Siguiendo las señas que Margareth había escrito en el papel, caminó hasta casi las afueras de la ciudad, entre varios árboles verdes apareció en su perspectiva una gran casona que se erguia imponente en frente de ella.
Allí se dio cuenta que era una casa que todos en el pueblo conocían, era la mansión más grande y misteriosa que ella veía siempre a lo lejos desde la cabaña donde vivía con su tía pero siempre había tenido curiosidad por saber quién la habitaba pero nunca preguntó, ni indagó en el asunto, ahora entendía el comentario que le había hecho Margareth al entregarle la dirección, “todos conocen dónde vive el hombre más rico del pueblo”
Camino por un largo sendero de plantas, árboles y flores hasta llegar a puerta principal adornada con elegancia, alzó la mano para tocar pero dudó en hacerlo tenía miedo ser inoportuna, sabía bastante bien que la gente rica y elegante como era el señor Corentin se llevaban con una agenda estricta y no quería molestarlo, además estaba lo sucedido esa mañana con Tristán Hermans en la fábrica y la verdad es que estaba un poco reticente de seguir teniendo algún tipo de relación con esa familia pero después de unos minutos se dio cuenta que el padre era muy distinto al hijo, además quería saber cómo se encontraba la salud del Señor Corentin así decidió tocar la puerta todavía un poco nerviosa y dubitativa, después de hacerlo esperó unos segundos y apareció una empleada abriendo la puerta, miró a Annette de pies a cabeza.
- ¿Sí? – preguntó con el ceño fruncido, parecía que no era bienvenida en esa casa y ella lo hacía ver en todas sus facciones.
- Soy empleada de la fábrica de Chocolate, me llamo Annette, me mandaron a saber sobre la salud del señor Corentin – respondió intentando mantener la compostura.
- Espere un momento, por favor…- respondió todavía con fastidio y se alejó de la puerta, Annette estaba nerviosa tanto que sentía como las manos le sudaban, estaba tentada a correr hacia la salida pero el deseo de ver al señor Corentin era más fuerte que ella, pasará unos minutos y la empleada volvió a aparecer nuevamente en la puerta, esta vez le permitió entrar – el señor Corentin la recibirá en la biblioteca – indicó mientras ella observaba sorprendida el tamaño y los lujos de esa casa, nunca había visto tanta elegancia junta – por favor, pase por aquí – prosiguió la empleada empezando a caminar.
- Gracias…- respondió ella y la siguió por un largo pasillo hasta un cuarto lleno de libros, los estantes estaban repletos de ellos de piso al techo, era sorprendente, Annette entró boquiabierta, era una biblioteca soñada para ella, se acercó lentamente a cada uno de los libros y empezó a acariciarlos con delicadeza, después leía cada título, unos minutos después encontró un libro que la entusiasmo…
- ¡Las Mil y una Noches! – Exclamó y lo sacó lentamente para poder hojearlo con delicadeza.
- ¿Te gusta leer? – preguntó una voz que surgió de atrás de ella, era la voz del señor Corentin.
- Si, mucho…- respondió un poco avergonzada dejando el libro nuevamente en la estantería y dando al vuelta lentamente para mirar al señor Corentin que estaba acercándose a ella.
- Tranquila muchacha, puedes sacarlo y leerlo cuando quieras – respondió con una sonrisa.
- Señor Corentin… Vine saber cómo está y traerle esta caja de galletas – inquirió tragando saliva avergonzada bajando la mirada, el señor Corentin le levantó la mirada con una sonrisa en los labios.
- ¿Por qué estás con esa cara, pequeña? - preguntó sin perder esa sonrisa que lo caracterizaba.
- Por nada, señor Corentin… - respondió con rapidez - ¿Qué le parece si toma su chocolate con las galletas que le traje?
- Si, ya le pedí a Sue, unas tazas de chocolate, no es tan bueno como el que tú preparas pero tampoco es malo…
- ¿…Por qué no fue a la fábrica, señor Corentin? Todos están muy preocupados por su salud.
- Estaba indispuesto, tal vez solo es un resfriado, algunas veces me siento así…no debes preocuparte de nada sin solo achaques de viejo – comentó sentándose en un sillón – este cuerpo ya no es joven, pequeña y a cada momento me lo avisa, por eso mandé a Tristán el necesita aprender sobre el funcionamiento de la fábrica, al final llegará el momento que el heredará la fábrica como yo la heredé de mi padre y debe saber cómo administrarla.
