Londres, Inglaterra. Hotel The Ritz London, cinco años atrás...
Charlotte Murphy
Tengo cerrados mis ojos, mis manos sudan de los nervios, intento respirar y controlar que el nudo en el centro de mi estómago se deshaga. Es lo único que sé hacer, es lo que me apasiona, desde los cuatro años estoy en esto, muchos recitales, muchos concursos, ¿Qué más puede pasar, Charlotte? Por cierto, esa soy yo. Abro mis ojos y escucho como el presentador me llama: "Charlotte Murphy" trago saliva y pongo una sonrisa.
Hago una leve reverencia y me siento en el banquillo frente al piano, estiro mis dedos discretamente, el silencio inunda el lugar esperando a que salgan las primeras notas, suelto un suspiro, cierro los ojos y finalmente mis dedos tocan las teclas de marfil.
«Chopin- Nocturne Op.9 No2»
Mis dedos se mueven ágilmente, entonces regresa los murmuros en el salón, se escuchan ruidos de la loza, pasos de aquí a allá, la música ha pasado a segundo plano para ellos.
Solo soy música de fondo en una cena de beneficencia. Millonarios con sus familias. Senadores intentando apantallar a sus fieles seguidores. El escalofrío me recorre por segunda ocasión desde que he llegado, no me detengo, sigo perdida en las notas, no me importa nada más...
Solo es Charlotte y.… la música.
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«Todo efecto, tiene consecuencia»
Aiden Baker había dejado de prestar atención a la rubia voluptuosa que tenía a su lado. Unas notas de piano habían llegado a él como una ráfaga de viento, llenándolo de calidez y esperanza, su piel se había erizado e inconscientemente su mano acarició la superficie de su brazo. Era una noche como todas, frías, vacías y sin un propósito, tenía que estar presente en ese evento obligatoriamente para representar a su empresa. Pero esta noche su vida cambiaría...había una mujer en el piano que no solo atraparía su atención.
Charlotte tenía unos largos, pálidos y firmes dedos que bailaban en las teclas de marfil, su larga melena rubia caía como cascada sobre su espalda, a sus oídos llegaba su melodía favorita y una de las principales que le había enseñado su madre a tocar antes de perderla…
«Chopin- Nocturne Op.9 No2»
Era una noche diferente a las anteriores, esa noche había tomado una decisión y era algo de lo cual se sentía tranquila y en paz. El hombre que la había puesto entre la espada y la pared había salido de su vida. La había puesto a decidir entre la música y él. Alguien que dice amarte, nunca debería de ponerte a elegir.
Ella eligió la música.
Dos días después de conocer al señor Baker, ella estaba feliz mientras caminaba hacia a su departamento, tendría que hacer maletas y cumplir con la propuesta de tocar en varios eventos en la ciudad de New York, y todo por una excelente oferta del señor Baker. Las luces de los faroles le mostraban un camino, la gente que pasaba a su lado, el ruido del tráfico...era parte de su noche. Horas después, dormía plácidamente, sus maletas estaban en la entrada de su departamento. Tenía que madrugar ya que el señor Baker la esperaría en la pista privada del aeropuerto.
Esperando para ayudarle a seguir la pasión de la música...
Todo listo...para empezar una vida lejos de Londres.
Un nuevo comienzo...
Hasta que las llamas de un corazón en venganza…llegaron hasta ella, llevándola a un mundo de tinieblas, donde permanecería por siempre.
Y nadie sería bienvenido.
Solo ella y su música.
Aiden Baker — ¿Por qué sigues obsesionado con eso? Han pasado cinco años desde que has regresado de Londres, no me molesta que toques el tema de ella cada cuando puedes, que es casi a diario que nos vemos o hablamos por teléfono, ella desapareció, tienes que aprender a aceptar que la mujer puede que ya esté a lado de un hombre ingles en algún rincón de Inglaterra ya con hijos y todo. Si, una ama de casa inglesa. Quizás y no era el destino de ustedes el estar juntos...Aiden, tienes que ir a un psicólogo para hablar de ello y superarla...—Las palabras de mi hermano Andrew inundó el espacio en mi auto. Me volví a él lentamente, mientras mis dedos apretaban el volante haciendo que mis nudillos se pusieran pálidos. Cada vez que yo tocaba el tema de la concertista rodaba los ojos en blanco. Y eso me irritaba mucho. —Cállate.
