DE UNA AVERÍA IRREPARABLE (2)

Súbitamente la voz de Adal se transformó. Ahora parecía fría y despectiva. Me estremeció.

—Por Dios... —tartamudeó tía Amanda, sobresaltada.

—Sí, es cierto. A partir de ese día ella empezó a correr peligro, ¿sabe? Estaba rondando apenas los trece años cuando puse mis ojos en ella. —Suspiró—. La sentí como el despertar de un susurro imperceptible, una pluma en el viento que se acercaba hasta mí. Me resistí, lo confieso, pero ni yo mismo me di cuenta que mis redes ya estaban tendidas, esperándola. Su piel era de cielo, su cabello de río y sus ojos eran como el sol, toda ella era una naturaleza salvaje y espléndida que me sacudía. Bueno, se veía triste y falta de cariño aquella tarde en el puente. Había algo dentro de ella... no lo podría definir, solo sé que mi red esta

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