Llegué al apartamento tan noche, que Babs y la niña se encontraban dormidas. Encontré en un topper algo de ensalada con surumi. Me senté quitando los zapatos para aventarlos a un lado y busqué galletas horneadas, no podía comer una ensalada sin galletas horneadas.
A pesar del mal rato con el malcriado ese, llegué satisfecha a casa. Pude adelantar en un día lo que era para una semana; una semana de las que ya estaban atrasadas.
Charles me dijo que la señora Costello iría el día siguiente, por lo que esperaba poder verla sin el malcriado de su hijo, lo cual tenía probabilidad nula, ya que el mocoso maleducado seguramente le había avisado del cambio, aunque de igual manera Leonora pudo haberle avisado, era algo de lo que no tenía idea.
Mi noche transcurría tranquila, o eso parecía hasta que una notificación de faceworld me alertó en el teléfono.
No lo podía creer.
Enserio no podía creer semejante atrevimiento que hasta dejé caer el cubierto conteniendo el coraje.
El maldito mocoso había enviado una solicitud de amistad a mi faceworld personal. ¿Cómo lo consiguió? No tenía idea, mucho menos el como había conseguido mi número telefónico… aunque eso, seguramente era más sencillo si lo preguntaba a la agencia.
El caso es que, mi teléfono comenzó a sonar sin parar, por lo que me fastidié y terminé apagando el aparato.
Incluso el hambre se me quitó, así que guardé el tupper y me fui a acostar.
***
―¡Tutti! ―gritó Babs sacándome de un sueño muy bonito donde había “Proyectos bonitos y clientes felices”. Debería hacerlo mi lema oficial.
―¿Qué… qué sucede? ―pregunté aun adormilada.
―¡Estas media hora atrasada! ―Volvió a gritar quitando las cobijas de encima, y resucité.
―¡¿Qué?!
―¿Dónde está tu celular? ¿Olvidaste poner tu despertador? ―cuestionó al tiempo que entre tropiezos y caídas corrí al baño.
―No… no, yo… es que… ―balbuceé metiéndome de golpe a la regadera con Barbs detrás de mi.
―¿Está todo bien, Tutti? ―inquirió preocupada.
―Sí… ―respondí una vez despierta gracias al agua fría―. Tuve que apagar anoche mi celular. Larga historia que te platicare en la noche, te lo prometo. ¿Dónde está Jessi?
―Ya pasó por ella el transporte, y ya me voy. Se cancelaron mis clases hoy por una marcha tonta en la universidad, por lo que pedí horas extra en el trabajo. Es solo que vi tu bolso en el sofá, y me asomé.
―Okey… Gracias, Babs. Me has salvado. Si me doy prisa y salgo en quince minutos con seguridad alcanzo a llegar a tiempo.
―¿Segura?
―Sí. Ve con cuidado.
―Ok. Me voy entonces, y preferiría que no condujeras rápido.
―Vale. Lo prometo.
Terminé de ducharme y me apresuré a vestirme. Ni siquiera me di tiempo para maquillarme o secarme el cabello. Tomé mis cosas repasando que no se me olvidara nada, y bajé corriendo por las escaleras del edificio.
Traté de no exceder el limite de velocidad, porque cuando le prometo algo a Babs suelo cumplirlo.
En el primer semáforo rojo, aproveché para encender mi celular llevándome una sorpresa que me dejó sin palabras. Tenía montones de llamadas, mensajes de texto, mensajes en messapp, y todos del mismo imbécil.
Desplacé los molestos recuadros y me concentré en continuar mi trayecto.
No estaba tan atrasada, solo eran diez minutos de diferencia.
Al llegar me saludó muy animadamente Charles y su equipo. Me disculpé por la tardanza prometiéndoles indemnizarlos por la espera con unas pizzas y gustosamente aceptaron, y sin hacerlos esperar más, me apresuré a abrirles la puerta para que comenzaran a trabajar.
Después de acordar algunos arreglos sobre la supuesta tubería que iría al Jacuzzi, me dirigí a una estancia que sería exclusiva para juegos. Me confirmaron mediante una llamada que ese día llegaría una mesa de billar, así que al menos en ese salón debía estar colocada la alfombra.