Charlotte Murphy —No te preocupes, ya lo tengo. —Lizzy dijo sosteniendo mí sombrero antes de que se volara por el aire. Sonreí sin antes soltar una risa en la entrada del conservatorio. El sombrero casi sale de mi cabeza. Lizzy me orienta a llegar a mi salón de clases, tenemos diez minutos antes de que comience a dar las clases de piano. Era algo que me llenaba de emoción, felicidad y paz. Hace un año estaba de maestra, y todos estaban encantados con mis clases, inclusive tuve que dar clases de verano este año. Y eso para mí era genial. —Aquí estamos. Bueno no te diré más ya que te sabes cada espacio de la escuela, pero no te confíes y trata de usar el bastón portátil, lo acabo de meter a tu bolsa. —Gracias, Lizzy. —dije emocionada. —De nada cariño, regreso a la una para ir a almorzar. Recuerda, hay que mudarnos y tienes que elegir entre esos dos departamentos que te describí. —Lo sé. Te espero a
Aiden Baker Estacioné mi Mustang y bajé del auto. Andrew aún no salía de la escuela, así que lo usaría de pretexto para entrar en su búsqueda. Arreglé mi corbata y mi americana. Tomé aire y luego lo solté. El corazón estaba agitado y el nudo en mi estómago se expandía amenazarme con asfixiarme. «Era ella. Juro, que era ella» Tomé el picaporte de las puertas de cristal y entré. Había alumnos caminando por el pasillo, cargaban sus instrumentos mientras charlaban con otros a su paso, maestros que se estaban dando la bienvenida...y busqué. Y casi al final del gran corredor, vi a Andrew de pie a un lado de la puerta, supongo que será el aula de Ava. Caminé a paso veloz entre los alumnos y llegué a la espalda de Andrew, cuando puse mi mano en su hombro, dio un brinco en su lugar, haciendo que retroceda. —Mierda, me asústate. —fue lo único que dijo. Yo solo lo vi con una mirada extrañada. Estaba algo pálido. —¿
Charlotte Murphy —Aquí tienes, querida. —Gracias, Alexandra. Agradecí con una sonrisa a la persona que atendía la oficina de Información. Tenía listo en mis manos las canciones que nos acompañarían durante los próximo cuatro meses de clases. Al salir, una pequeña ráfaga de aire cargado de un perfume muy familiar, llenaron mis fosas nasales. Me detuve con mis libros en la mano, y fijé en algún punto bajo mi mirada. Arrugué mi entrecejo y las imágenes de esa noche, llenaron mi mente. Su sonrisa, la forma en cómo me observaba. Había compartido conmigo su pasión por tocar el piano y estaba impresionado con la última canción que había cerrado esa noche. Ojos grises aparecieron... Cerré los ojos e intenté borrar esas imágenes y me encaminé a mi aula. No parecía una persona invidente por cómo me deslizaba en el trayecto. Entré al aula y comencé a dar la clase con mi sonrisa en mi rostro. La aventura había comenzado.
Aiden BakerEstaba aún con su negativa en mi cabeza.—¿Qué tienes querido? —la voz de mi socia me saca de mis pensamientos cuando termino de cerrar la puerta detrás de mí.—Nada.Cerré los libros de contabilidad y los regresé a su lugar. Estaba irritado, frustrado y con muchas preguntas en mi cabeza.Ella es sin duda, Charlotte Murphy. ¿Pero por qué no di con ella? ¿Por qué no he dado con ella en estos cinco malditos años? ¿Acaso se está escondiendo de mí? ¿Por qué de su ceguera? ¿Por qué no sabía que estaba aquí mismo, en New York? Creo que alguien va a ser despedido.Mis manos se van a mi cabello y el paso frustrado. Para mi total sorpresa cuando las hice seguir con Charles. Y más sorpresa cuando me dijo que estaban en uno de mis restaurant
Charlotte Murphy Había llegado a casa hecha una furia. Lizzy solo me observaba despotricar como nunca lo había hecho a mis veintiséis años. Ella intento calmarme pero era imposible. —No entiendo por qué te pones así. Solo ofrecía una cena de cortesía, Charlotte. —Lo sé, te pido una disculpa. Sabes que desde el accidente... no soy la misma. Claro que no era la misma. Aparte de no ver, podía ver con mi alma. Sentir a las personas, y oler sus intenciones. ¿Qué era lo que quería con esa cena de cortesía? No lo sé, y no lo iba averiguar. Había pasado una semana desde esa tarde. Lizzy había averiguado quien era, y para mi sorpresa, era el mismo hombre de esa noche. No eran dos, sino solo uno. Y todas mis confusiones y dudas se habían aclarado por completo. Entonces, la pregunta es... —¿Y tú que sentiste cuando pasó lo de la «cena de cortesía»? Sentí como Michael, «mi psicólogo desde que me mudé a New Y
Aiden BakerY era como mi propio imán. Atrayéndome sin más.—Respira... Charlotte.Cerró los ojos y se mordió el labio. Recuerdo esa noche cuando había despachado a mi acompañante, picaba demasiado la curiosidad por saber más de la concertista que estaba tocando el piano apasionadamente. Estaba sorprendido por mi actitud con la rubia de mi lado. ¿Quien no quisiera follar con una rubia despampanante? Pero esa noche, ella me había atraído estúpidamente. Tenía una blusa de seda en color blanco y un pantalón negro de vestir que se ajustaba a su silueta como una segunda piel. Sus ondas rubias y perfectas caían sobre sus hombros, pero sin darme cuenta me había hechizado por completo al verla sonreír al lado de otra rubia. Daba un sorbo a mi bebida cuando levantó su mirada y cruzó con la mía. Un
Charlotte Murphy —Lo sé, por eso...menos me alejaré de ti. Tienes de dos, soportarme o dejarme entrar. Tu elijes... Mi respiración se había alterado visiblemente ante él con esas últimas palabras. Después de un silencio, la chicharra se escuchó, segundos después el elevador se estaba moviendo, mi cuerpo se tensó. No podía pensar con claridad. Él había dicho que me había estado buscando.... —No digas más...—susurré casi en una súplica. —Charlotte...—Su voz susurrante y su cálida mano acarició mi mejilla. Delicadamente, como si tocarme más...lo fuera a quemar. Las puertas se abrieron y tentando la pared con mis manos temblorosas inmediatamente me deslicé al exterior. No entendía por qué mi corazón estaba muy agitado, es como si estuviera a punto de salir de mi pecho. —Aquí estoy. —La voz de Lizzy, me hizo tranquilizar cuando avancé a toda prisa por el lobby del edificio. —Vayámonos,