Sin sentirlo había pasado más de una semana de ese fatídico día que Annette había deseado muchas veces olvidar, pero no podía, a cada momento recordaba como había visto al señor Corentin caer inerte en el piso frío de su despacho, desde ese día su tristeza superaba cualquier otro sentimiento, no podía dormir, ni comer, tampoco aceptar lo que había sucedido.
Su tía estaba preocupada con su estado anímico, además desde el día de la muerte del señor Corentin, no había vuelto a la fábrica a cumplir con su trabajo, Annette sabía que ahora que el Señor Corentin había muerto, su hijo, Tristán Hermans se haría cargo de la presidencia y ella no sería más bienvenida en ese lugar, pero si tía tenía otra opinión.
- Annette, debes ir a la fábrica de chocolates – repetía su tía con tono de preocupación – tu sueldo nos ayudaba mucho en casa, hija.
- Lo sé, tía pero desde que murió el señor Corentin, Tristán se está haciendo cargo de la empresa y de seguro no me quiere ahí, me odiaba y ahora que su padre no está, de seguro me sacará de la fábrica a empujones, no deseo pasar esa humillación, ya me humilló demasiado con su padre ahí.
- Bueno, si no quieres volver a trabajar, está bien, pero por lo menos debes ir a hablar con tu amiga Margareth, de seguro tiene tu sueldo y tú liquidación, eso nos ayudará a pasar unos meses hasta que encuentres algo más.
- Está bien…- respondió suspirando rendida, no quería hacerlo, pero pensándolo mejor unos minutos se dio cuenta qué ese dinero les ayudaría dentro de su pequeño hogar, ya se les estaba acabando la comida y no quería que su tía, una mujer de la tercera edad se quedará sin comer; así que se vistió rápidamente y se dirigió al pueblo.
Llegó a la fábrica, un gran crespón negro la recibió en la puerta, eso le estrujó en miles de pedazos el corazón, pero se compuso lo más pronto que pudo y prosiguió con su camino.
Subió las gradas de caracol cuando llegó a la cima se asomó tímidamente al escritorio de Margareth que estaba escribiendo algo en la máquina de escribir hasta que dio vuelta y se encontró con la muchacha, que la miraba con sus grandes ojos claros vidriosos y con las manos sudadas por los nervios.
- ¡Annette, que bueno que por fin te apareciste, te estoy buscando desde hace unos días! – exclamó con tono de reproche – y como no tenía ni tu dirección, ni dónde encontrarte, estaba desesperada, no te debes portar así…
-…Pero Margareth, ¿Para que quisieras tu dar conmigo? – preguntó bajando la mirada – ah…seguro que Tristán Hermans te mandó a buscarme para que me despidas ¿Verdad?
- No, Annette, el que te está buscando es el señor Wirth, tiene que leer el testamento del señor Corentin y tú debes estar presente.
- ¿…Y yo por qué o para qué debo estar presente? – preguntó confundida.
- Ah, eso no sé…pero el señor Wirth me indicó que fueron órdenes explícitas del señor Corentin la última vez que se reunieron… - respondió poniéndose de pie – espérame aquí, hablaré con el señor Wirth para comunicarle que estás acá…
- …Pero…Margareth…- dijo nerviosa y confundida intentando detener a Margareth que ya no estaba escuchando, se había levantado rápidamente para dirigirse a una de las oficinas que se encontraban al final de un largo pasillo.
Annette no tuvo otra alternativa más que sentarse en una de las sillas y esperar lo que el señor Wirth debía explicarle aunque no comprendía que estaba sucediendo, ¿para que el Señor Corentin deseaba que estuviera presente en la lectura de ese testamento? Era un completo enigma para ella, eso la ponía muy ansiosa y confundida, sentía un hueco enorme en el estómago que con cada minuto que pasaba se hacía más grande, sabía que sí asistía a esa lectura tendría que cruzarse con Tristán Hermans y no quería hacerlo, le tenía temor, sabía que ese encuentro tendría acarrearía muchos problemas y que Tristán se desgañitaría con insultos e improperios hacia ella.
- …Annette…- escuchó decir unas cuantas veces, eso la sacó de su letargo, era Margareth que se había acercado a ella y ni cuenta se había dado.
- Perdón…Margareth, no me di cuenta que estabas aquí…- respondió moviendo la cabeza intentando reaccionar.
- No te preocupes…- respondió con una sonrisa en los labios…ya hablé con el señor Wirth, no puede atenderte pero me indicó que esta tarde tienes que estar a las cuatro de la tarde, en su despacho, harán la lectura del testamento del señor Corentin tan solo te estaban esperando para hacerlo.
