Capitulo 46

—¡Te amo, Izan! —gritó, abriendo los brazos y mirando al cielo estrellado. No podía pedir más; era la máxima felicidad experimentar amor y adrenalina junto a su mejor amigo.

No sabía cuánto habían conducido, ni deseaba bajar. Era la primera vez que subía a una máquina así, pero el trayecto había terminado frente a la clínica de su tío Fabián. Izan bajó de la moto y la tomó por la cintura para ayudarla. Entrelazó sus dedos con los de ella y Alana no pudo evitar sonreír.

—Solo tu padre es capaz de crear algo así en el rascacielos de su clínica —dijo mientras subían al ascensor.

—En este lugar mi madre convenció a mi padre de volver y le dijo que estaba embarazada de Maia, ¿recuerdas? —Alana sintió un nudo en la garganta y asintió sin poder decir más—, esa temporada en tu casa fue la mejor de mi vida. Estaba a tu lado y me sentía feliz.

—Todavía, mi padre tiene la grabación y siempre la veía escondida hasta quedarme dormida en su estudio. Te extrañé cada segundo, minuto, hora, día, mes y
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