Mientras Raffil se preparaba para la confrontación, Victoria sintió que algo no estaba bien. La atmósfera en la celebración había cambiado drásticamente, y la risa de los niños se había desvanecido. Se acercó a Raffil, preocupada.
—¿Qué está pasando? —preguntó, mirando a su esposo con ansiedad.
Raffil la miró, sabiendo que debía protegerla de la verdad, pero no podía ocultarle lo inevitable.
—Rimsky ha atacado el muelle. Mis hombres han sido asesinados, y necesitamos actuar —dijo Raffil, su voz grave.
Victoria sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Era el cumpleaños de su hijo, un momento que debería ser de celebración, y ahora estaban al borde de una guerra. Sin embargo, sabía que Raffil tenía que hacer lo que era necesario.
—Debes tener cuidado, Raffil. No quiero que te pongas en peligro —dijo Victoria, su voz temblando.
—Lo sé, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. No puedo permitir que esto continúe —respondió Raffil, su
Rimsky, sintiéndose acorralado, intentó mantener su arrogancia.—No puedes hacer esto. No sabes con quién te estás metiendo —dijo, su voz temblando.—Sé exactamente con quién me estoy metiendo —respondió Victoria, avanzando hacia él—. Y estoy lista para terminar con esto.En un movimiento rápido, Victoria desató toda su furia. Con una precisión mortal, se lanzó hacia Rimsky, quien no tuvo tiempo de reaccionar. La lucha fue intensa, pero la determinación de Victoria era imparable.Raffil observó con asombro cómo su esposa se enfrentaba a un enemigo formidable. La mujer que amaba no solo era una madre, sino también una guerrera.Los hombres de Rimsky comenzaron a caer uno a uno, incapaces de resistir la fuerza combinada de Victoria y Raffil. La batalla que se había desatado en el muelle tenebroso era más que una lucha por el poder; era una lucha por la familia, por la vida.Finalmente, Rimsky se dio cuenta de que estaba perdiendo. Con un últim
Mientras Victoria se preparaba para enfrentar a Flavio, Raffil comenzó a recuperarse. Aunque su cuerpo estaba débil, su mente era aguda, y no podía ignorar el cambio en su esposa.—¿Qué planeas hacer? —le preguntó una noche, mientras ella revisaba documentos y mapas en su oficina.—Voy a asegurarme de que nuestra familia esté a salvo. Flavio Korsov no se detendrá hasta que yo caiga, y no permitiré que eso suceda —respondió Victoria, su mirada fija en él.Raffil sintió una mezcla de orgullo y preocupación. Sabía que Victoria era capaz de grandes cosas, pero también entendía el peligro que representaba desafiar a Flavio Korsov.—Tienes que tener cuidado. Flavio es un hombre astuto y no dudará en usar a cualquiera para llegar a ti, te acompañaré —advirtió Raffil.—Lo sé, pero estoy lista. No soy la misma mujer que eras antes. He aprendido a luchar, Flavio, me quiere a mí, si te ves, no dudará en prender fuego. Estás herido, no quiero que nada vuelva a
Raffil sabía que su mujer era terca, y en ese sentido, eran tal para cual. Ambos tenían una determinación feroz que a menudo los llevaba a caminos peligrosos. El día de la tregua, Raffil estuvo presente, aunque Victoria no lo sabía. Se había mantenido en las sombras, observando cada movimiento, cada palabra que se intercambiaba entre su esposa y Flavio Korsov. Lo que vio lo sorprendió: su mujer era la misma diabla encarnada, astuta y decidida.Mientras escuchaba, Raffil no podía evitar sentir un orgullo mezclado con preocupación. Victoria había tomado el control de su destino, pero la forma en que lo había hecho lo dejó inquieto. Su primordial objetivo era proteger a la familia, y Raffil no podía dudar de su compromiso. Sin embargo, una pregunta persistía en su mente: ¿por qué nunca le dijo que tenía a los Lobos Hambrientos bajo su mando?Reflexionó sobre ello mientras observaba desde la distancia. Debía haber tenido sus razones, pensó. La tregua estaba vigente, pero F
A medida que se preparaban para la guerra, Raffil y Victoria se convirtieron en un dúo imparable. Su amor y su determinación los llevaban a nuevos horizontes, y aunque el peligro acechaba, sabían que juntos podían superar cualquier obstáculo.La tregua había sido solo el comienzo, y ahora, con los Lobos Hambrientos a su lado, estaban listos para luchar por su familia y su futuro. La batalla que se avecinaba sería feroz, pero Victoria estaba decidida a demostrar que era más que una simple diseñadora de joyas; era una líder en su propio derecho, y nadie podría detenerla.Victoria miró a Raffil con determinación en sus ojos.—Quiero visitar a mis padres —dijo, su voz firme.Raffil asintió, comprendiendo la importancia de ese momento. Era un viaje que había estado postergando, pero ahora sentía que era el momento adecuado. Juntos, se dirigieron al cementerio, un lugar que había sido testigo de los momentos más dolorosos de su vida.Al llegar, Victoria notó los cambios. La casa ahora tenía
