Capitulo 38

La llevó a su pecho y peinó su cabello con sus dedos, los dos permanecían en silencio, tratando de asimilar lo que había sucedido. Sus respiraciones se normalizaron lentamente y se miraron mutuamente, solo pudieron pronunciar con una sonrisa en sus labios y sin arrepentimiento en su mirada:

—Te amo, princesa. Te amo, con todas mis fuerzas.

—También, te amo... — beso, sus labios —, siempre lo he hecho, príncipe…

*****

Izan salió muy temprano, dejando a Alana dormir plácidamente mientras él se fue con su hija, que ya estaba despierta y llena de energía. La tristeza envolvía a Alana; Izan la había escuchado sollozar toda la noche y sus brazos la consolaban, le recordó a la niña rota que conoció en su niñez.

Su pequeña, Ariel, miraba feliz por la ventanilla del coche y sonreía de oreja a oreja.

—Papi, me gusta estar aquí contigo —dijo Ariel con una sonrisa brillante, extendiendo su mano para acariciar la de Izan.

—A mí también me gusta mucho estar contigo, cariño. Me encanta verte cada
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