Estaba tan entretenida reacomodando unas estatuillas, y algunos libros tipo enciclopedias apilados sobre un escritorio que se encontraba frente al gran ventanal que daba al patio trasero, cuando escuche el golpe de la puerta al cerrarse.
Voltee de inmediato para encontrarme con una indeseada presencia.
―Ay no puede ser ―dije cruzándome de brazos.
―Llegaste tarde ―anunció como si fuera una noticia para mi.
―¿Cómo lo sabes? ―inquirí con ironía―. No estabas aquí cuando llegué, no te consta.
―Por supuesto que sí. Anoche llegué para quedarme. Dormí en mi habitación. La dejaste espectacular, eso te lo reconozco, pero aun no tiene mi Jacuzzi.
―Ojalá cuando te metas a ese jacuzzi se caiga, pero es algo que no creo que pase por que ¡oh! Adivina, te tengo una noticia: soy buena en mi trabajo.
―¿Solo en tu trabajo? ―inquirió sugerente, y eso me molestó.
―Que fastidioso eres. ¿Porqué no te retiras y me dejas trabajar?
―No respondiste a mis llamadas, ni viste mis mensajes, tampoco aceptaste mi solicitud. ¿Escondes algo, Rainbow? Eso fue muy grosero de tu parte.
―¿Disculpa? ―cuestioné ofendida―. ¿Cómo me llamaste?
―Rainbow. Es ingenioso ―dijo con soberbia, una que ya empezaba a detestar―, ¿verdad?
―Para empezar, eso que hiciste se llama acoso, y es un delito.
―Pudiste bloquearme, no lo hiciste. ¿Te digo por qué?
―Eres un demente.
―En el fondo quieres que lo haga. Así que déjate de rodeos y acepta mi solicitud de amistad. ¿O tu novio no te deja?
―Mi vida personal no le compete, joven ―enfatice con desespero, pero conteniendo la ira.
―¿Ves que se escucha más bonito así? En fin. Tengo que irme, mi madre ya llegó y está preguntando por ti.
―¿Ya está aquí? ―pregunté mas para mí que para él, pero el imbécil creyó que lo estaba tomando en cuenta.
―Eso dije ―No le respondí nada y me encaminé golpeándolo con mi hombro con toda la intención de hacerlo al pasar a su costado.
Era increíble que ese hijo de papis lograra en cuestión de segundos malhumorar mi genio.
No veía a la señora Costello por ningún lado, así que le pregunté a Charles y me envió a la cocina.
Fue ahí que tuve la primera visión de esa mujer.
Era la elegancia en persona. Debo admitir que en el instante dudé que se tratara de la madre de ese maleducado acosador, pero no descartaba alguna opción como la adopción, por ejemplo. Ella no tenía una sola pizca de parecido a ese imbécil excepto el color de sus ojos, del resto nada; ella era de tez morena, y su cabello negro lucía espectacular con un corte combinado entre pixie y garcon, ni siquiera los mechones rojizos que entre salían de su fleco degrafilado le hacían desaliñar ese porte imponente, al contrario… contrastaban a la perfección.
―Buenos días, ¿señora Costello? ―saludé segura de mi fortaleza, porque no saldría corriendo como Esteban, ese puesto de supervisora tenía que ser mío, era mi meta.
―Buenos días ―respondió regresándome el saludo, con una expresión en su cara que por poco me hacía agachar la cabeza; y es que como que sí infundía algo de miedo―. Así que tú eres la chica supuestamente competente que Leonora envió a hacer el trabajo.
―Así es. Evelyn Todd. Es un placer conocerla.
―Por supuesto que es un placer, querida ―destacó con la misma soberbia que su hijo―. Sería raro si alguien no lo tuviera. He venido a revisar personalmente los avances. Supongo que el otro empelado te puso al tanto.
―Así es, señora Costello. Si me acompaña, le puedo mostrar los avances que se lograron el día de ayer. De esa manera estaría respondiendo a todas sus dudas e inquietudes.
―Por supuesto ―Aceptó dedicándome una mirada de superioridad, y caminamos hacia la parte del lobby en el ala este.