- ¿Estará Tristán Hermans? – preguntó temerosa y más nerviosa todavía.
- Obvio, Annette, él debe estar, es el único hijo del señor Corentin…pero el señor Wirth me indicó que tú no te debes preocupar por nada, sabe como te trata, él no permitirá que ese troglodita te haga daño, o te insulte…por favor, ven, piensa que es el último deseo del señor Corentin.
- …Esta bien…- respondió soltando un largo suspiro – ¡Sea por eso! Vendré…gracias por avisarme, Margareth.
- Te esperamos esta tarde…- respondió con una sonrisa, después le acarició el rostro y prosiguió con su trabajo.
Annette más confundida todavía bajo las gradas de caracol casi en modo zombie, si confusión era total, no comprendía el proceder del señor Corentin y eso la ponía muy ansiosa.
Volvió a su casa, estaba triste y hasta un poco molesta, tenía mezcla de sentimientos y su ansiedad crecía a casa minutos más, se preguntaba ¿Qué sucedería esa tarde? ¿Qué secretos ocultaba el testamento del señor Corentin en ese testamento? ¿Por qué la estaban buscando para leer ese dichoso testamento si al único que le debería preocupar eso es ha Tristán Hermans?
- ¿Por qué estás con esa cara, Annette? – preguntó su tía ni bien ella entro por la puerta de calle después de observarla un momento analíticamente.
- Es qué tía… - respondió sin salir de su asombro – fui a la fábrica y me encontré con Margareth…ella me dijo algo tan extraño.
- ¿Qué puede ser tan extraño como para que te pongas de esa manera? – preguntó intrigada.
- Me indicó que el abogado del señor Corentin me estaba buscando hace días.
- ¿Y para que te está buscando Wirth? – preguntó más intrigada todavía.
- Porque tiene que leer el testamento del señor Corentin y dice que debo estar presente…
- …Este señor Corentin te está poniendo en aprietos desde la tumba, Annette… - respondió con preocupación.
- Sinceramente tía, no sé que pensar, sé que esto me pondrá en aprietos pero no sé hasta que punto.
- Pues la única manera que lo vas a averiguar es yendo esta tarde…
- La verdad tía es que no quiero ir…
-Querida fue el último deseo del señor Corentin y debes cumplírselo, el tendrá sus razones y las sabrás esta tarde…no se debe rehusar el último deseo de un difunto, hija.
- Está bien, tía, iré…y que sea lo que Dios quiera… - respondió con voz bajita casi era un susurro, se le hizo un nudo en la garganta.
A pesar que su mente se negaba a ir a la Fábrica, su corazón le obligó a que esa tarde, Annette esté en el despacho del señor Wirth a la hora pactada, estaba ansiosa y muy nerviosa, le daba pavor el encuentro que tendría con Tristán Hermans, lo había evitado por mucho tiempo para ahora estar sentada a su lado en la misma habitación.
- Annette, no debes estar tan nerviosa – explicó Margareth, que había observado por un largo tiempo su nerviosismo desde su escritorio.
- Margareth, esto no me gusta, me pone muy nerviosa, estoy confundida, no hubiera querido venir pero todo lo estoy haciendo por el señor Corentin.
- Lo sé, pero el Señor Wirt pidió estrictamente que tú estés en la lectura del testamento y lo tienes que estar…
- …Lo sé, lo sé, me lo estuvieron repitiendo todo el día, sabes que solo lo estoy haciendo por el Señor Corentin – repitió mortificada.
- Annette, aquí es el que más importa, me alegro que te hayas animado, te juro que te vi tan nerviosa que pensé que esta tarde no te iba a ver aquí…ya estaba pensando en irte a buscar.
- La verdad es que yo tampoco deseaba venir pero tuve una charla con mi tía y ella me convenció…
En eso tuvieron qué detener su charla, Tristán Hermans terminaba de subir las gradas, caminaba con aire prepotente, entró a las oficinas mirando a todos de manera despectiva, se paró en frente de Margareth ignorando a Annette y preguntó.
- El señor Wirth me dijo que viniera a esta hora, no iba a volver esta tarde pero deseo acabar con las ridiculeces que dejó mi padre… - exclamó con tono de molestia.
- El señor Wirth llegará dentro de unos minutos– respondió molesta y con torpeza Margareth – debe esperarlo, señor Hermans.
