IZAN RIBEIRO —¿¡Qué has hecho, Izan!? ¡Él la salvó! ¡Él fue quien compró a Alana para salvarla! —gritó Marc, su voz llena de desesperación. Todo a mi alrededor se detuvo y la realidad nos golpeó en el rostro como una bofetada helada. Miré a Sergio y ordené que soltaran a Marc y subí a la camioneta blindada con Alana. Su padre, con manos temblorosas, peinaba su cabello con los dedos, y sus lágrimas caían en cascada. Trato de detener las mías, pero es imposible. Mi visión se nubla, el pecho me duele.—No tienes que culparte de nada —murmuró con voz quebrada mientras apretaba a Alana contra mi pecho, sus ojos llenos de desesperación—, diremos que fui yo quien dio la orden. Prefiero que me odie, pero que sea feliz a tu lado. Podía sentir los latidos lentos de Alana, tan débiles que parecían desvanecerse. Con desesperación, grité que acelerarán. El mundo fuera de la camioneta se convirtió en un borrón, un paisaje irrelevante comparado con la fragilidad en mis brazos. No me importaba qu
Alma¡No lo acepto! No lo puedo aceptar, no imagino una vida sin él. Siempre he deseado morir antes para no vivir este dolor y así poder partir tranquila, sabiendo que nuestros hijos estarían en sus manos. Cuando me llevan por las cabinas de emergencia, lo veo... Inserte en una camilla, mi corazón se desmorona en mil pedazos. Las lágrimas ruedan por mis mejillas como torrentes de desesperación.—¡Serch! ¡Amor! —gritó con todas mis fuerzas, mi voz rasgándose en el aire mientras los enfermeros me sujetan con firmeza—, ¡déjenme verlo un momento, es mi esposo!Les suplicó con lágrimas en los ojos, mi voz quebrada y llena de angustia. Ellos cruzan miradas y, finalmente, con una leve duda, me sueltan. Mis manos tiemblan al llegar a la camilla. Sus ojos están cerrados y, con dedos temblorosos, acaricio su rostro, negando la realidad mientras sollozo su nombre. Mi amor, mi guardián.—¡Despierta, por favor! —le ruego, golpeando su pecho con desesperación. Comienzo a reanimarlo; mis brazos due
IZAN RIBEIRO No sé cuánto tiempo conduje ni qué tan lejos llegué; solo me detuve cuando el coche quedó sin combustible. Bajé y lancé la puerta con fuerza, sintiendo cómo el metal vibraba bajo mi mano, rasgando mi camisa mientras gritaba al eco de la noche mi dolor. Me moría en vida y sus palabras no salían de mi cabeza. Miraba las estrellas en la oscuridad de la noche y un acantilado me esperaba.Mis pies se movían solos, avanzando hacia el abismo. Estaba a solo un paso. Abrí mis brazos, dejando que la brisa se llevara mi dolor, mis lágrimas y mi tormento. Por más que quisiera protegerla, no podía. Nunca pude, y ahora soy el culpable de su sufrimiento.—Mi princesa, perdóname —susurré con la voz rota, y mi cabello, movido por el viento, limpiaba mis lágrimas.Un ruido detrás de mí me hizo girar bruscamente. Pavel estaba allí, su figura recortada contra la tenue luz de la luna.—Serías el hombre más cobarde si no luchas por la persona que amas y el peor padre por dejar a su pequeña si
—Izan... — murmuró con su voz quebrada, llevando una mano temblorosa a su cabello despeinado, mientras la tristeza se reflejaba en cada uno de sus gestos —, ¿Por qué estás aquí? — Sus dedos se aferraron a su vestido como si fuera su única conexión con la realidad—, ¿¡no tienes suficiente culpa ya!?Izan tragó saliva, sus ojos buscando desesperadamente los de ella. Ni siquiera había podido ir a ver a su tío, evitando ver ese odio reflejado en su mirada.—Lo siento... No quería que esto sucediera — sus palabras se entrecortaban mientras luchaba por contener las lágrimas—, no lo sabía, Alana, fue un jodido error. Dime, ¿estás bien? ¿Cómo están tus piernas?Intentó acercarse para tocarla, pero Alana giró bruscamente su silla, evitando su contacto, y levantó su rostro para enfrentarlo. Una ráfaga de brisa hizo que su loción llegara hasta sus fosas nasales, erizando su piel y endureciendo su expresión. Entonces, sin piedad, le gritó:—¡No querías! — su pecho agitado por la ira, hizo retroc
Un mes atrás...Subí el volumen de mis cascos y estiré mis extremidades, sintiendo cómo cada pliegue hacía que un dolor me recorriera el cuerpo. Sabía que debía seguir trabajando en mi recuperación, pero el cansancio mental no me dejaba avanzar. Con un suspiro profundo, me preparé y di un giro, saltando con la gracia de un paso de jeté. Mis pies no se veían en el escenario mientras ejecutaba cada paso de ballet, como un tendu seguido de un plié y un arabesque, manteniendo el equilibrio con esfuerzo. Incliné mi espalda y cerré mis brazos en un abrazo imaginario, dejando que las lágrimas comenzaran a caer mientras sentía sus manos, su mirada, «mi príncipe» Canté dejando ir mi dolor, luchando contra mi cabeza y mi corazón. No podía fallarle a mi padre, ni perdonar a la persona que le arrebató la vida.Mi mundo se volvió gris desde que me alejé, y los únicos colores que tengo son los de su pequeña. No puedo evitar verlo en su mirada y gestos; me siento feliz de que ahora seamos amigas.
