Capitulo 39

—¡Se han llevado a la señorita, jefe! —la voz temblorosa de Tobías rompió el silencio.

Izan queda en silencio, sintiendo una presión intensa instalarse en su pecho. Sus puños se cierran con fuerza.

«¡Esto mierda no puede estar pasando!», grita mentalmente.

—Tobías, vete. Te juro que si algo le sucede a Alana, te mato. ¡Desaparece de Boston y a Rusia no regreses! Eres un inútil, joder —los ojos de Izan destellaban con una furia incontrolable.

—No lo haré, nunca debiste darme la oportunidad de trabajar para ti, Izan. No logré cuidar a una pequeña y menos a la señorita. Me dejaron inconsciente y... —Tobías se desploma en el suelo, apoyando su cabeza en la pared mientras un mareo repentino lo invade, sus manos temblorosas—, soy tu amigo y no pienso dejarlo.

Izan cuelga el teléfono y se come una flecha mientras acelera los neumáticos, el rugido del motor acompaña su creciente desesperación. Golpea el volante con el puño, desatando un grito de frustración.

Melissa, que todavía jugaba con Ar
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