Capitulo 40

IZAN RIBEIRO

—¿¡Qué has hecho, Izan!? ¡Él la salvó! ¡Él fue quien compró a Alana para salvarla! —gritó Marc, su voz llena de desesperación.

Todo a mi alrededor se detuvo y la realidad nos golpeó en el rostro como una bofetada helada. Miré a Sergio y ordené que soltaran a Marc y subí a la camioneta blindada con Alana. Su padre, con manos temblorosas, peinaba su cabello con los dedos, y sus lágrimas caían en cascada. Trato de detener las mías, pero es imposible.

Mi visión se nubla, el pecho me duele.

—No tienes que culparte de nada —murmuró con voz quebrada mientras apretaba a Alana contra mi pecho, sus ojos llenos de desesperación—, diremos que fui yo quien dio la orden. Prefiero que me odie, pero que sea feliz a tu lado.

Podía sentir los latidos lentos de Alana, tan débiles que parecían desvanecerse. Con desesperación, grité que acelerarán. El mundo fuera de la camioneta se convirtió en un borrón, un paisaje irrelevante comparado con la fragilidad en mis brazos. No me importaba qu
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