Izan Ribeiro La tenía a mi lado y todavía no podía creerlo. Pensé que la había perdido para siempre, que no tendríamos otra oportunidad juntos, pero aquí estábamos, contra todo pronóstico.Esperaba a mis bellezas en la recepción del hotel. No quise llevarlas a la casa de mis padres. Tengo dinero de sobra para pagar un hotel entero para nosotros, pero sería demasiado arrogante de mi parte, y ese Izan ya está en el pasado. Al final, el dinero y el poder que tanto deseaba no significan nada cuando pierdes a la persona que amas, mi dinero no me devolvería a Alana ni curaría a mi hermana. Mis padres no se rinden y no perdemos la fe de que pronto todo esto será un mal sueño.Escucho unos tacones acercándose y giro sobre mi eje, mi corazón late con fuerza al ver a las hermosuras que me sonríen llenas de felicidad. Ariel es la primera que corre a mis brazos, y la alzó, admirando su belleza «mi dulce patito», sus pequeñas manos se aferran a mi cuello.—¡Estás hermosa, amor! —le digo, besando
Sus miradas irradiaban felicidad y ardían llenas de deseo; los latidos de sus corazones desbocados se podían escuchar a kilómetros. Izan sostiene su mano y la lleva a sus labios, dejando un beso tierno y prolongado. Alana no puede más que aferrarse a su saco y besarlo con fervor. Las miradas están encima de ellos y los flash se hacen presentes. —Mañana saldremos en primera plana de las revistas más importantes, sabes que para el mundo somos primos aunque en realidad sólo compartimos la etiqueta—le dice Alana, acariciando suavemente su mejilla, mientras Izan deja un beso en la punta de su nariz.—Yo mismo les daré el encabezado, si lo desean, no me importa que digan o las demás personas, solo tú eres lo más importante —agarra su mano y textea un mensaje en su teléfono rápidamente, sus ojos brillando con determinación.—¿A dónde iremos? —pregunta curiosa, mientras se aferra a su costado.Sus ojos azules brillaban con la oscuridad de la noche, dejando más cautivado a Izan.—A un lugar
—¡Te amo, Izan! —gritó, abriendo los brazos y mirando al cielo estrellado. No podía pedir más; era la máxima felicidad experimentar amor y adrenalina junto a su mejor amigo.No sabía cuánto habían conducido, ni deseaba bajar. Era la primera vez que subía a una máquina así, pero el trayecto había terminado frente a la clínica de su tío Fabián. Izan bajó de la moto y la tomó por la cintura para ayudarla. Entrelazó sus dedos con los de ella y Alana no pudo evitar sonreír.—Solo tu padre es capaz de crear algo así en el rascacielos de su clínica —dijo mientras subían al ascensor.—En este lugar mi madre convenció a mi padre de volver y le dijo que estaba embarazada de Maia, ¿recuerdas? —Alana sintió un nudo en la garganta y asintió sin poder decir más—, esa temporada en tu casa fue la mejor de mi vida. Estaba a tu lado y me sentía feliz.—Todavía, mi padre tiene la grabación y siempre la veía escondida hasta quedarme dormida en su estudio. Te extrañé cada segundo, minuto, hora, día, mes y