—Ah, no... —dijo, bordeando el mueble rápidamente e impidiéndonos ingresar—. No los he visto y ya los conozco y a Félix también. Es por Cassiel que están así. Cassiel, hay que decirlo, me has hecho unas cuantas en mi propia casa... No puedes entender mi disciplina al limpiar y la otra noche viniste bastante borracho con una novia y dejaste tu esperma untada por todas partes, los condones tirados, mis sabanas deshechas. No me olvidaré nunca, Cassiel, fue un escándalo. Y Félix —agregó, señalándolo con un dedo— profanaste mi sofá, bañándolo en tus fluidos y cerveza, porque también te tiraste a una tipa esa noche por pura lealtad a Cassiel, y yo tuve que aguantarme las quejas de Roberto, de los vecinos y de toda la urbanización, porque no conforme con eso usaron mis equipos a toda máquina y me los dañaron. No sabes lo que tuve
—Sí —le contesté dando un bostezo—. Estudio con Romy, Drusila y Mayola.—¡Ah! A mí me gusta el cine y el teatro. Mi novia cinematográfica es Mae West, la de Lady Lou. Es la única actriz que resalta de las demás. Tiene una personalidad pura, apenas con trece películas. ¡Sexy a rabiar! —exclamó juntando las puntas de sus gordos dedos y besándolos para significar que aquella mujer era un bombón. Después desplegó sus manos al aire como si corriera teatralmente un telón—: La defino por sus grandes frases: “Cuando soy buena, soy buena, pero cuando soy mala, soy mucho mejor”, “estoy soltera porque nací así” o “el sexo es como una partida de póquer: si no tienes una buena pareja, más te vale que tengas una buena mano”. —Y estalló en una estruendosa carcajada, beb
Aquella pregunta retumbó en el salón como el estallido de un cañón. Del tiro todo se paralizó: Roberto que estaba al fondo, en el estudio de grabación, detuvo la música. Las cabezas se volvieron hacia mí esperando mi respuesta. Hasta Jimmy, perdido en las alacenas de la isla, alzó la cabeza y se quedó mirándome. ¡Oops! No tenía mucho tiempo para pensar.—No... —titubeé—. Yo nunca he visto el mar.Todos suspiraron al oír aquello, sorprendidos y hasta divertidos. No solamente suspiraron, resoplaron, se burlaron y me trataron de tonta. ¡Oh, Dios mío! ¡Metí la pata otra vez!, pensé resentida, sintiendo como una mano siniestra me revolvía las tripas. Siempre sucedía lo mismo cada vez que hacía una pregunta “tonta” o algún comentario fuera de lugar. Roberto prosiguió
Lola le aplicaba una mascarilla de barro a Romina en el rostro, se la quitaba y se la volvía a poner. Vito y Benjamín jugaban y se golpeaban. Clemente cantaba algo de Los Terrícolas (muy mal, por cierto). Hanna me abrazaba y me preguntaba de qué color era mi unicornio favorito, y dibujaba en un papel un chivo multicolor con un cuerno en la frente. Y todo eso era la familia, mientras yo ahí, sentada frente a la mesa, terminando mi desayuno citadino, era yo y mi nueva vida, mi vida frente a la de unos extraños. Aun así estaba bastante feliz de tener a esta nueva familia, de haber recibido noticias de la mía en mi aldea, de estar cada día más cerca de mi sueño, de las amistades y las calles donde me perdía en el desorden, en la mitad del caos, usando las máscaras que me proveía el gran teatro de la vida. Triste, feliz, decente, indecente, miserable, miserable. Un juego de sentimie