- No pienso esperarlo aquí – respondió mirando de pies a cabeza a la humilde muchacha – iré a mí despacho, me avisas cuando al señor Wirth se le ocurra venir – ordenó y se dirigió a la oficina del señor Corentin dándoles la espalda.
- ¡Mira a este…! – chillo furiosa.
- … Margareth ni se te ocurra decir algo, es mejor así, me hubiera vuelto loca si se hubiera quedado cerca de mí hasta que el señor Wirth llegará, lo que más deseo es tenerlo lejos – exclamó nerviosa al borde de un ataque de ansiedad.
- Pues…es un troglodita prepotente… que diferencia hay con su padre, el señor Corentin era un pan de Dios, entraba y saludaba a todos, siempre caballero, con una sonrisa en los labios, nunca tuvo la mirada de prepotencia que tiene su hijo, no sé cómo lo aguantaré cuando tomé la presidencia de la fábrica, creo que voy a renunciar, Annette y me iré del pueblo directo a Bruselas para tomar suerte por allá…
- Margareth tu haces eso y yo voy contigo, no pienso volver a esta fábrica, precisamente esta mañana iba a pedirte mi liquidación, mi intención no es seguir trabajando desde aquí, Tristán hará lo que le da la gana con la Fábrica Hermans y no quiero ver cómo se derrumba el legado del señor Corentin…- comentó con tristeza.
- ¡…Buenas tardes! – escuchó decir, era la voz del Señor Wirth que entraba por el pasillo – disculpa la tardanza Annette es que tuve algunos inconvenientes en casa, pero ya lo solucioné – miró a Margareth – Margareth, querida ¿Y él señor Tristán?- Ese creído está en el trono del rey, esperándolo en su despacho – respondió con el ceño fruncido.- Dile que pase a mi oficina, - miró nuevamente a Annette – Pequeña, acompáñame, por favor.- Está bien, señor Wirth – respondió Annette, colocándose de pie miró a Margareth que estaba molesta poniéndose de pie y dirigiéndose al despacho mientras ella prosiguió por el pasillo, el Señor Wirth abrió la puerta de su despacho e invitó pasar a la muchacha.- Ponte có
Cuando terminaron de recoger en el horizonte se pintaban los colores del atardecer se dirigieron en el auto a la gran casona que estaba al otro lado del valle, cuando llegaron y apareció la estructura monumental, Agnes abrió los ojos con sorpresa y confusión, aunque había vivido toda su vida en el pueblo nunca había llegado a esa gran casa de la colina y menos había entrado a ella. Mientras ambas descendían del automóvil, el Señor Wirth se dirigió a la entrada y abrió con una llave el gran portón adornado, ni bien entraron por el umbral dos mucamas las estaban esperando en el hall, a una de ellas, Annette la conocía muy bien era la mucama que siempre la recibía para llevarla a la biblioteca del señor Corentin para tomar el chocolate todas las tardes, ni bien las tuvieron en frente las saludaron con mucha educación, mientras el chófer subía su equipaje, una de las mucamas las llevó a conocer todas las instalaciones de su nuevo hogar. Annette y su tía camin
Annette había trabajo toda la mañana sin parar, el trabajo de gerente y por ahora jefe de una fábrica como la de Chocolate era exhaustivo y muy abrumador; Margareth le ayudaba en todo lo que ella no entendía, después de haber revisado los contratos minuciosamente se dio cuenta que algunos no estaban de acuerdo a lo que el señor Corentin había dejado, muchos de los proveedores habían cambiado muchas cosas que no la convencieron, así que esos papeles los separó para revisarlos nuevamente con el Señor Wirth. - Estos documentos me parecen que están mal dirigidos, Margareth, el señor Corentin no los hubiera aceptado de esta manera, me parece que los proveedores se están intentando aprovechar de la situación que la fábrica está pasando. - Tranquila Annette, ya los separaste, el señor Wirth los revisará muy bien y los cambiará, los proveedores tendrán que aceptar, eso es lo bueno de ser quienes somos – respondió con tono burlón guiñándole un ojo.- ¡Bueno…! – exclamó Margareth col
En esos días que había comenzado sus cambios Annette había mejorado en todos los sentidos, hablaba mejor, actuaba como una gerente experta con los empleados y proveedores; después de todo lo sucedió había decidido poner de su parte para que esto en lo que le había metido el señor Corentin saliera adelante, no quería defraudarlo y mucho más importante, no deseaba defraudarse así misma.Desde ese día que habían ido a la tienda de moda del pueblo nunca más habían pasado por allá, Margareth hizo una busca exhaustiva búsqueda en todo Bruselas para encontrar una empresa de ropa con la cual trabajar y unos tres o cuatro días después ya lo había encontrado, llamó por larga distancia hasta sus oficinas, explicó las necesidades de la fábrica y de su gerente ellos gustosos aceptaron vestir a los empleados, especialmente a
