Con el mapa del Palacio Arcan en su poder, Kael comenzó a planear su próximo movimiento. Aunque había sido derrotado en el cañón, ahora tenía una ventaja que podía cambiar el curso de la guerra. Mientras tanto, Danika, impulsada por su deseo de venganza, trabajaba incansablemente para ganarse la confianza de Kael y sus hombres.
En la Ciudad C, Raffil y Victoria no sabían nada de la traición de Danika ni de los planes de Kael. Aunque estaban satisfechos con la derrota de los mercenarios, ambos sabían que la paz en el desierto era frágil y que cualquier error podía llevarlos de vuelta al caos.
El desierto, vasto y lleno de secretos, se preparaba para una nueva tormenta. Y esta vez, el enemigo no solo estaba en las sombras, sino también dentro de sus propias filas.
La luna llena iluminaba las arenas del desierto con un resplandor plateado, proyectando sombras inquietantes sob
Mientras Raffil y sus fuerzas se preparaban para partir hacia el Palacio Arcan, Kael observaba el caos desde una distancia segura. Había planeado el ataque meticulosamente, utilizando el mapa que Danika le había proporcionado para identificar los puntos débiles del palacio. Aunque no esperaba que los hombres lobo pudieran tomar el palacio por completo, sabía que el ataque sería suficiente para sembrar el caos y debilitar las fuerzas de Raffil.Danika, que estaba a su lado, sonrió con satisfacción.—Te dije que el mapa sería útil —dijo, sus ojos brillando con malicia—. Ahora, mientras ellos están ocupados defendiendo el palacio, tú puedes moverte libremente por el desierto.Kael la miró, una sonrisa fría en su rostro.—Has cumplido tu parte del trato, Danika. Pero no olvides que todavía tengo mis dudas sobre ti. Si me traicionas...—No lo haré —lo interrumpió ella, su voz firme—. Quiero ver caer a Raffil tanto como tú. Este es solo el comienzo.
En la Ciudad C, Victoria estaba ansiosa. Aunque confiaba en Raffil, no podía evitar preocuparse por lo que estaba ocurriendo en el Palacio Arcan. Su pequeño hijo, Rafael, estaba recostado sobre ella, jugando con sus cabellos mientras le cantaba a su barriga. Victoria estaba embarazada, y su vientre, ya enorme, era un recordatorio constante de la vida que estaba creciendo dentro de ella.—Mamá, ¿papá va a ganar? —preguntó Rafael con la inocencia de un niño.Victoria sonrió, acariciando el cabello de su hijo.—Claro que sí, cariño. Tu papá siempre gana.Aunque intentaba mantenerse tranquila, su mente estaba llena de preocupaciones. Raffil no solo estaba luchando por el Palacio Arcan, sino también por el futuro de su familia y de todo el desierto.En ese momento, una figura familiar apareció en la entrada de la casa. Era Anastashi, la hermana de Raffil, quien había regresado a la Ciudad C después de años de ausencia. Su presencia era un rayo de espera
Cuando era niña, solía observar desde lejos cómo otras familias del desierto reían juntas, cómo los padres abrazaban a sus hijas y les contaban historias bajo la luz de las estrellas. Pero en su hogar, el amor era escaso, y los abrazos inexistentes. Su madre había muerto cuando ella era muy joven, y su padre nunca mostró interés en llenarle ese vacío. En su lugar, la crió con dureza, enseñándole que el mundo era un lugar cruel y que la única forma de sobrevivir era siendo más cruel que él.Danika creció con una mezcla de resentimiento y ambición. Quería demostrarle a su padre que no necesitaba ser un hombre para ser fuerte, que podía ser más poderosa que cualquier hijo que él hubiera deseado tener. Pero también quería vengarse. Vengarse de un mundo que parecía haberle dado la espalda desde el principio.Cuando conoció a Kael, vio en él una oportunidad. Kael era fuerte, astuto y despiadado, todo lo que ella aspiraba ser. Pero más que eso, Kael le ofreció algo que nunca
Mientras caminaba, recordó su infancia, esos momentos de soledad en los que soñaba con ser alguien diferente. En su mente, se veía a sí misma como una guerrera, una líder que no necesitaba la aprobación de su padre. Pero cada vez que se miraba al espejo, lo que veía era una niña perdida, atrapada en un mundo que no la quería.Las imágenes de su vida pasaban como un torrente: su padre, su hermano, el Palacio Arcan. Y luego, Kael. La traición de Kael había sido un golpe devastador, pero también había sido una lección. La confianza era un lujo que no podía permitirse. Ahora, cada paso que daba era hacia un futuro que ella misma forjaría, sin depender de nadie.Al caer la tarde, Danika llegó a un pequeño oasis. Las palmeras se alzaban como guardianes de un mundo oculto, y el agua cristalina brillaba bajo la luz del sol poniente. Se acercó al agua, dejando que sus manos se sumergieran en su frescura. Era un momento de paz, un respiro en medio de la tormenta que se avecinaba en su interior.
