Desde que el pequeño Tristán había llegado a casa de Annette la vida se hizo caóticamente hermosa, había que estar con el todo el tiempo así que Annette tuvo que bajar su carga laboral iba solo a la fábrica solo en la mañana, en la tarde Tristán empezó a hacerse cargo de la fábrica como él nuevo jefe de la empresa.Tristán había cambiado enormemente, ahora bajaba dónde los jefes de cocina y ayudaba en la fabricación de los bombones, le daba la misma dedicación que lo había hecho en su tiempo su padre.Annette y Margareth después de ese encuentro, se dedicaron a preparar la boda, Annette soñaba con ese día, nunca había gozado tanto los preparativos de un acontecimiento cómo esa vez.Margareth por su parte, se esmeraba en los pequeños detalles, los trajes ya estaban siendo elaborados en el atelier del señor Sobitre, Annette usaría dos, uno para la entrega de la presidencia a Tristán y el segundo era él de su boda.Dos noches antes llegó el señor Sobitre con los trajes de Annette, en su
Annette DuPont, una muchacha de 18 años de edad joven y tímida, vivía en un pequeño poblado al sur de Bruselas, sus padres habían muerto hace muy poco y su tía materna, una señora solterona de más de 60 años se hizo responsable de ella. Annette no recordaba mucho de su niñez que había vivido al lado de sus padres, a sus doce años sufrió un accidente en una carretera y ahí perdió a sus padres, tampoco podía recordar sus rostros, su apariencia, ni sus nombres. Lo primero que podía recordar era el gran hospital donde abrió los ojos después de un tiempo en coma, había sufrido un grave golpe en el cráneo que le había producido la amnesia, cuando su tía la fue a recoger, no la reconoció, era muy niña cuando la había conocido y en esos momentos los recuerdos de su niñez se habían esfumado, las autoridades la entregaron a su tía porque era su único pariente vivo, así, Annette, había llegado a la pequeña ciudad donde su tía recidía. En esa pequeña ciudad existía la fábrica más grande y del
Siguiendo las señas que Margareth había escrito en el papel, caminó hasta casi las afueras de la ciudad, entre varios árboles verdes apareció en su perspectiva una gran casona que se erguia imponente en frente de ella.Allí se dio cuenta que era una casa que todos en el pueblo conocían, era la mansión más grande y misteriosa que ella veía siempre a lo lejos desde la cabaña donde vivía con su tía pero siempre había tenido curiosidad por saber quién la habitaba pero nunca preguntó, ni indagó en el asunto, ahora entendía el comentario que le había hecho Margareth al entregarle la dirección, “todos conocen dónde vive el hombre más rico del pueblo”Camino por un largo sendero de plantas, árboles y flores hasta llegar a puerta principal adornada con elegancia, alzó la mano para tocar pero dud&oacut
Después del susto que había tenido esa mañana, gracias a ese encuentro tan desagradable con Tristán, en la tarde se apuró para dirigirse hasta la mansión del señor Corentin.- ¿...Cuándo volverá a la empresa, Señor Corentin? – preguntó mientras estaba sentada en la biblioteca del señor Corentin tomando una taza de chocolate con las galletas.- Mañana… – respondió tomando un sorbo de chocolate de su taza – debo volver, sé que Tristán está llevando mis negocios a la quiebra, Wirth y el contador están escandalizados con los números y me suplicaron volver, - soltó un largo suspiro de de frustración- no sé que haré con ese muchacho, Wirt me contactó esta mañana muy preocupado, debo volver si deseo recuperar lo que en estas semanas mi hijo perdió
Desde ese día había discusiones estridentes que salían del despacho del señor Corentin, su hijo iba en las tardes y lo único que hacía era discutir con él, después salía tirando las puertas y trataba a todos con la planta del zapato.Miraba a Annette furioso cada vez que se recordaba del sopapo que le había propinado ese día, bajaba las gradas furioso y desaparecía por las calles del puebloAnnette entraba al despacho intentando mitigar el dolor y la molestia que el señor Corentin sentía en esos momentos, hacia que su jefe se distraiga charlando con él sobre libros, sobre sus anotaciones o tan solo sobre el clima.-...Hay Annette, no sé que haría si no estuvieras aquí, juro que eres una hija para mí, la hija que nunca tuve y que siempre quise…- comentaba tomando su taza de chocolate diaria, con la mirada perdida llena
Sin sentirlo había pasado más de una semana de ese fatídico día que Annette había deseado muchas veces olvidar, pero no podía, a cada momento recordaba como había visto al señor Corentin caer inerte en el piso frío de su despacho, desde ese día su tristeza superaba cualquier otro sentimiento, no podía dormir, ni comer, tampoco aceptar lo que había sucedido. Su tía estaba preocupada con su estado anímico, además desde el día de la muerte del señor Corentin, no había vuelto a la fábrica a cumplir con su trabajo, Annette sabía que ahora que el Señor Corentin había muerto, su hijo, Tristán Hermans se haría cargo de la presidencia y ella no sería más bienvenida en ese lugar, pero si tía tenía otra opinión. - Annette, debes ir a la fábrica de chocolates – repetía su tía con tono de preocupación – tu sueldo nos ayudaba mucho en casa, hija. - Lo sé, tía pero desde que murió el señor Corentin, Tristán se está haciendo cargo de la empresa y de seguro no me quiere ahí,
- ¡…Buenas tardes! – escuchó decir, era la voz del Señor Wirth que entraba por el pasillo – disculpa la tardanza Annette es que tuve algunos inconvenientes en casa, pero ya lo solucioné – miró a Margareth – Margareth, querida ¿Y él señor Tristán?- Ese creído está en el trono del rey, esperándolo en su despacho – respondió con el ceño fruncido.- Dile que pase a mi oficina, - miró nuevamente a Annette – Pequeña, acompáñame, por favor.- Está bien, señor Wirth – respondió Annette, colocándose de pie miró a Margareth que estaba molesta poniéndose de pie y dirigiéndose al despacho mientras ella prosiguió por el pasillo, el Señor Wirth abrió la puerta de su despacho e invitó pasar a la muchacha.- Ponte có
Cuando terminaron de recoger en el horizonte se pintaban los colores del atardecer se dirigieron en el auto a la gran casona que estaba al otro lado del valle, cuando llegaron y apareció la estructura monumental, Agnes abrió los ojos con sorpresa y confusión, aunque había vivido toda su vida en el pueblo nunca había llegado a esa gran casa de la colina y menos había entrado a ella. Mientras ambas descendían del automóvil, el Señor Wirth se dirigió a la entrada y abrió con una llave el gran portón adornado, ni bien entraron por el umbral dos mucamas las estaban esperando en el hall, a una de ellas, Annette la conocía muy bien era la mucama que siempre la recibía para llevarla a la biblioteca del señor Corentin para tomar el chocolate todas las tardes, ni bien las tuvieron en frente las saludaron con mucha educación, mientras el chófer subía su equipaje, una de las mucamas las llevó a conocer todas las instalaciones de su nuevo hogar. Annette y su tía camin