—Jasiek, ¿cuándo uno quiere debe demostrarlo, no crees? —pregunta Alana con un tono suave, pero firme.Jasiek deja de escribir en su teléfono y levanta la vista, su expresión se endurece. Alana baja la mirada, sintiendo un nudo en el estómago, anticipando lo que vendrá. Lleva un vestido blanco que cae con sutileza por su figura, acompañado de un sobretodo rosa. Sus dedos se aferran con fuerza al libro, pero Jasiek se lo arrebata con un movimiento brusco.—¡Hey! ¡Devuélvemelo! —le pide, extendiendo la mano para recuperarlo. Observa cómo él abre el libro y lee las páginas marcadas. Sus mejillas se tiñen de rojo mientras continúa—. No soy cualquier mujer, amor. Soy tu novia. Hemos estado juntos durante años y no sé qué está pasando. Antes me dabas besos y ahora solo besas mi frente.Jasiek frunce el ceño y aprieta los dientes, deseando tomarla y hacer más de lo que está en esas páginas, pero no es posible. Su padre lo desheredaría y algunos de sus hermanos menores tendrían el poder.Con
Alana GerberA veces es tarde para muchas cosas, y no soy una persona que dañaría el corazón de una pequeña. Ella no quiere a su padre con alguien más que su madre y la entiendo; no me imagino a mi propio padre con otra persona que no sea mi madre, creo que me rompería en mil pedazos. Ariel estaba oculta bajo su cama; no la saqué de su escondite, sino que me uní a ella entrando también debajo. Sus lágrimas caían y sus ojos estaban perdidos, su mente en otro lugar.Acaricié su cabello y, sin poder evitarlo, mis lágrimas cayeron también. Ella me miró y vio las pisadas de Izan cuando pasó fuera de la habitación y gimió en ese momento de llanto. La dejé llorar y esperé a que ella misma hablara.Estaba celosa, por cómo su padre me miraba y porque veía que su padre me quería más a mí que a su madre. Siguió llorando, diciendo entre hipos que su padre la oculta porque es fea, un patito feo. Su madre siempre le decía lo fea y gorda que era, y que por eso la ocultaba de todos.Quería salir y go
Los latidos de Alana azotaban su pecho con fuerza, como si fueran tambores de guerra. Izan llevaba a Ariel en sus piernas, quien se había dormido profundamente. Tobías iba conduciendo mientras Pavel estaba de copiloto, miraba pensativo por la ventana.—El que debe estar nervioso soy yo, Alana. Cálmate, ¿sí? —le dijo Izan con una sonrisa tranquilizadora, colocando una mano cálida sobre la suya.Alana giró su rostro para mirarlo a los ojos, buscando un refugio en ellos.—Primero debías llegar con tus padres y no pedir a mi madre que hiciera una cena para todos —replicó, su voz temblaba ligeramente de la irritación. Izan curvó sus labios con una sonrisa y tomando su mentón con delicadeza, la acercó para darle un suave beso en los labios.—Hoy sabrán que tengo una hija y que eres mi novia —murmuró contra sus labios, mirándola fijamente.—Tu novia... No me has pedid...—No es necesario, creo que está más que claro, princesa —la interrumpió, mordisqueando suavemente sus labios y dejando esc
—Shh, Alana. Solo quiero hablar contigo en privado...Alana mira a todos lados, queriendo gritar, y el miedo se apodera de ella. Su corazón late con fuerza, y sus pensamientos se atropellan unos a otros. Su respiración se vuelve errática mientras sus ojos buscan una escapatoria.—No grites, no quiero hacerte daño —susurra Jasiek, sus ojos penetrantes fijos en ella.Dentro de la casa, la discusión entre Marc y Sergio se intensifica. Sergio, con el rostro enrojecido y los puños cerrados, trata de mantener la calma mientras Marc mueve sus manos en cada grito, lleno de frustración. —¡Esto no era lo que quería para mi hija! Primero Jasiek y ahora Izan. ¿Qué le pasa a mi hija? ¡Juro que tendré una conversación con Izan! —grita Sergio, su voz temblando de ira y desesperación—. ¿ Alma, escuchaste lo que dijo en mi cara? que era su mujer. Solo de repetirlo quiero morirme. Izan es un mujeriego y para prueba, la pequeña que está arriba.—Amor, calma. Entiende, Alana es una mujer, no es la peque