- Oh sí…lo vi… - respondió asustada recordando el encontró que había tenido con Tristán hace unos horas – entré a su oficina para llevarle sus galletas y su chocolate y… Lo encontré a él y…
- …Y te trató mal – aseguró - ¿Verdad?
- ¿Cómo lo supo? – respondió avergonzada bajando la mirada.
- Conozco a mi hijo, sé cómo se comporta, en algún momento debe aplacarse, trata muy mal a todos, es arrogante, creído y altanero, no quiere saber sobre la empresa, en algún momento la heredará y no sabe ni siquiera como hacer los chocolates – comentó soltando un largo suspiro - pero sabes lo que más me preocupa es su mal trato con la gente – respondió frustrado – le tengo que enseñar nuevos valores, tal vez no lo hice cuando debía.
- Señor Corentin, lo siento mucho…
- No necesitas sentirlo, querida, eres distinta, eres una buena muchacha – respondió sonriendo mientras la mucama les colocaba las dos tazas de chocolate en una mesa y las galletas en un tazón, el señor Corentin se levantó de la silla y tomó una taza para pasársela a Annette – ahora deja ese tema atrás y gocemos nuestro chocolate con galletas.
- Sí… - respondió Annette acercándose a él para tomar su taza y al tazón para tomar una galleta – tiene muchos libros – exclamó mientras le daba un sorbo al chocolate.
- Oh sí, me encanta leer, - aseguró mientras comía una galleta - la mitad de ellos tienen muchos años podría asegurar que siglos, pasaron muchas generaciones de mi familia, son primeras ediciones, los salve de las guerras, cuando los nazis entraron a Bélgica tuve que ocultarlos con ayuda de amigos, a los nazis les encantaba y les parecía divertido hacer piras enormes de libros y verlos arder, además de paso oculte a varios amigos judíos para que no se las llevarán a sus campos de concentración…
- Es un buen hombre, señor Corentin.
- Tuve suerte, querida Annette, solo eso…a los nazis les encantaba el chocolate de mi fábrica, así que no la tocaron, tampoco al pueblo y no se acercaron a esta casa, mis libros y mis amigos estuvieron a salvo… - respondió con una sonrisa dejando la taza en la mesa – estaba pensando como estaré un tiempo en reposo y me di cuenta que tus visitas me hacen muy bien, te propongo que después de terminar con las obligaciones que tienes en la fábrica vengas aquí, pases un tiempo en esta biblioteca, puedes leer los libros que quieras, después tomaremos chocolate con galletas y te enseñaré algunos secretos de la fábrica y de las recetas.
- ¿En serio? – preguntó asombrada abriendo los ojos como dos grandes platos.
- Si, por supuesto, por como vi que observas los libros, supe que te gusta mucho leer.
- Me encanta leer pero no pude terminar el colegio por la enfermedad de mi madre así que es solo un pasatiempo.
- Con eso más te ayudaré, necesitas acabar con tus estudios y puedo colocarte un tutor para que te ayude con eso.
- Creo que no me merezco tanto, señor Corentin – respondió avergonzada.
- Te mereces eso y más, pequeña y si está en mis posibilidades ayudarte lo haré de todo corazón, no tienes porque avergonzarte, deseas estudiar y leer y te ayudaré con eso.
- Está bien – respondió sonrojada y entusiasmada – y muchas gracias…
- Pequeña, es un placer ayudarte… - Exclamó con una sonrisa en los labios.
****
Esa mañana muy temprano llegó a la fábrica, después de terminar haría lo de siempre terminaría todo e iría donde el señor Corentin a pasar la tarde con él, leyendo y tomando chocolate con galletas.
Subió a las oficinas para limpiar un poco antes que Tristán Hermans llegara a la gerencia.
- Buenos días, querida...- saludó Margareth cuando vio a Annette entrar a las oficinas.
-Buenos días Margareth - respondió mirando de lejos a la puerta del despacho semiabierta - ¿Tristán todavía no llegó, verdad?
- Ese no llega temprano nunca...
-Entonces iré a limpiar ahí dentro.
- Esta bien, ve...
