Victoria despertó unas horas después, en una habitación privada de la clínica. Su rostro todavía mostraba signos de cansancio, pero sus ojos brillaban con curiosidad al ver a Raffil sentado junto a ella, sosteniendo su mano.—¿Qué pasó? —preguntó, su voz suave.Raffil sonrió, acariciando su cabello.—Te desmayaste, amor. Estabas agotada. Pero hay algo más… algo que debes saber.Victoria lo miró, confundida.—¿Qué es?Raffil tomó aire antes de hablar, su sonrisa ampliándose.—Estás embarazada, Victoria. Vamos a tener mellizos.Los ojos de Victoria se abrieron de par en par. Por un momento, no supo qué decir. Luego, una sonrisa apareció en su rostro, seguida de una risa suave.—Mellizos… —susurró, como si probara la palabra en sus labios—. No puedo creerlo.Raffil la abrazó con cuidado, su amor por ella creciendo aún más.—Tampoco yo. Pero vamos a hacerlo juntos, como siempre. Esta vez, no voy a permitir que te esfuerces tanto. Tú y los bebés son mi prioridad ahora.Victoria asintió, si
Un día, la frustración de Victoria alcanzó su punto máximo. Había terminado una reunión y decidió que necesitaba un poco de aire fresco. Sin decirle a nadie, salió de su oficina y caminó hacia el ascensor. Los empleados que solían seguirla, estaban ocupados en ese momento, y nadie notó su ausencia hasta que ya era demasiado tarde.Cuando Raffil se dio cuenta de que Victoria no estaba en su oficina, el pánico lo invadió. Corrió al departamento de seguridad, donde revisaron las cámaras de vigilancia. Allí la vieron: Victoria saliendo del edificio sin compañía, caminando tranquilamente por la calle.—¡¿Cómo dejaron que saliera sola?! —exclamó Raffil, su rostro lleno de preocupación.Los guardias y empleados se movilizaron rápidamente, saliendo a buscarla. La alarma se extendió por toda la empresa, y en cuestión de minutos, varios equipos estaban recorriendo las calles cercanas. Raffil, mientras tanto, tomó su auto y comenzó a buscarla él mismo.Victoria, ajena al caos que había causado,
La oficina de Raffil Leopaldo estaba iluminada por la luz tenue de la tarde. Era un espacio amplio, decorado con muebles elegantes que reflejaban el éxito y la dedicación de su dueño. En el rincón, una pequeña mesa de cristal sostenía una botella de whisky y dos vasos, un detalle que hablaba de las conversaciones importantes que a menudo se desarrollaban allí. Era un lugar donde se tomaban decisiones cruciales, no solo de negocios, sino también personales.Ese día, Mario, el amigo íntimo de Raffil desde hace años, había llegado sin avisar. La puerta se abrió y Mario entró con su andar relajado, pero había algo en su expresión que delataba una inquietud interior. Raffil, que estaba revisando unos papeles en su escritorio, levantó la vista y sonrió al verlo.—Mario, ¿qué te trae por aquí? —preguntó, dejando de lado los documentos.Mario no respondió de inmediato. Simplemente se dejó caer en uno de los sillones frente al escritorio, suspirando profundamente. Su postura era la de un hombr
Mario salió de la oficina de Raffil con la cabeza llena de pensamientos. La conversación con su amigo había removido emociones que llevaba años intentando enterrar. Mientras caminaba hacia su auto, las palabras de Raffil resonaban en su mente como un eco persistente: "Han pasado quince años, Mario. Esa mujer se fue. Ambar está aquí, ahora. ¿Qué más necesitas para decidirte?"Encendió el motor de su coche, pero no arrancó de inmediato. En lugar de eso, se quedó mirando fijamente el volante, perdido en sus propios recuerdos. Aquella mujer de la que Raffil había hablado, su primer amor, seguía siendo una sombra en su vida. Había sido una relación intensa, apasionada, pero también fugaz. Ella se había marchado sin una explicación clara, dejando tras de sí un vacío que Mario nunca había podido llenar del todo. Aunque los años habían pasado, el peso de aquella despedida aún lo mantenía encadenado.Pero ahora, Ambar estaba en su vida, y era todo lo que podía desear en una compañera. Ella era
