Nadie me dijo que trabajar para Leonora O’Conner sería tan estresante. Es decir, sabía que se trataba de una empresa muy renombrada y que no cualquiera lograba entrar.
Era cierto, no cualquiera entraba por su propio pie, así que imaginen cómo quedé cuando me enteré de esto un mes después de haber firmado mi contrato.
Soy diseñadora de interiores, y nunca imaginé que trabajaría para la mujer más despreciable de toda la región. Me imaginaba que mi puesto sería diseñar, entregar proyectos bonitos y ganar clientes felices gracias a mis creativas ideas, pero no, que sorpresa me llevé cuando me presentaron con Leonora como su asistente personal. Ella me miró con curiosidad, creí que me diría algo por mi cabello teñido, pero lo dejó pasar y fue algo que aprecio en verdad porque amo mi cabello de colores y si me pedía que lo tiñera a un color más serio, tenía que hacerlo porque el trabajo me daría buena paga, y eso de estar desempleada por más de seis meses, me dejo una valiosa experiencia de necesidades y carencias que no quería volverá repetir. Al final solo me hizo preguntas directas y muy básicas, después de eso me dictó la lista de actividades que realizaría sin un curso de inducción o algo, por lo que tuve que aprender sola.
Todos mis días; al menos los laborales, se basaban en salir corriendo por las mañanas desde mi apartamento hasta la cafetería cerca del edificio donde vendían las galletitas de mantequilla riquísimas, pero rara vez podía comprarme de esas galletitas cuando me iba al trabajo porque sueltan migajas, y Leonora no permitía una sola partícula de polvo cerca de ella, mucho menos migajas de una galleta, así que solo llegaba por un vaso de café y corría a la agencia. Al llegar debía revisar que el espacio de Leonora se encontrara en optimas condiciones y todo en su lugar porque era una obsesiva con el orden y su agenda debía encontrarse abierta sobre su escritorio con el día correspondiente. Ese era el principal motivo por el cual yo era la primera en llegar; de ese piso.
Y bueno, el día que empezó mi calvario no fue la excepción. Salí de casa como de costumbre, fui por el vaso de café y corrí a la agencia. Me trasladaba en el metro por lo que no importaba cuan temprano me fuera, siempre estaba en hora pico.
Terminé de organizar la oficina de Leonora, y regresé a mi pequeño escritorio que se encontraba al salir a un costado de la puerta.
Ella llegó como siempre haciendo resonar los tacones de sus zapatos, mas de una vez llegué a pensar que iba a cuartear el piso de tanto taconazo.
―Todd, ven a mi oficina por favor ―pidió autoritariamente con educación.
―Dígame, Srta. O’conner ―Permanecí parada frente a su escritorio.
Ella se tomó su tiempo para responder, pues se había quitado sus gafas de sol para reemplazarlas por las graduadas, y analizó con detenimiento la agenda.
―Esteban está lesionado, lo atropelló un camión ―dijo sin una sola pizca de sentimiento.
Esteban era uno de sus principales cinco agentes de ventas; los que mantenían un ranking elevado para ser exacta.
―L-lo… ¡¿Un camión?! ―cuestione conmocionada, porque no podía creer que ella tuviera el corazón tan frio.
Es decir, yo solo he hablado con él en contadas ocasiones, y me da pesar. Ella pasa la mayoría del día hablando con esos cinco agentes de ventas destacados y casi diario tiene juntas por lo que me parece tan retorcido que hable como si no fuera nada grave.
―Un camión, o un auto, no lo sé, pudo haber sido una bicicleta talvez ―divagó sin mucho interés y me miró con interés―. ¿Estás bien, niña?
―S-sí, es solo que… Esteban… ―vacilé aun sin poderlo creer, porque ella tenía un corazón frío, pero el mío era de pollito.
―Solo relájate, niña. Estará bien. He recibido de él la noticia así que supongo no está tan grave si pudo tomar su celular para llamarme.
―¿Él le avisó?