Si hubo algo que realmente me agradó en esa mujer; y hablando de lo unico, fue su capacidad de comprender cada palabra que decía, porque no le escuché pedir que le repitiera algo de la larga explicación que di. Fuera de eso, su trato fue bastante desagradable. ―¿Eres capaz de terminar todo lo estipulado en el contrato en tiempo y forma, niña? ―preguntó andando hacía su auto en cuanto salimos de la residencia, sin mirarme y sin detenerse. ―Puedo comprometerme a terminar cada una de sus exigencias si decide extender al menos un mes el contrato, y le aseguro que tendrá lo que pide excediendo las políticas de calidad de O’Conner Bienes Raíces. ―¿Porqué no antes? ―inquirió volviéndose a mí―. Firmamos un contrato. Si el incompetente de tu compañero no cumplió con las clausulas no es mi problema. ―Comprendo a la perfección su punto señora Costello, y le agradecería que entendiera el mío, recibí este proyecto justo ayer… ―Y lograste en un día lo que e
Entrar a la oficina me dio un golpe de nostalgia, y tal vez pareciera una exageración pues solo habían sido dos días que dejé de venir. Encontré a mi sustituta muy cómoda pero algo nerviosa, quise suponer que Leonora ya le estaba haciendo la vida imposible pero ya no era de momento mi problema, y debo admitir que si era ineficiente y Leonora decidía devolverme a mi puesto con gusto tal vez lo aceptaría, pero por otra parte no quería que esa gente ganara. Quería demostrarme que podía con esto e incluso con más. En cuanto la junta terminó, le pedí unos minutos a Leonora, lo cual en realidad me sorprendió por lo fácil que fue el que aceptara escucharme. ―Señorita O’Conner, respecto a los tiempos para finalizar el proyecto… ―No puedes pedir extensión, creí que te había quedado claro, Evelyn. ―Y me quedó bastante claro. Estuve buscando alternativas para poder cumplir con las expectativas ―expliqué―, y por cualquier lado que le vea, no se podrá hace
Un rato más tarde, observaba los planos de la propiedad. Charles me había estado dando opciones para repartir el trabajo y roles con el otro contratista, así que él se regresó a apresurar la instalación del jacuzzi, y yo me quedé analizando las varias opciones que me dio. ―¿Es tu costumbre siempre llegar tarde? ―Escuché decir, y me estremecí apretando mis puños con disimulo. Aun no cruzaba una palabra con él y ya me había exasperado. Traté de ignorar, pero el muy imbécil no captaba indirectas. ―Llegué muy temprano y pude ver que esos tipos llegaron antes que tu… ―Tuve una junta con mi jefa ―interrumpí su estúpido reclamo separándome de la mesa quedando frente a él cruzándome de brazos. ¿Quién se creía que era? ―Oh, ¿y qué tal ha ido? ―preguntó con cinismo. ―No es de tu incumbencia. ―Eso no suena bien ―Y pareciera que no necesitaba decir nada porque el imbécil lo sabía todo. ―¿Necesitas algo? Porque de lo contra
―¿Qué vemos? ―pregunté a Babs recostándome a un lado de ella en su cama. ―Good Girls. ¿Cómo te fue en la junta? ―Mal. Muy mal, Babs. ―¿Por qué? Cuéntame ―pidió reacomodándose al tiempo que pausaba la serie que estaba viendo. ―Pasaron tantas cosas feas, que realmente no sé si seguir con este proyecto. ―¿Tan pésimo es? ―Tuve que restarle una semana de trabajo para poder obtener manos extra, ya que el imbécil de Esteban ha estado robándole a la jefa. ―¡¿Qué?! ―Sí, Babs. El idiota ese tenía en nómina sueldos fantasmas, por suerte Leonora me permitió sugerirle congelar el sueldo de Esteban para así pagar manos extra, y bueno… Charles se lo tomó bien, pero siento que hice mal al no consultarlo con él. ―Ok. Primero, ¿quién es Charles? ¿trabaja contigo? ―Oh, sí es el contratista. Es la persona mas amable que jamás haya conocido, Babs. Me ha apoyado bastante con esto y me ha dado demasiados ánimos.