Annette entró al despacho y empezó a limpiar los muebles, etc, tarareando una canción distraída, pasó un largo tiempo sin darse cuenta, había terminado y estaba lista para irse, dió vuelta y se encontró con Tristán Hermans que la veía en silencio con una sonrisa burlona en su rostro, Annette dió un pequeño salto hacia atrás como si hubiera visto un espanto.
- Es divertido ver a una mucama limpiar, nunca me había dado cuenta lo divertido que es - exclamó sin quitar el tono burlón de sus palabras.
Annette no pudo responder, estaba tan asustada que lo único que hizo fue tomar las cosas de limpieza y dirigirse a la puerta, sonrojada y asustada.
- ¡Eh, cuando alguien te habla debes responder! - gritó Tristán nuevamente ya con molestia, tomó del brazo a Annette para detenerla.
- Señor... Hermans... - respondió tartamudeando.
-...Deja de tartamudear, te portas como sí fuera el demonio en persona - comentó burlón obligando a que lo mirara - y...¡Lo soy! - gritó asustando a la joven, mientras se reía a carcajadas ella corría hacia afuera asustada y pálida como un papel.
- ¡Annette! - Margareth corrió a abrazarla - no pude decirte que el troglodita de Tristán estaba entrando al despacho, ¡disculpa!
- No te preocupes Margareth - respondió nerviosa - creo que debo ir abajo un momento - caminó como zombie hacia la cocina y se detuvo un momento sentándose en una silla, empezó a darse cuenta en algo que nunca se había percatado...Tristán Hermans era muy simpático, muy guapo, como un galán de telenovela pero lastima que solo era guapo por fuera, que por dentro era todo muy distinto.
Después del susto que había tenido esa mañana, gracias a ese encuentro tan desagradable con Tristán, en la tarde se apuró para dirigirse hasta la mansión del señor Corentin.- ¿...Cuándo volverá a la empresa, Señor Corentin? – preguntó mientras estaba sentada en la biblioteca del señor Corentin tomando una taza de chocolate con las galletas.- Mañana… – respondió tomando un sorbo de chocolate de su taza – debo volver, sé que Tristán está llevando mis negocios a la quiebra, Wirth y el contador están escandalizados con los números y me suplicaron volver, - soltó un largo suspiro de de frustración- no sé que haré con ese muchacho, Wirt me contactó esta mañana muy preocupado, debo volver si deseo recuperar lo que en estas semanas mi hijo perdió
Desde ese día había discusiones estridentes que salían del despacho del señor Corentin, su hijo iba en las tardes y lo único que hacía era discutir con él, después salía tirando las puertas y trataba a todos con la planta del zapato.Miraba a Annette furioso cada vez que se recordaba del sopapo que le había propinado ese día, bajaba las gradas furioso y desaparecía por las calles del puebloAnnette entraba al despacho intentando mitigar el dolor y la molestia que el señor Corentin sentía en esos momentos, hacia que su jefe se distraiga charlando con él sobre libros, sobre sus anotaciones o tan solo sobre el clima.-...Hay Annette, no sé que haría si no estuvieras aquí, juro que eres una hija para mí, la hija que nunca tuve y que siempre quise…- comentaba tomando su taza de chocolate diaria, con la mirada perdida llena
Sin sentirlo había pasado más de una semana de ese fatídico día que Annette había deseado muchas veces olvidar, pero no podía, a cada momento recordaba como había visto al señor Corentin caer inerte en el piso frío de su despacho, desde ese día su tristeza superaba cualquier otro sentimiento, no podía dormir, ni comer, tampoco aceptar lo que había sucedido. Su tía estaba preocupada con su estado anímico, además desde el día de la muerte del señor Corentin, no había vuelto a la fábrica a cumplir con su trabajo, Annette sabía que ahora que el Señor Corentin había muerto, su hijo, Tristán Hermans se haría cargo de la presidencia y ella no sería más bienvenida en ese lugar, pero si tía tenía otra opinión. - Annette, debes ir a la fábrica de chocolates – repetía su tía con tono de preocupación – tu sueldo nos ayudaba mucho en casa, hija. - Lo sé, tía pero desde que murió el señor Corentin, Tristán se está haciendo cargo de la empresa y de seguro no me quiere ahí,