Danika había consumido el líquido oscuro, y con ello, había reclamado un poder que la transformaría para siempre. Pero en su interior, una inquietud crecía. No sabía de qué dependía su vida después de haber hecho aquel sacrificio. El veneno que ahora corría por sus venas era tanto una bendición como una maldición. Debía desaparecer, ocultarse y recuperarse por completo. Si alguna vez regresaba, lo haría como una sombra, como un ser poderoso, pero también vulnerable.Con el corazón latiendo con fuerza y la mente llena de pensamientos oscuros, Danika dejó el Palacio Arcan detrás de ella. Sabía que Raffil no tardaría en descubrir su regreso y la venganza que había desatado. Su nombre, Danika, era un recordatorio de su pasado, y debía cambiarlo. Necesitaba un nuevo comienzo, una nueva identidad. Así que, mientras caminaba por las áridas tierras del desierto, decidió que a partir de ese momento, se llamaría Zara, un nombre que sonaba exótico y misterioso, como la nueva vida que deseaba for
Las semanas pasaron, y la caravana finalmente llegó a la frontera con Colombia. Zara miró hacia el otro lado, sintiendo una mezcla de emoción y temor. Este era el lugar donde podría encontrar su nuevo hogar, pero también donde tendría que enfrentar su pasado.Mientras cruzaban la frontera, Zara sintió que el aire se volvía más fresco y el paisaje más verde. Las montañas se alzaban majestuosamente, y el sonido de un río cercano llenaba el aire. Era un contraste con el desierto que había dejado atrás, y sentía que su corazón se abría a nuevas posibilidades.Zara se adentró en el valle, sintiendo que cada paso la acercaba a la verdad sobre sí misma. La energía del lugar la envolvía, y comenzó a recordar momentos de su vida que había enterrado. Las risas de su infancia, los gritos de su padre, las traiciones que la habían llevado a convertirse en quien era.En el centro del valle, encontró un lago cristalino que reflejaba su imagen. Se acercó al agua, y al mirarse,
En medio del caos, Victoria vio a un hombre que trataba de ayudar a las personas a salir. Era un guardia de seguridad, y estaba gritando instrucciones a la multitud.—¡Mantengan la calma! ¡Diríjanse hacia las salidas! —gritó, su voz resonando por encima del estruendo.Victoria sintió una chispa de esperanza al ver la determinación en el hombre. Sin embargo, sabía que debía actuar rápidamente.—¡Viola, sigue mi ejemplo! —dijo, y comenzó a empujar a través de la multitud, tratando de mantener su agarre en la mano de su hija.Con cada paso, el agua seguía subiendo, y Victoria podía sentir la desesperación a su alrededor. La gente empujaba y se agolpaba, pero ella se mantuvo firme, guiando a Viola hacia la salida.Justo cuando pensaba que no podrían avanzar más, sintió una mano en su hombro. Era Anasthia, quien había llegado corriendo al centro comercial al escuchar el estruendo.—¡Victoria! —gritó, su rostro pálido pero decidido—. ¡Estoy buscán
En ese momento, la puerta se abrió de golpe, y Raffil apareció, su rostro pálido y lleno de preocupación. Había corrido desde su oficina, y el sudor perlaba su frente. Al ver a Victoria, su corazón se detuvo.—¡Victoria! —gritó, corriendo hacia ella—. ¿Qué está pasando?Victoria lo miró, y en sus ojos vio el amor y la preocupación que siempre había estado allí. Era su ancla, su refugio en medio de la tormenta.—Estoy… estoy a punto de parir —dijo, su voz temblando—. No sé si puedo hacerlo.Raffil se arrodilló junto a ella, tomando su mano con fuerza.—Tú puedes, amor. Eres más fuerte de lo que crees. Yo estoy aquí contigo, siempre —dijo, su voz suave y reconfortante.Con Raffil a su lado, Victoria sintió que la energía volvía a su cuerpo. Las contracciones continuaron, pero ahora había una nueva fuerza en ella, una mezcla de amor y determinación.—¡Empuja, Victoria! —gritó Anasthia, su voz resonando con urgencia—. ¡Ahora!Victo