―Escucha, niña ―continuó ignorando mi pregunta―, Esteban está a punto de cerrar una venta, pero ahora no puede y tengo a mis otros cuatro agentes bastante ocupados con más de tres ventas en proceso cada uno incluyendo las de Esteban, pero hay una que requiere supervisión inmediata. Necesito que vayas a esa residencia y atiendas a los contratistas, les des indicaciones de lo que hay que hacer y verifiques que la remodelación sea lo que Esteban diseñó. Necesito que esa propiedad esté lista como máximo en dos meses, o se vencerá la vigencia que acordamos con la clienta y se perderá la venta.
No se si estaba soñando, quizá la atropellada había sido yo y era todo un sueño cercano a la muerte, o realmente estaba pasando y era mi oportunidad de pasar de ser una simple secretaria a ser una grandiosa diseñadora de interiores.
Me quedé plasmada en mi sitio tratando de recapitular cada una de sus palabras, pero creo que eso le molestó y dio una palmada frente a ella sacándome de trance.
―¿Escuchaste lo que te dije?
―Sí ―respondí automáticamente.
―Entonces muévete niña.
―¿Quién hará mi trabajo?
―De eso se encargará Sofía de Recursos Humanos. ¿Quieres hacer esto o te sientes incompetente? Porque puedo decirle a alguien más.
―¡No! ―dije casi interrumpiéndola―. Yo lo hago. Ya me pongo al tanto.
―Hazlo ―ordenó para centrarse en su agenda y su teléfono, así que salí inmediatamente antes de que se arrepintiera.
Me senté en la silla tras mi escritorio, y marqué a la extensión de Sofía.
―O’Conner Bienes Raíces, recursos humanos ―contestó robóticamente.
―Hola Sofía, soy Evelyn.
―Oh, Evelyn. Justo estaba por llamarte. Tengo una chica que va a ocupar tu lugar temporalmente. Ya te informó Leonora, supongo.
―Así es.
—Perfecto. Enseguida te la envío. Porfis enséñale todo lo que tiene que saber, que no se te pase nada nadita, porque enserio tengo muchísimo trabajo y no puedo estar haciendo más entrevistas. Cuando termines, llama a Esteban, está en el Hospital Central Park, y te dará detalles.
—Muy bien, gracias Sofía.
No podía dejar de pensar en “Proyectos bonitos, clientes felices”. Si bien Esteban tenía algo ya diseñado, podría sugerir cambios a la próxima dueña, y si ella los aceptaba entonces Leonora se daría cuenta del potencial que tuvo rezagado en ese pequeño escritorio fuera de su oficina.
Empecé a organizar mi área… perdón, próxima ex área de trabajo para dejar al alcance de la nueva temporal todo aquello que nadie me dijo iba a necesitar y que tuve que descubrir yo sola.
Obvio tenía que hacerle la vida fácil a esa chica, porque entonces si ocupaba un lugar como diseñadora, no me vería en la necesidad de regresar a ese puesto. Aunque… de pronto empecé a divagar y a sentir pánico, porque si no llenaba las expectativas de Leonora y no me ganaba la oportunidad de ascender, alguien más ya tendría mi trabajo como asistente, y si ella hace las cosas mejor que yo manteniendo contenta a Leonora, ni siquiera podría regresar a sentarme en esa silla que de pronto sentí cómoda.
Era una espada con doble filo…
Pero el mundo es de los que se arriesgan y levante nuevamente mi ánimo.
―Hola, ¿eres la señorita Todd? ―preguntó tímidamente una chica super ultra mega delgada, pero de facciones muy sencillas y simpáticas, que me fue imposible verla como una usurpadora a la que iba a cederle mi lugar.
―Evelyn Todd ―me presenté extendiendo mi mano para estrecharla con la de ella―. ¿Tienes experiencia como asistente…? Emm ¿Cuál es tu nombre?
―Nancy Ruelas ―dijo mostrándome su blanca dentadura, y no pude evitar decir mentalmente ciruelas―. Es un gusto señorita Todd.
―El gusto es mío ―respondí completando ciruelas en mi interior―. Ok, Nancy. Sígueme que voy a indicarte lo básico.
Ella siguió sonriendo y le explique todo lo que tenía que saber, me quedé hasta medio día con ella ayudándola a adaptarse a mi escritorio que ya le había tomado especial cariño justo en el momento en el que vino a mi mente la teoría interna conspirativa de que ella podría usurpar mi lugar si no doy el cien en este proyecto caído del cielo, entregado por el camión, auto o bicicleta, lo que sea que haya atropellado al buen Esteban.
