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Capítulo 5. Aclarando situaciones

Aiden Baker

Estaba aún con su negativa en mi cabeza.

—¿Qué tienes querido? —la voz de mi socia me saca de mis pensamientos cuando termino de cerrar la puerta detrás de mí.

—Nada.

Cerré los libros de contabilidad y los regresé a su lugar. Estaba irritado, frustrado y con muchas preguntas en mi cabeza.

Ella es sin duda, Charlotte Murphy. ¿Pero por qué no di con ella? ¿Por qué no he dado con ella en estos cinco malditos años? ¿Acaso se está escondiendo de mí? ¿Por qué de su ceguera? ¿Por qué no sabía que estaba aquí mismo, en New York? Creo que alguien va a ser despedido.

Mis manos se van a mi cabello y el paso frustrado. Para mi total sorpresa cuando las hice seguir con Charles. Y más sorpresa cuando me dijo que estaban en uno de mis restaurantes.

¿Destino?

A la m****a el destino. No puedes enamorarte a primera vista por una noche y después seguir obsesionado con ello por cinco años, Baker.

—Veo que realmente algo está pasando por tu cabeza, querido.

—No me digas querido, suenas a mi abuela.

Replico molesto mientras me alejo del escritorio y me dejo caer sobre el sillón que adorna la oficina.

—Estas de mal humor.

—¿Novedad para ti, Úrsula? No, ¿verdad? Necesito...

Sonó el toque en la puerta.

—Pase...—dije.

Entró un mesero...

—Señor Baker, lo buscan.

Arrugué mi entrecejo. Cuando asiento, me acerco a la puerta y entra Charlotte.

—Buenas tardes. —Dice, pero veo en su rostro que está molesta. ¿Ahora qué ...? Ow... la canasta, y que pagué la cena. Creí que se iría y listo. Pero no, está de pie frente a mí, furiosa.

Úrsula está a punto de levantarse pero le hago señas en silencio que no se mueva.

—Buenas tardes, ¿en qué le puedo ayudar?

—En nada. Nomás para informarle que no es necesario que pague nuestra comida, y puede quedarse con la canasta de productos, no la necesitamos.

—Tome asiento...—apenas lo dije...

—No gracias. Esto será breve. Pagaré mi comida, para que recupere su dinero. Y dejaré la canasta en la mesa.

Tuvo la intención de girarse para salir, y antes de eso, se detuvo.

—No era necesario que lo hiciera.

Sus palabras me hacen estremecer. El tono con el que lo empleó. Sentí... ¿culpa? ¿Por qué?

—No lo hice con esa intención...simplemente...

—Él «simplemente» siempre tiene una doble intención.

Nos quedamos en silencio, pude ver que realmente era ella. Esos ojos marrones que me habían cautivado no tenían el brillo. Eran ellos, pero no tenían esa chispa que me había obsesionado. Su piel seguía pálida, y sus mejillas sonrojadas por el efecto de irritación. Igual era hermosa. Su cabello estaba más corto y en ondas sobre sus hombros. Sus labios rosas y húmedos.

—Buenas tardes...—dijo en despedida. Se giró hacia la dirección de Úrsula. Quien abrió los ojos de sorpresa. —y disculpe la interrupción...

—No te preocupes querida...—murmuró sorprendida.

Y desapareció de nuestras vistas.

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