Al día siguiente le contó a Margareth lo que había sucedido, estaba boquiabierta con el relato. - ¿No sé que le dió a Tristán para ayudarme? - Buena pregunta, nunca creí que podría hacerlo... Quizás no es tan troglodita como lo creíamos, Annette, sorprendente, uno no deja de conocer a una persona. - Pues no todos son tan malos, ni todos son tan buenos - respondió pensativa. - Pues, sinceramente no te ilusiones, ese carcamal debió hacerlo porque necesita que tú estés viva para devolverle la presidencia, es puro interés. - De seguro... - respondió suspirando. - Bueno... Dejemos de pensar en tonteras y pongámonos a trabajar, el sábado es la gran noche y necesitamos practicar... - comentó poniéndose de pie - te traeré los libros. Mientras Margareth salía del despacho, Annette pensaba en Tristán, no podía dejar de pensar que si no hubiera estado él anoche ella tal vez no lo contaba, su corazón latía cada vez que pensaba en él pero no quería aceptarlo, Tristán era despreciable y jamá
- ¿Qué pasó con…? – preguntó balbuceando caminando errática y nerviosa hacia el auto, estaba tan sorprendida que las piernas le temblaban tanto que no le permitía caminar con estabilidad, uno de sus tacos se agarró con una piedra e hizo que se tropezara, Annette iba cayendo lentamente hasta que un brazo la detuvo en su caída, era Tristán que le daba su mano para evitar que ella terminará en el piso.- …Gra…gracias… - respondió temblorosa todavía intentando incorporarse lo mejor que pudo.- De nada… - respondió soltándola mirándola con indiferencia – no iba a permitir que el vestido que llevas se arruiné con tierra y no puedas llegar a la gala…- prosiguió mientras Annette entraba al auto, cuando lo hizo Tristán entró y encendió el motor después prosiguió -… no puedes llegar tarde a tu “estreno en sociedad” – exclamó con sarcasmo.- Por favor, señor Tristán Hermans…no comience con su sarcasmo – Exclamó molesta – y…explíqueme el porqué en estos momentos es usted mi chóf
El beso duró unos segundos, Annette no sabía lo que estaba haciendo, la verdad era que nunca había besado a nadie y este era su primer beso en esos segundos pasó de estar extasiadas a sentirse avergonzada, empujó a Tristán y escapó rápidamente de sus brazos intentando no mirar al muchacho que la veía irse con una sonrisa burlona en su rostro.- ¡Hay que enseñarte a besar! – exclamó burlón mientras Annette terminaba de subir los últimos escalones de la entrada de la casa.Annette no deseaba voltear a verlo, estaba completamente confundida y asustada, tenía mezcla de sentimientos, entró a la casa y cerró la puerta, se quedo atrás de ella nerviosa, su corazón latía fuertemente tanto que sentía que se iba a salirse de su pecho, tocó sus labios, los acarició y se dio cuenta que el beso la había ilusionado, le había gustado, aunque era de Tristán Hermans y sabía que para él ese beso solo significaba una burla más.Subió las gradas, aunque no deseaba ver por la ventana cuando llegó a su cuar
Cuando tuvo que salir para dirigirse a la fábrica, dudó un momento en la puerta, sabía que Tristán estaría esperándola para abrirle la puerta del carro y tendría quince minutos más o menos para estar con él, mientras la llevaba hasta llegar a su destino. Todavía no sabía cómo comportarse con esta situación, era muy nuevo para ella, al final, ¿Qué sabía ella del amor y de todos esos demonios?, sabía que sus sentimientos podían traicionarla y era inaceptable no quería que de eso se enterará Tristán, ella no lo deseaba de ninguna manera que se diera cuenta de lo que sentía, Tristán era muy prepotente y odioso, sabía qué solo terminaría destrozandola en lo más fondo de su ser, riéndose y burlándose en su cara por su ridículo enamoramiento de niñata. - ¿Hijita, que haces ahí pegada a la puerta? – escuchó preguntar a su tía que estaba saliendo de la cocina limpiándose sus manos con un lienzo blanco - ¡Te vas a atrasar y creo que tienes que encontrarte con un comprador importante e