No podía soportar la imagen de mi hermana conectada a todos esos aparatos. Mis padres la cuidaban mientras Fabián les explicaba con detalles la recaída que había tenido; sus glóbulos rojos habían bajado drásticamente. Yo fui su donador, ya que mi padre no podía por su historial médico y mi madre no se opuso.Maia parecía un ángel, dormida, con esa gran máquina transfiriéndole mi sangre. Pavel se mantenía al margen, pero su preocupación era evidente. Le di un beso, a mi hermanita y, peiné su cabello y, antes de salir, mi padre me detuvo.—Al amanecer, nos iremos a Hong Kong. No dejaré que ese bicho le gane la batalla. Si pudieron curarme a mí cuando ya no había esperanza, pueden sanar a mi pequeña. Quedas a cargo, cuida de las empresas, Izan, y de tu hija. Actúa bien, hijo —me dio un abrazo y palmeó mi mejilla—. ten la llave de mi coche y envía a recogerlo a casa de tu tío.Izan miró a su madre, que solo sollozaba, aferrada a la mano de su hermana.—Los llevaré al aeropuerto, si Izan
La llevó a su pecho y peinó su cabello con sus dedos, los dos permanecían en silencio, tratando de asimilar lo que había sucedido. Sus respiraciones se normalizaron lentamente y se miraron mutuamente, solo pudieron pronunciar con una sonrisa en sus labios y sin arrepentimiento en su mirada:—Te amo, princesa. Te amo, con todas mis fuerzas.—También, te amo... — beso, sus labios —, siempre lo he hecho, príncipe…*****Izan salió muy temprano, dejando a Alana dormir plácidamente mientras él se fue con su hija, que ya estaba despierta y llena de energía. La tristeza envolvía a Alana; Izan la había escuchado sollozar toda la noche y sus brazos la consolaban, le recordó a la niña rota que conoció en su niñez. Su pequeña, Ariel, miraba feliz por la ventanilla del coche y sonreía de oreja a oreja. —Papi, me gusta estar aquí contigo —dijo Ariel con una sonrisa brillante, extendiendo su mano para acariciar la de Izan.—A mí también me gusta mucho estar contigo, cariño. Me encanta verte cada
—¡Se han llevado a la señorita, jefe! —la voz temblorosa de Tobías rompió el silencio.Izan queda en silencio, sintiendo una presión intensa instalarse en su pecho. Sus puños se cierran con fuerza.«¡Esto mierda no puede estar pasando!», grita mentalmente.—Tobías, vete. Te juro que si algo le sucede a Alana, te mato. ¡Desaparece de Boston y a Rusia no regreses! Eres un inútil, joder —los ojos de Izan destellaban con una furia incontrolable.—No lo haré, nunca debiste darme la oportunidad de trabajar para ti, Izan. No logré cuidar a una pequeña y menos a la señorita. Me dejaron inconsciente y... —Tobías se desploma en el suelo, apoyando su cabeza en la pared mientras un mareo repentino lo invade, sus manos temblorosas—, soy tu amigo y no pienso dejarlo.Izan cuelga el teléfono y se come una flecha mientras acelera los neumáticos, el rugido del motor acompaña su creciente desesperación. Golpea el volante con el puño, desatando un grito de frustración.Melissa, que todavía jugaba con Ar
IZAN RIBEIRO —¿¡Qué has hecho, Izan!? ¡Él la salvó! ¡Él fue quien compró a Alana para salvarla! —gritó Marc, su voz llena de desesperación. Todo a mi alrededor se detuvo y la realidad nos golpeó en el rostro como una bofetada helada. Miré a Sergio y ordené que soltaran a Marc y subí a la camioneta blindada con Alana. Su padre, con manos temblorosas, peinaba su cabello con los dedos, y sus lágrimas caían en cascada. Trato de detener las mías, pero es imposible. Mi visión se nubla, el pecho me duele.—No tienes que culparte de nada —murmuró con voz quebrada mientras apretaba a Alana contra mi pecho, sus ojos llenos de desesperación—, diremos que fui yo quien dio la orden. Prefiero que me odie, pero que sea feliz a tu lado. Podía sentir los latidos lentos de Alana, tan débiles que parecían desvanecerse. Con desesperación, grité que acelerarán. El mundo fuera de la camioneta se convirtió en un borrón, un paisaje irrelevante comparado con la fragilidad en mis brazos. No me importaba qu