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"Sabor a chocolate muy Amargo"

Desde ese día había discusiones estridentes que salían del despacho del señor Corentin, su hijo iba en las tardes y lo único que hacía era discutir con él, después salía tirando las puertas y trataba a todos con la planta del zapato.

Miraba a Annette furioso cada vez que se recordaba del sopapo que le había propinado ese día, bajaba las gradas furioso y desaparecía por las calles del pueblo

Annette entraba al despacho intentando mitigar el dolor y la molestia que el señor Corentin sentía en esos momentos, hacia que su jefe se distraiga charlando con él sobre libros, sobre sus anotaciones o tan solo sobre el clima.

-...Hay Annette, no sé que haría si no estuvieras aquí, juro que eres una hija para mí, la hija que nunca tuve y que siempre quise…- comentaba  tomando su taza de chocolate diaria, con la mirada perdida llena de sufrimiento y frustración – pero …hay que reconocerlo, no soy el mejor padre tal vez hubiera sido un desastre contigo como lo fui con Tristán – comentó con tristeza.

-No diga eso señor Corentin, usted hizo lo que pudo, estaba en circunstancias muy extremas en esos momentos y la decisión que tomó fue la correcta.

- La muerte de mi esposa fue el quiebre de toda mi vida…- respondió soltando un largo y hondo suspiro – eso me deprimió, lo único que deseaba era estar solo, no sabía cómo criar a un niño pequeño de ocho años de edad, la única cosa que me pareció sensata en esos momentos fue colocarlo en uno de los mejores internados de Europa, sabía que tendría la mejor educación y era lo que me interesaba pero…¿Tal vez no estuve para él como debería? y ahora Tristán me lo cobra y con creces, algunas veces dejo que se desgañite porque me siento culpable.

- Señor Corentin, usted es un buen hombre, hubiera deseado de todo corazón que haya sido mi padre, yo perdí a mis padres muy joven, mi tía, me crió lo mejor que pudo pero al carecer de recursos no pudo darme estudios, ni una adecuada educación, sí se da cuenta todos tenemos carencia de algo pero tenemos el poder de cambiarlo a nuestro favor o a nuestra contra, yo no puedo echarle la culpa a mis padres, a Dios o a mi tía por todas mis desgracias y Tristán no debería echarle la culpa de lo que sucedió, por lo menos usted estuvo ahí …

-…No como lo hubiera deseado – prosiguió poniéndose de pie – eres una niña muy sabia, Annette…bueno, tenemos cosas que hacer en la fábrica, tengo que mostrarte algunas cosas que te gustarán ver.

- Esta bien…- respondió con entusiasmo poniéndose de pie para seguir al señor Corentin.

Por la mañana, Annette llegó como siempre muy temprano, estaba de muy buen humor, había terminado de leer un libro muy interesante que el Señor Corentin le había prestado, estaba contenta solo por ver el sol entrar por las ventanas de la fábrica, se acercó al escritorio de Margareth que escribía en la máquina algo muy concentrada.

-    Buenos días, Margareth – saludó alegremente y con mucho entusiasmo.

-    Hola Annette, ¿cómo está todo? - preguntó alzando la mirada.

-    Bien, mi tía me preparó un delicioso desayuno, leí un hermoso libro y vine a saludar al señor Corentin antes de empezar el día.

-    Vas a tener que esperar,  -respondió con voz ronca y baja - Annette, desde muy temprano el señor Corentin está con el Señor Wirt y hasta ahora la reunión no acaba.

-    ¿El señor Wirth es el abogado de la empresa ¿Verdad?

-    Sí y la mano derecha del señor Corentin, debe estar hablando sobre los contratos con los proveedores,  estarán así un tiempo, no es la primera vez que se encierran en ese despacho pero tú ve a hacer tus obligaciones y cuando acabes, de seguro el jefe te recibirá y le traes su chocolate de todas las tardes con sus galletitas.

-    Sí, es lo que haré ¿Tu no deseas nada?  - preguntó sin perder el entusiasmo.

-    No, por ahora pero si puedes traerme una tacita más de chocolate cuando subas con la del señor Corentin, te lo agradeceré mucho...

-    Por supuesto…- respondió sonriente después se despidió de ella y bajo las gradas de la empresa.

La mañana entera se la pasó limpiando y arreglando las cosas que los funcionarios dejaban en la empresa.

Pasadas las tres de la tarde, había llegado la hora del chocolate, se dirigió a la cocina, los cocineros estaban saliendo mientras ella colocaba una olla después tomaba pedazos de chocolate de los grandes bloques que usaban para hacer sus bombones y los colocaba uno por uno en la olla caliente, después de derretir el chocolate le echaba leche generosamente con un poco de azúcar y algunas especias, los mezclaba con paciencia hasta que esté hirviera para después servirlo en dos tazas y se acordó un momento antes de subir que Margareth le había pedido una taza así que dió vuelta volvió a la cocina y sirvió otra taza después Subió las tres tazas con hirviente, perfumado y sabroso chocolate, pero cuando terminó de subir las escaleras escuchó gritos estridentes  que salían del despacho del señor Corentin y la detuvieron en seco, empezó a caminar con nerviosismo y lentitud hasta el escritorio de Margareth, parecía que arrastraba los pies para no hacer ruido.