Llegué al hospital con un pequeño ramo de flores para visitar a Esteban. Bueno no era tanto la visita, pero prefería que me explicara en persona los detalles. Cuando la enfermera me indicó por cual pasillo ir y el numero de habitación, me advirtió que el paciente tenía descrito su alergia al polen. Miré mi ramito de flores con tristeza y se las regalé a ella. Al llegar a la habitación se encontraba abierta, había una enfermera dentro revisando sus signos vitales, y me limité a tocar con el puño sobre la madera. ―¿Evelyn? ―inquirió con sorpresa; supongo que no me esperaba. ―Hola ―saludé entrando al tiempo que me hacía señas con su mano; la que no tenía tubos ni agujas intravenosas, para acercarme a él. ―¿Qué haces aquí? ―quiso saber intrigado―. ¿Te envió Leonora? ―No, no para nada. Yo quise venir a ver como estabas. ¿Te encuentras mejor? ―Sí, claro. Fue algo muy extraño lo que sucedió ―dijo para después hacer una mueca de dolor;
―Vaya, hoy te ves muy contenta, Tutti ―señaló mi prima Babs en cuanto me vio entrar―. Has llegado temprano, ¿a qué se debe? Vivía con ella y su pequeña Jessi de seis años. Ambas son una adoración, y no podía negarme a darles un espacio en mi muy pequeño apartamento después de que la tía Marcie muriera. Babs no es una chica de ciudad, ella es una bella granjera que por inexperiencia se vio en la necesidad de arrendar la granja que era de la tía. Recibía cada mes ese monto por la granja, y su estadía en la ciudad fue porque quería ahorrar lo suficiente para hacerse cargo de la propiedad, estaba estudiando Ingeniería agropecuaria y trabajaba medio tiempo mientras Jessi asistía a la escuela y a clases de piano. Yo la admiro, porque en verdad no sabía como hacía para que el tiempo le rindiera a la perfección entre la escuela, el trabajo, Jessi y las necesidades básicas de la peque incluyendo la atención que le dedicaba. ―Pues con la novedad
Fue el primer día en tres años que no corría por el café, porque tenía un auto a mi disposición que me ayudaría a trasladarme sin dificultad a cualquier lado. Estacioné frente a la cafetería, y caminé tranquila para pedir mi vaso y por supuesto que también esas deliciosas galletitas de mantequilla, las cuales comí saboreando cada maldito gramo sin importarme las migajas que caían de ellas. La residencia se encontraba a las afueras de la ciudad, cerca de la zona montañosa, y para llegar ahí tenía que tomar una carretera que estaba rodeada de árboles. Disfruté la vista a cada kilómetro, hasta que por fin llegué. Efectivamente era una residencia más grande que el edificio en el que habito. Tomé mi bolso y la carpeta con los diseños; dejé mi pc portátil en el asiento de copiloto donde traía apilado todo lo anterior. Casi quedo boquiabierta pero no pasó puesto que un hombre de edad avanzada salió de un costado de la residencia a saludarme. ―Buenos
Llegué al apartamento tan noche, que Babs y la niña se encontraban dormidas. Encontré en un topper algo de ensalada con surumi. Me senté quitando los zapatos para aventarlos a un lado y busqué galletas horneadas, no podía comer una ensalada sin galletas horneadas. A pesar del mal rato con el malcriado ese, llegué satisfecha a casa. Pude adelantar en un día lo que era para una semana; una semana de las que ya estaban atrasadas. Charles me dijo que la señora Costello iría el día siguiente, por lo que esperaba poder verla sin el malcriado de su hijo, lo cual tenía probabilidad nula, ya que el mocoso maleducado seguramente le había avisado del cambio, aunque de igual manera Leonora pudo haberle avisado, era algo de lo que no tenía idea. Mi noche transcurría tranquila, o eso parecía hasta que una notificación de faceworld me alertó en el teléfono. No lo podía creer. Enserio no podía creer semejante atrevimiento que hasta dejé caer el cubie
