí unos minutos a Leonora, lo cual en realidad me sorprendió por lo fácil que fue el que aceptara escucharme. ―Señorita O’Conner, respecto a los tiempos para finalizar el proyecto… ―No puedes pedir extensión, creí que te había quedado claro, Evelyn. ―Y me quedó bastante claro. Estuve buscando alternativas para poder cumplir con las expectativas ―expliqué―, y por cualquier lado que le vea, no se podrá hace
Un rato más tarde, observaba los planos de la propiedad. Charles me había estado dando opciones para repartir el trabajo y roles con el otro contratista, así que él se regresó a apresurar la instalación del jacuzzi, y yo me quedé analizando las varias opciones que me dio. ―¿Es tu costumbre siempre llegar tarde? ―Escuché decir, y me estremecí apretando mis puños con disimulo. Aun no cruzaba una palabra con él y ya me había exasperado. Traté de ignorar, pero el muy imbécil no captaba indirectas. ―Llegué muy temprano y pude ver que esos tipos llegaron antes que tu… ―Tuve una junta con mi jefa ―interrumpí su estúpido reclamo separándome de la mesa quedando frente a él cruzándome de brazos. ¿Quién se creía que era? ―Oh, ¿y qué tal ha ido? ―preguntó con cinismo. ―No es de tu incumbencia. ―Eso no suena bien ―Y pareciera que no necesitaba decir nada porque el imbécil lo sabía todo. ―¿Necesitas algo? Porque de lo contra
―¿Qué vemos? ―pregunté a Babs recostándome a un lado de ella en su cama. ―Good Girls. ¿Cómo te fue en la junta? ―Mal. Muy mal, Babs. ―¿Por qué? Cuéntame ―pidió reacomodándose al tiempo que pausaba la serie que estaba viendo. ―Pasaron tantas cosas feas, que realmente no sé si seguir con este proyecto. ―¿Tan pésimo es? ―Tuve que restarle una semana de trabajo para poder obtener manos extra, ya que el imbécil de Esteban ha estado robándole a la jefa. ―¡¿Qué?! ―Sí, Babs. El idiota ese tenía en nómina sueldos fantasmas, por suerte Leonora me permitió sugerirle congelar el sueldo de Esteban para así pagar manos extra, y bueno… Charles se lo tomó bien, pero siento que hice mal al no consultarlo con él. ―Ok. Primero, ¿quién es Charles? ¿trabaja contigo? ―Oh, sí es el contratista. Es la persona mas amable que jamás haya conocido, Babs. Me ha apoyado bastante con esto y me ha dado demasiados ánimos.
Por la mañana me despedí de las chicas y me fui camino a la propiedad. Llegué mucho antes por suerte, pude saludar al señor Rick que, como todos los días se retiró a dormir. El encargo de Inglaterra llegó y por suerte quedó el pianoforte justo donde la señora Costello lo quería, pero me abstuve de colocar aun la alfombra, pues aún había material que estarían metiendo y sacando. Cubrí el pianoforte con un plástico especial, y recibí al nuevo contratista que llegó con seis hombres, lo cual agradecí con el corazón. Tras haber cruzado unas palabras con él llegó Charles y los presenté, después nos reunimos donde teníamos los planos para ponernos de acuerdo. Le explicamos a detalle lo que había de hacerse, y Charles muy amable le mostró el trabajo que ellos ya habían realizado. Ambos pusieron manos a la obra y me encantó la mancuerna que hicieron. ―¿Ya lo pensaste? ―preguntó el idiota haciéndome saltar del susto cuando llegué a su habitación para verificar la insta
Salí de la habitación a toda prisa pues sería largo el camino. No alcancé a ver a Babs o a Jessi, debían estar dormidas aún. No tenía idea de lo intenso que podía ser ese malcriado, hasta que puse un pie fuera del edificio. Ahí estaba muy tranquilo como si no sucediera nada. Recargado en su auto caro, con su ropa cara y su sonrisa llena de soberbia. Resoplé con fastidio y caminé doblando a mi derecha, pero él no captó la indirecta. ―Oye, Rainbow. ¿Porqué me evitas? ―preguntó con descaro. ―¿Enserio lo preguntas? ―resoplé sin detenerme. ―¿Tiene algo de raro preguntar? ―Trato de llegar temprano a mi trabajo, porque de alguna manera misteriosa los neumáticos del auto de la compañía donde trabajo, están sin aire por lo que volver a casa fue una aventura ―expliqué casi sin respirar. Estaba molesta. ―Pudiste llamarme y con gusto te traía. ―Prefiero que mis pies sangren haciendo camino hasta acá, antes de pedirte que me