- ¡…Buenas tardes! – escuchó decir, era la voz del Señor Wirth que entraba por el pasillo – disculpa la tardanza Annette es que tuve algunos inconvenientes en casa, pero ya lo solucioné – miró a Margareth – Margareth, querida ¿Y él señor Tristán?- Ese creído está en el trono del rey, esperándolo en su despacho – respondió con el ceño fruncido.- Dile que pase a mi oficina, - miró nuevamente a Annette – Pequeña, acompáñame, por favor.- Está bien, señor Wirth – respondió Annette, colocándose de pie miró a Margareth que estaba molesta poniéndose de pie y dirigiéndose al despacho mientras ella prosiguió por el pasillo, el Señor Wirth abrió la puerta de su despacho e invitó pasar a la muchacha.- Ponte có
Cuando terminaron de recoger en el horizonte se pintaban los colores del atardecer se dirigieron en el auto a la gran casona que estaba al otro lado del valle, cuando llegaron y apareció la estructura monumental, Agnes abrió los ojos con sorpresa y confusión, aunque había vivido toda su vida en el pueblo nunca había llegado a esa gran casa de la colina y menos había entrado a ella. Mientras ambas descendían del automóvil, el Señor Wirth se dirigió a la entrada y abrió con una llave el gran portón adornado, ni bien entraron por el umbral dos mucamas las estaban esperando en el hall, a una de ellas, Annette la conocía muy bien era la mucama que siempre la recibía para llevarla a la biblioteca del señor Corentin para tomar el chocolate todas las tardes, ni bien las tuvieron en frente las saludaron con mucha educación, mientras el chófer subía su equipaje, una de las mucamas las llevó a conocer todas las instalaciones de su nuevo hogar. Annette y su tía camin
Annette había trabajo toda la mañana sin parar, el trabajo de gerente y por ahora jefe de una fábrica como la de Chocolate era exhaustivo y muy abrumador; Margareth le ayudaba en todo lo que ella no entendía, después de haber revisado los contratos minuciosamente se dio cuenta que algunos no estaban de acuerdo a lo que el señor Corentin había dejado, muchos de los proveedores habían cambiado muchas cosas que no la convencieron, así que esos papeles los separó para revisarlos nuevamente con el Señor Wirth. - Estos documentos me parecen que están mal dirigidos, Margareth, el señor Corentin no los hubiera aceptado de esta manera, me parece que los proveedores se están intentando aprovechar de la situación que la fábrica está pasando. - Tranquila Annette, ya los separaste, el señor Wirth los revisará muy bien y los cambiará, los proveedores tendrán que aceptar, eso es lo bueno de ser quienes somos – respondió con tono burlón guiñándole un ojo.- ¡Bueno…! – exclamó Margareth col
En esos días que había comenzado sus cambios Annette había mejorado en todos los sentidos, hablaba mejor, actuaba como una gerente experta con los empleados y proveedores; después de todo lo sucedió había decidido poner de su parte para que esto en lo que le había metido el señor Corentin saliera adelante, no quería defraudarlo y mucho más importante, no deseaba defraudarse así misma.Desde ese día que habían ido a la tienda de moda del pueblo nunca más habían pasado por allá, Margareth hizo una busca exhaustiva búsqueda en todo Bruselas para encontrar una empresa de ropa con la cual trabajar y unos tres o cuatro días después ya lo había encontrado, llamó por larga distancia hasta sus oficinas, explicó las necesidades de la fábrica y de su gerente ellos gustosos aceptaron vestir a los empleados, especialmente a
Al día siguiente le contó a Margareth lo que había sucedido, estaba boquiabierta con el relato. - ¿No sé que le dió a Tristán para ayudarme? - Buena pregunta, nunca creí que podría hacerlo... Quizás no es tan troglodita como lo creíamos, Annette, sorprendente, uno no deja de conocer a una persona. - Pues no todos son tan malos, ni todos son tan buenos - respondió pensativa. - Pues, sinceramente no te ilusiones, ese carcamal debió hacerlo porque necesita que tú estés viva para devolverle la presidencia, es puro interés. - De seguro... - respondió suspirando. - Bueno... Dejemos de pensar en tonteras y pongámonos a trabajar, el sábado es la gran noche y necesitamos practicar... - comentó poniéndose de pie - te traeré los libros. Mientras Margareth salía del despacho, Annette pensaba en Tristán, no podía dejar de pensar que si no hubiera estado él anoche ella tal vez no lo contaba, su corazón latía cada vez que pensaba en él pero no quería aceptarlo, Tristán era despreciable y jamá