Si hubo algo que realmente me agradó en esa mujer; y hablando de lo unico, fue su capacidad de comprender cada palabra que decía, porque no le escuché pedir que le repitiera algo de la larga explicación que di. Fuera de eso, su trato fue bastante desagradable. ―¿Eres capaz de terminar todo lo estipulado en el contrato en tiempo y forma, niña? ―preguntó andando hacía su auto en cuanto salimos de la residencia, sin mirarme y sin detenerse. ―Puedo comprometerme a terminar cada una de sus exigencias si decide extender al menos un mes el contrato, y le aseguro que tendrá lo que pide excediendo las políticas de calidad de O’Conner Bienes Raíces. ―¿Porqué no antes? ―inquirió volviéndose a mí―. Firmamos un contrato. Si el incompetente de tu compañero no cumplió con las clausulas no es mi problema. ―Comprendo a la perfección su punto señora Costello, y le agradecería que entendiera el mío, recibí este proyecto justo ayer… ―Y lograste en un día lo que e
Entrar a la oficina me dio un golpe de nostalgia, y tal vez pareciera una exageración pues solo habían sido dos días que dejé de venir. Encontré a mi sustituta muy cómoda pero algo nerviosa, quise suponer que Leonora ya le estaba haciendo la vida imposible pero ya no era de momento mi problema, y debo admitir que si era ineficiente y Leonora decidía devolverme a mi puesto con gusto tal vez lo aceptaría, pero por otra parte no quería que esa gente ganara. Quería demostrarme que podía con esto e incluso con más. En cuanto la junta terminó, le pedí unos minutos a Leonora, lo cual en realidad me sorprendió por lo fácil que fue el que aceptara escucharme. ―Señorita O’Conner, respecto a los tiempos para finalizar el proyecto… ―No puedes pedir extensión, creí que te había quedado claro, Evelyn. ―Y me quedó bastante claro. Estuve buscando alternativas para poder cumplir con las expectativas ―expliqué―, y por cualquier lado que le vea, no se podrá hace
Un rato más tarde, observaba los planos de la propiedad. Charles me había estado dando opciones para repartir el trabajo y roles con el otro contratista, así que él se regresó a apresurar la instalación del jacuzzi, y yo me quedé analizando las varias opciones que me dio. ―¿Es tu costumbre siempre llegar tarde? ―Escuché decir, y me estremecí apretando mis puños con disimulo. Aun no cruzaba una palabra con él y ya me había exasperado. Traté de ignorar, pero el muy imbécil no captaba indirectas. ―Llegué muy temprano y pude ver que esos tipos llegaron antes que tu… ―Tuve una junta con mi jefa ―interrumpí su estúpido reclamo separándome de la mesa quedando frente a él cruzándome de brazos. ¿Quién se creía que era? ―Oh, ¿y qué tal ha ido? ―preguntó con cinismo. ―No es de tu incumbencia. ―Eso no suena bien ―Y pareciera que no necesitaba decir nada porque el imbécil lo sabía todo. ―¿Necesitas algo? Porque de lo contra
―¿Qué vemos? ―pregunté a Babs recostándome a un lado de ella en su cama. ―Good Girls. ¿Cómo te fue en la junta? ―Mal. Muy mal, Babs. ―¿Por qué? Cuéntame ―pidió reacomodándose al tiempo que pausaba la serie que estaba viendo. ―Pasaron tantas cosas feas, que realmente no sé si seguir con este proyecto. ―¿Tan pésimo es? ―Tuve que restarle una semana de trabajo para poder obtener manos extra, ya que el imbécil de Esteban ha estado robándole a la jefa. ―¡¿Qué?! ―Sí, Babs. El idiota ese tenía en nómina sueldos fantasmas, por suerte Leonora me permitió sugerirle congelar el sueldo de Esteban para así pagar manos extra, y bueno… Charles se lo tomó bien, pero siento que hice mal al no consultarlo con él. ―Ok. Primero, ¿quién es Charles? ¿trabaja contigo? ―Oh, sí es el contratista. Es la persona mas amable que jamás haya conocido, Babs. Me ha apoyado bastante con esto y me ha dado demasiados ánimos.