Charlotte Murphy
Había llegado a casa hecha una furia. Lizzy solo me observaba despotricar como nunca lo había hecho a mis veintiséis años. Ella intento calmarme pero era imposible.
—No entiendo por qué te pones así. Solo ofrecía una cena de cortesía, Charlotte.
—Lo sé, te pido una disculpa. Sabes que desde el accidente... no soy la misma.
Claro que no era la misma. Aparte de no ver, podía ver con mi alma. Sentir a las personas, y oler sus intenciones. ¿Qué era lo que quería con esa cena de cortesía? No lo sé, y no lo iba averiguar.
Había pasado una semana desde esa tarde. Lizzy había averiguado quien era, y para mi sorpresa, era el mismo hombre de esa noche. No eran dos, sino solo uno. Y todas mis confusiones y dudas se habían aclarado por completo. Entonces, la pregunta es...
—¿Y tú que sentiste cuando pasó lo de la «cena de cortesía»?
Sentí como Michael, «mi psicólogo desde que me mudé a New York» ponía esas comillas en el aire para encerrar esas tres palabras.
—Sentí frustración, impotencia, y había una sensación en sus palabras, que me hizo hervir. No lo entiendo John. He encontrado a Aiden Baker, pero ahora que lo he encontrado, hace que fluya cierta rabia, ¿Por qué no dice nada? Claro que me ha reconocido, ¿Acaso le da vergüenza aceptar que me conoce desde hace cinco años?
—Charlotte, todo eso encierra a tu pasado. Cabe la posibilidad de que estés a la defensiva por haber cruzado con alguien, y no solo alguien, si no una persona arraigada en tu mente por tu última noche cuando perdiste la vista. Impotencia, podría afirmar, por no poder ser la misma con la que «Él» conversó. ¿O me equivoco?
Tragué saliva según como iba empezando a desenmarañar los sentimientos que tenía en este momento. No me importaba que deshilara a la Charlotte del pasado, al contrario, me guiaba y me hacía darme cuenta de lo que realmente sentía con «palabras», siempre daba en el punto clave.
Me crucé de brazos y cerré mis ojos, tomé aire y después lo solté. Estaba irritada segundos después. Pero tenía que decirlo.
—Creo saber cuál es mi molestia. Creo que es por qué no me reconoció.
Se hizo silencio, pero podría jurar que estaba formulando detenidamente la pregunta en su mente.
—¿Segura que es por eso? —solté un bufido.
—Puede...creo que lo dejarás de tarea, ¿no?
Soltó una risita.
—Si, así que ha llegado el final de la sesión, te veo el viernes.
***
Salí del consultorio. Tenía exactamente una semana para regresar y esperaba encontrar esa respuesta a la tarea.
Me guíe al elevador y esperé el ruido en que las puertas se abrieran ante mí. Estaba completamente solo el piso, solo quedaba la recepcionista -ella misma lo confirmó-, y la persona que sentí detrás de mí.
El ruido que hizo el elevador me hizo regresar a mi presente. Pero al abrirse las puertas, el olor familiar a Aiden llenó de nuevo mis pulmones. Apreté el bastón portátil y lo moví a mi estómago. Me hice a un lado automáticamente para que pasara la gente que estaba saliendo del elevador. Se escuchaba más de dos pies. Tanteé con mi mano la puerta para poder guiarme al interior.
—Buenas tardes...—murmuré en tono bajo cuando el olor de su fragancia seguía a mi lado, el calor que irradiaba era demasiado intensa, casi al borde de quemarme.
Pero no dijo nada. Busqué el botón que me informaba que me llevaría a la planta baja (código Braille por encima del botón) Las puertas se empezaron a cerrar y estas se detuvieron bruscamente en el piso siguiente.
El corazón se agitó a una gran velocidad que me sorprendía totalmente. Mis labios se entreabrieron para jalar aire a mis pulmones. El perfume se intensificó aún más y fue cuando dejé de respirar.
—Respira...Charlotte. —susurró cerca de mí, Aiden Baker.