-    ¿Qué está sucediendo? – preguntó alarmada acercándose al escritorio todavía con las tazas y las galletas en la bandeja.

-    Tristán...- respondió soltando un largo suspiro y alzando sus hombros  – ese troglodita no piensa dejar en paz a su padre ni un día, se pasa de desagradable.

-    ¿Y ahora de que se estarán peleando? – preguntó mientras le pasaba su taza.

-    ¿De que más va a ser, Annette? Dinero…Tristán solo le gusta vivir del dinero de su padre sin mover un dedo y el señor Corentin ya no quiere ser su banco privado…

-     ¡…Siempre lo dije, eres el peor padre de la faz de la tierra! – exclamó Tristán saliendo del despacho – ¡te importa más tu dinero que tu propio hijo, como siempre!

-    ¡…Tristán, no soy tu banco privado! No pienso seguirte cumpliendo todos tus caprichos, sí quieres hacerlo, trabaja …

-    ¿… Caprichos…capricho es querer un nuevo automóvil? el mío ya tiene un año, es una carcacha.

-    Pues tendrás que quedarte con tu “carcacha” que no pienso darte ese dinero, ya te dije, si te quieres comprar otro auto...trabaja.

Tristán escuchó las últimas palabras que su padre había dicho,  furioso, dio vuelta y en el camino empujó a Annette haciéndola caer.

-    ¡Eres una idiota! - chillo mirándola furioso.

-    ¡Tristán, pide disculpas! - gritó su padre desde la puerta de su despacho.

-    ¿Por qué no la pides tú? al final,  está mosquita muerta es tu protegida…- gritó sin dar vuelta mientras se dirigía a las gradas.

Annette se puso de pie, por suerte está vez había dejado la bandeja en el escritorio de Margareth, así que nada se había caído o derramado encima, pero notó como el señor Corentin se sentía,  estaba contrariado, se acercó a Annette con los ojos vidriosos.

-    ¿Estás bien, pequeña…? - preguntó dándole la mano con dulzura y caballerosidad.

-    No sé preocupe, señor Corentin, estoy perfectamente…- respondió esbozando una sonrisa mientras se ponía de pie.

-    Lleva las tazas adentró, tomemos nuestro chocolate, ya no quiero pensar más en todo esto.

-    Sí, señor Corentin…- Annette tomó la bandeja y entró al despacho, dejó la taza del señor Corentin en la mesita dónde le gustaba tomar, puso un plato con galletas y esperó que él se sentará después se sentó en frente de él para tomar su taza.

-    Tu chocolate es el más rico, siempre te lo he dicho, creo que deberíamos prepararlo para venderlo en la fábrica – comentó con seriedad mientras tomaba un sorbo.

-    No creo que sea tan bueno, señor Corentin, tan solo es que el chocolate que usted prepara es delicioso y eso hace que está taza de chocolate sea también sabrosa, yo tomo los trozos que quedan de los grandes bloques que ustedes preparan para hacer los bombones.

-    Para hacer bombones, chocolates y todo en la vida y que te salga sabrosos se necesita amor y dedicación…ese es el ingrediente más secreto de toda buena preparación…- comentó dando un largo suspiro de frustración, intentó ponerse de pie pero un dolor apareció, se tomó el brazo izquierdo con su mano derecha lo apretó con fuerza, su rostro estaba desfigurado por el dolor que sentía, ese instante Annette se puso de pie, asustada corrió a la puerta para llamar a Margareth mientras el señor Corentin que había intentado nuevamente ponerse de pie caía lentamente al piso haciendo caer la mesita con las tazas y las galletas que volaron por lo aires haciendo un estruendo que se escuchó en todo el piso.

Margareth corrió al despacho asustada y desesperada,  miró la escena, Annette lloraba desconsoladamente, volvió a su escritorio mientras los funcionarios salian de sus oficinas para descubrir que había sido ese estruendo,  tomó el teléfono y llamó a la ambulancia del hospital del pueblo.

Annette se acercó al señor Corentin lentamente se puso a su lado e intentó reanimarlo...

-¡Despierte, señor Corentin! – decía entre sollozos – por favor…no me abandoné, tiene que despertar…por favor… - repetía pero su jefe estaba blanco como un papel y frío como el mármol, aunque Annette lo negara, el Señor Corentin Hermans había partido.

Annette había visto pasar todo en cámara lenta, la ambulancia del hospital del pueblo se detuvo en la puerta de la fábrica, bajo la vista atónita de todos los empleados, dos médicos subieron rápidamente hasta el despacho principal, cruzaron la puerta empujando a Annette que no dejaba de llorar y de intentar despertar al señor Corentin, Margareth la tomó del brazo y la llevo a una esquina mientras sollozaban en silencio, mirándolo todo; no pasó mucho tiempo hasta que vieron a los médicos ponerse de pie y dirigirse dónde estaban, agazapadas en un rincón y tan solo escuchar unas cuantas palabras de su boca “ No pudimos hacer nada, lo sentimos mucho”

Después de esos momentos, Annette entró en automático sabía que estaba ayudando a Margareth y al señor Wirth con los preparativos del velorio y del entierro pero no sabía cómo lo estaba haciendo.

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