—Victoria, hay mucho que debes saber sobre nuestra familia —comenzó su abuelo, su voz profunda resonando en el aire.Ella lo miró, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo.—¿Qué es lo que necesitas contarme? —preguntó, su tono ansioso.Su abuelo se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con intensidad.—Tu madre, ella era una mujer de gran poder. Al casarse con Dante Daville, dejó atrás su linaje real. Pero eso no significa que no lleves su legado contigo.Victoria frunció el ceño, tratando de procesar la información.—¿Un linaje real? No entiendo… ¿por qué nunca me lo dijeron?—Porque tu madre quería protegerte de este mundo. Sabía que había enemigos que estarían dispuestos a hacer cualquier cosa por el poder que llevas en tu sangre —explicó su abuelo, su voz suave pero firme.Victoria sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Y ahora qué? ¿Qué significa esto?El anciano suspiró, mirándola.—Significa que debes regresar al palacio. Hay cosas que solo se pueden aprender
Victoria seguía hablando con Amara en el salón, sintiéndose nerviosa. Tenía familia, pero nunca había buscado a ninguno de ellos. Recordó lo que su madre le había dicho: para ella, el desierto no existía, y esa familia tampoco. Ahora, se daba cuenta de lo mucho que había perdido.Mientras pensaba en su historia, un hombre se acercó a su abuelo, interrumpiendo su conversación.—¡Abuelo, Ren! —exclamó el hombre, su rostro tenso—. Hay un conflicto con los hombres de los Lobos Hambrientos que han llegado. Los del palacio se niegan a dejarlo entrar.El abuelo de Victoria frunció el ceño, preocupado.—¿Qué tontería es esta? —dijo, levantándose de inmediato—. Voy a averiguar qué está pasando.Victoria observó cómo su abuelo se alejaba, sintiendo que la tensión en el aire aumentaba. La conversación con Amara había sido un respiro, pero ahora todo parecía volverse caótico.Cuando Ren llegó al lugar del conflicto, la atmósfera era tensa. Los hombres de los Lobos Hambrientos que habían regresado
Victoria había logrado calmar las aguas con los Lobos Hambrientos. No fue fácil, pero su determinación y carisma lo hicieron posible. Su abuelo y su tío caminaron con ella, hablando de los años en que su madre era la líder de los Lobos Hambrientos. La noche cayó, y todos se retiraron a descansar, excepto Victoria, que no podía conciliar el sueño.Había pedido que Ambar, su amiga y confidente, se quedara con ella en su aposento. Su abuelo no se negó. Ambar era más que una amiga; era como una hermana y una madre para Victoria. Mientras la noche avanzaba, comenzaron a hablar.—Nunca pensé que mi vida tomaría estos giros —confesó Victoria—. Ahora me enfrento a una familia numerosa y poderosa, y me pregunto quién soy realmente.Ambar, con su sabiduría y calidez, la miró con ternura.—Esta es tu familia, Victoria. Tu lugar está aquí, y tu hijo te espera. Debes convencer a tu abuelo de enviar hombres a vigilar la ruta. Es crucial obtener más información.Victoria asintió, sabiendo que Ambar
La caravana avanzaba lentamente a través del desierto, el sol abrasador reflejándose en la arena dorada. Victoria, su tío y un pequeño grupo de aliados se dirigían hacia la famosa Ruta del Desierto, un camino envuelto en leyendas y conflictos. El aire estaba cargado de tensión, y cada uno de ellos sabía que este viaje no estaría exento de peligros.Victoria cabalgaba al frente, sus ojos atentos a cualquier movimiento en el horizonte. Había escuchado historias sobre la ruta, pero ver el desierto en toda su inmensidad era una experiencia abrumadora. El viento soplaba suavemente, levantando pequeñas nubes de arena que parecían danzar a su alrededor.—¿Estás segura de esto? —preguntó su tío, rompiendo el silencio.—Debemos ver por nosotros mismos lo que está ocurriendo aquí —respondió Victoria con determinación—. No podemos depender solo de rumores.Mientras avanzaban, el paisaje comenzó a cambiar. La arena se volvía más densa y las dunas más altas. De repent