Me dijo que era hijo único de un músico, cuyo padre había sido hijo de un músico también, y éste a su vez hijo de otro músico y así sucesivamente, hasta llegar a la generación que compuso y dio música al himno nacional del país. Me dijo que su familia se mudó del oeste de la ciudad al centro, un poco más cerca del norte, donde a los ocho años tuvo su primer contacto con la música, pero que fue a los doce años cuando consiguió su primera guitarra y aprendió a tocarla de forma autodidacta. Jimmy era un rebelde musical. Aunque sus padres querían que estudiara ciencias, se negó debido a su pasión por la música, renunciando así al financiamiento de la carrera universitaria que sus padres le podían dar.Resumió muchas de las penurias que pasó para poder pagar el conservatorio y desvi&oacut
Hundí mis pies en la arena finísima y espesa, que levantaba en pequeños remolinos por la brisa del mar, sintiendo su tibieza que se hacía fría a medida que nos acercábamos a la orilla. Allí el agua cubría la costa y se retiraba dejando una brama brillante que desaparecía en segundos. El agua resplandecía en hermosos destellos plateados y era fría y yo no sentí miedo de internarme en ella.—¡Eh! —exclamó Jimmy desde la orilla—. No creo que se buena idea que te sumerjas. Estoy seguro de que no sabes nadar.—Es cierto, no sé —murmuré tocando el agua tibia de la superficie, sintiéndola helada en mis pies—. Vendería mi alma al diablo en este momento por poder internarme más allá.—Entonces seré Lucifer —dijo interesado, acercándose a mí—. Súbete a mi
Todos los días, desde aquel día, había llevado conmigo la chaqueta que Jimmy me prestó. No sabía en qué momento el destino volvería a reunirnos. Trataba de ser fiel al amor que sentía por Adal, pero me disponía a arreglarme muy hermosa cada día antes de salir. Lo hacía con entusiasmo, deseando inconscientemente encontrarlo de nuevo, volver a verlo, vivir alguna otra aventura con él. ¿Qué pensaría tía Amanda de aquello? ¿Qué pensaría de lo que empezaba a sentir por ese extraño? Ella me condenaría, eso es seguro, todos en el pueblo, por desear nuevamente a un hombre que no era mi prometido. ¿Atracción? ¿Deseo sexual? ¿Sería deseo sexual lo empezaba a sentir? Por lo pronto lo más conveniente era seguir con mi vida, haciéndome la vista gorda ante lo que empezaba a sentir. No quería inves
—¡Pero que manía tienen los jóvenes con la desesperación! —saltó, agitado—. Unos dicen que se les va a pasar la vida y que deben hacer algo pronto. Mira, yo nunca me he sentido mejor que a mis veinticuatro años, así viva en soledad. Tú me ves solo pero yo me veo en la mejor compañía.—¿Y cuál es la mejor compañía, según tú?—Mis ancestros y yo.—Esas no son personas, Jimmy, apenas son una ilusión. Yo te hablo de personas de verdad, de la familia, los amigos, o ¿no tienes esperanzas de fundar una familia? Se nos va tiempo, Jimmy.—¿Y para qué contar cuantas horas nos quedan? ¿Para qué hacer lo mismo que hacen los demás? Yo prefiero ir en dirección contraria, así como lo hacen los peces en un río porque los que sig
Empezaron las salidas al cine, bares y teatros. Casi siempre salíamos con Roberto quien resultaba favorecido por la cara de ternura que ponía cada vez que íbamos a salir. Jimmy lo trataba como a un niño imprudente cuando se sentaba entre los dos o le robaba mi atención. Rabiaba hasta más no poder y en los intervalos en los que podíamos estar solos, trataba de decirme algo hasta que Roberto llegaba con aire de niño a quien había que mimar e interrumpía nuestra ensoñación. De aquella rivalidad que empezaba gestarse no podía salir nada bueno y Jimmy lo sabía, por lo que intentaba verme fuera de la casa.No obstante, en mi mente y mi corazón las cosas andaban muy mal, estaba absolutamente confundida por los sentimientos que tenía por Jimmy y por Adal. En las noches, antes de dormir, mi cabeza se convertía en un pandemonio y yo rogaba que durmiendo y