La casa de Victoria y Raffil estaba envuelta en un aire de alegría y emoción, pues los preparativos para la boda de Mario y Ambar estaban en pleno apogeo. Victoria y Ambar no dejaban de hablar sobre los detalles, desde las flores hasta el menú, pasando por el diseño del vestido de novia y la lista de invitados. Ambas estaban entusiasmadas, imaginando cómo sería ese día especial. Victoria, con su carácter meticuloso, se aseguraba de que todo fuera perfecto, mientras Ambar, aunque más relajada, compartía con ella cada decisión importante.—Quiero que sea una boda espectacular, pero también íntima —decía Ambar mientras revisaba un catálogo de decoraciones—. Algo que refleje lo que Mario y yo somos como pareja.—Y será así —respondió Victoria con una sonrisa—. Confía en mí, todo saldrá perfecto. Además, con Raffil y yo ayudando, no hay forma de que algo salga mal.En el otro lado del mundo, el desierto ardía bajo un sol abrasador, y los vientos cargados de arena soplaban con fuerza. Era u
El desierto, vasto y eterno, parecía ahora un hervidero de rumores. Las palabras viajaban más rápido que el viento caliente que barría las dunas. Danika, que había tejido una red de mentiras para ganar poder, estaba empezando a enfrentar las consecuencias de sus actos. Durante meses, había recorrido ciudades y aldeas, proclamándose como la esposa de Raffil Leopaldo y ganando aliados bajo esa falsa identidad. Pero las grietas en su historia comenzaban a aparecer, y con ellas, una ola de desconfianza que amenazaba con derrumbar todo lo que había construido.En la ciudad de Al-Zahir, una de las más prominentes del desierto, un grupo de líderes locales se reunió en el mercado central para discutir las noticias que habían llegado desde otros territorios. Danika había visitado la ciudad semanas atrás, prometiendo alianzas y prosperidad en nombre de Raffil Leopaldo. Sin embargo, algunos de los líderes comenzaban a cuestionar sus intenciones.—Si realmente es la esposa de Raffil, ¿por qué nec
El amanecer en la Ciudad C trajo consigo un aire de celebración. La boda de Ambar y Mario se había convertido en el evento más esperado del año, y la ciudad estaba decorada con guirnaldas de flores, telas coloridas y luces que iluminaban cada rincón. Nobles, comerciantes y amigos cercanos habían llegado de todas partes para presenciar la unión de dos almas que, a pesar de las adversidades, habían encontrado el amor.Victoria y Raffil, quienes habían llegado días antes para supervisar los últimos detalles, estaban en el centro de todo. Victoria, con su naturaleza meticulosa, había convertido la boda en un espectáculo digno de recordar. Sin embargo, lejos de la Ciudad C, en las vastas arenas del desierto, un conflicto se gestaba en silencio, uno que ni Victoria ni Raffil podían prever.La ceremonia tuvo lugar en un hermoso jardín al aire libre, rodeado por altos cipreses y fuentes de agua cristalina. Ambar, vestida con un traje blanco adornado con perlas y bordados dorad
El desierto, vasto e implacable, se extendía como un océano de arena bajo el ardiente sol. En la Ciudad C, Raffil caminaba por los pasillos de la casa de gobierno, un edificio austero, pero imponente que servía como centro de poder en la región. Aunque la boda de Ambar y Mario había sido un éxito, la paz que habían disfrutado durante esos días de celebración se había desvanecido rápidamente. Ahora, la amenaza de Kael, el líder mercenario que había causado estragos en las rutas comerciales y en las aldeas del desierto, era el único tema en la mente de todos.Raffil, decidido a poner fin a la amenaza de Kael de una vez por todas, había redactado un comunicado que sería enviado a cada rincón del desierto. Este llamado a la unidad no solo buscaba justicia, sino que también ofrecía una recompensa lo suficientemente grande como para motivar incluso a los clanes más reacios.En la sala principal de la casa de gobierno, los escribas trabajaban rápidamente para copiar el mensaj