Por la mañana me despedí de las chicas y me fui camino a la propiedad. Llegué mucho antes por suerte, pude saludar al señor Rick que, como todos los días se retiró a dormir. El encargo de Inglaterra llegó y por suerte quedó el pianoforte justo donde la señora Costello lo quería, pero me abstuve de colocar aun la alfombra, pues aún había material que estarían metiendo y sacando. Cubrí el pianoforte con un plástico especial, y recibí al nuevo contratista que llegó con seis hombres, lo cual agradecí con el corazón. Tras haber cruzado unas palabras con él llegó Charles y los presenté, después nos reunimos donde teníamos los planos para ponernos de acuerdo. Le explicamos a detalle lo que había de hacerse, y Charles muy amable le mostró el trabajo que ellos ya habían realizado. Ambos pusieron manos a la obra y me encantó la mancuerna que hicieron. ―¿Ya lo pensaste? ―preguntó el idiota haciéndome saltar del susto cuando llegué a su habitación para verificar la insta
Salí de la habitación a toda prisa pues sería largo el camino. No alcancé a ver a Babs o a Jessi, debían estar dormidas aún. No tenía idea de lo intenso que podía ser ese malcriado, hasta que puse un pie fuera del edificio. Ahí estaba muy tranquilo como si no sucediera nada. Recargado en su auto caro, con su ropa cara y su sonrisa llena de soberbia. Resoplé con fastidio y caminé doblando a mi derecha, pero él no captó la indirecta. ―Oye, Rainbow. ¿Porqué me evitas? ―preguntó con descaro. ―¿Enserio lo preguntas? ―resoplé sin detenerme. ―¿Tiene algo de raro preguntar? ―Trato de llegar temprano a mi trabajo, porque de alguna manera misteriosa los neumáticos del auto de la compañía donde trabajo, están sin aire por lo que volver a casa fue una aventura ―expliqué casi sin respirar. Estaba molesta. ―Pudiste llamarme y con gusto te traía. ―Prefiero que mis pies sangren haciendo camino hasta acá, antes de pedirte que me
En cuanto llegamos a la propiedad me apresuré sin titubeos a salir del auto, sentía que me asfixiaba ahí dentro. Pero oh sorpresa, la puerta no abría, y no era que estuviera averiada o algo así; eso era imposible tratándose de un auto de lujo, simplemente que el joven no soltó los seguros automáticos, hasta que bajó, rodeó el auto, y me abrió personalmente la puerta. No tenía ánimos de seguir peleando, así que solo le seguí el juego y tomé su mano para que me ayudara a salir. Un gesto caballeroso y educado que de algún modo él disfrutaba, pude notarlo. ―Gracias ―dije tomando mis cosas esperando que no se ofreciera a llevarlas, por que si lo hacía iba a gritarle. ―Ha sido un placer. Me di la vuelta para entrar a la residencia, pero mi sorpresa fue mayor al ver el auto de la compañía estable. Los neumáticos tenían otra vez su aire como debía ser. ―Dime algo, Neal ―pedí de la manera más civilizada parándome justo frente a él―. ¿Por qué le hiciste
―Evelyn, ya estamos listos. Nos veremos el lunes por aquí ―dijo Charles tras haber cargado la camioneta con la herramienta. ―No, espera ―pedí apresuradamente, aunque no se había movido de su lugar. ―¿Necesitas algo más? ―Sí. Lo que pasa es que, bueno… Babs y yo hemos organizado un picnic para el domingo, y quería saber si te gustaría acompañarnos. ―¿Es enserio? ―preguntó entusiasmado. Definitivamente ese chico estaba colgado de mi prima. ―Sí. Tenemos pensado llevar después a Jessi a la feria, y si quieres seguir la fiesta con nosotras, sería algo realmente genial. ―Por mi está bien. Con gusto estaré ahí. ―Genial. Te vemos entonces el domingo, ¿te parece a las diez de la mañana? ―Claro que sí, ahí estaré. Gracias, Evelyn. ―De acuerdo. Era todo. Han hecho un excelente trabajo esta semana. Descansa. ―Tu igual. Terminé de reunir mis cosas y las llevé al auto, para después regresar a cerrar la residen