Aiden BakerY era como mi propio imán. Atrayéndome sin más.—Respira... Charlotte.Cerró los ojos y se mordió el labio. Recuerdo esa noche cuando había despachado a mi acompañante, picaba demasiado la curiosidad por saber más de la concertista que estaba tocando el piano apasionadamente. Estaba sorprendido por mi actitud con la rubia de mi lado. ¿Quien no quisiera follar con una rubia despampanante? Pero esa noche, ella me había atraído estúpidamente. Tenía una blusa de seda en color blanco y un pantalón negro de vestir que se ajustaba a su silueta como una segunda piel. Sus ondas rubias y perfectas caían sobre sus hombros, pero sin darme cuenta me había hechizado por completo al verla sonreír al lado de otra rubia. Daba un sorbo a mi bebida cuando levantó su mirada y cruzó con la mía. Un
Charlotte Murphy —Lo sé, por eso...menos me alejaré de ti. Tienes de dos, soportarme o dejarme entrar. Tu elijes... Mi respiración se había alterado visiblemente ante él con esas últimas palabras. Después de un silencio, la chicharra se escuchó, segundos después el elevador se estaba moviendo, mi cuerpo se tensó. No podía pensar con claridad. Él había dicho que me había estado buscando.... —No digas más...—susurré casi en una súplica. —Charlotte...—Su voz susurrante y su cálida mano acarició mi mejilla. Delicadamente, como si tocarme más...lo fuera a quemar. Las puertas se abrieron y tentando la pared con mis manos temblorosas inmediatamente me deslicé al exterior. No entendía por qué mi corazón estaba muy agitado, es como si estuviera a punto de salir de mi pecho. —Aquí estoy. —La voz de Lizzy, me hizo tranquilizar cuando avancé a toda prisa por el lobby del edificio. —Vayámonos,
Aiden Baker Estaba indeciso en si bajar del auto y buscarla. Sentarnos a hablar, o esperar. Había adelantado todo el trabajo en mi empresa, y revisado pendientes para tener todo el fin de semana. Necesitaba hablar con ella, saber qué es lo que pasó para que estuviera así... ¿Dejaría ayudarla? Bajé la mirada a mis manos que sostenía un sobre amarilla largo, en el interior mostraba una lista de los mejores doctores que podrían revisar su caso. Pero primero lo primero, Baker. —Respira...—me dije a mi mismo. —¿Tan así te pones solo porque vas a hablar con ella? —la voz de mi hermano Andrew, me hizo girar hacia los lados para verlo, pero por sorpresa estaba al lado de mi ventanilla. Puse los ojos en blanco al ver que sonreía. —No sé de qué hablas. —gruñí. —Entra, acaba de terminar las clases, Ava ya está en el auto, iré con nuestros padres. ¿Por qué no intentas invitarla a cenar a casa de ellos y así platican
Charlotte Murphy Quería respuestas a algo tan simple. ¿En serio? Calma, Charlotte. Calma... Tomé aire y luego lo solté. —Por el momento... no puedo darte una respuesta. —¿Qué tal si... te invito a comer? Y me cuentas que has hecho estos cinco años que no me buscaste. Solté una risa irónica. —Aiden... —Te has reído, irónica, pero lo has hecho. Déjame compensar el mal rato. Podía sentir su necesidad. ¿Qué podías perder Charlotte? Cerré los ojos, no entendía por qué su insistencia. —Está bien, ¿Como lo vas a compensar, Aiden? —¿Comida? Tengo mucha hambre, es viernes, y.… creo que te haría bien salir a tomar aire. El tono con el que no dejaba de hablar me hizo sonreír. Mi rutina hoy sería diferente, y eso me daba ansiedad. *** Una hora después estábamos en su restaurante donde me encantaba la pasta y el salmón. Bebí de mi c
Aiden BakerEstaba nervioso cuando la invité a entrar a la casa de mis padres. Si, sabía lo que me esperaba y no estaba preparado para ello, pero podía improvisar. ¿No?—Creo que mejor debí quedarme en casa...—susurró tímidamente apretando mi brazo con el que estaba guiando al interior de la casa. Mi mano se fue a la suya y le di un apretón.Entramos a la sala, y nadie se encontraba. Arrugué mi entrecejo intrigado.—Espera aquí, iré a buscar a los demás...—la senté en el sillón individual de la sala, y pude ver como florecía con sus propios nervios. Se apretaba al cordón de su bolsa que colgaba de su hombro. Y se mordía el labio. Despejé mis pensamientos, y salí a toda prisa de la sala en búsqueda de la familia. Subí a las habitaciones, y me e
Charlotte Murphy Escuché unos tacones bajar a gran velocidad acompañado de murmureos. El corazón me latió a toda velocidad, y el nudo de nervios que tenía en el centro de mi estómago, se está expandiendo por todo mi cuerpo. —¿En dónde está? —la voz de una mujer me hace dar un salto en mi lugar. —Buenas tardes...—apenas digo. Sus pasos se detienen al parecer casi en la entrada de la sala. —¡Hola! —dice efusiva. Me levanto torpemente y creo que daré un tropiezo, pero unas manos firmes y fuertes lo evitan. —¡Maldición! ¡Margaret con más cuidado! —gruñó furioso Aiden. No puedo evitar sonreír nerviosa. Su agarre es fuerte, y me rodea por la cintura, mis manos se van a sus brazos que sin saber lo descubro. —¡Lo siento! ¡Lo siento! —dice la mujer. —¿Está bien? —Si gracias...—digo tragando saliva al sentir mi garganta seca. —¿Segura? —La cercanía de Aiden es demasiada, puedo senti
Aiden Baker La plática de mi padre en medio de una cena nos tenía totalmente entretenidos, los chistes de Andrew casi hacen que Charlotte escupiera su bebida por la risa, Margaret el tema de la moda en París y el viaje que harán en una semana junto a su novio Elías, quien solo bromeaba con ella, y fingían discutir, mi madre solo nos observaba en silencio del otro extremo de la mesa, sus ojos brillaban por algún motivo, tenía la leve sospecha del por qué, de todos inclusive. La noche era cálida, divertida y me sentía por primera vez, tranquilo, cómodo entre ellos, y no tenía que buscar un pretexto para escapar de la cena. Al contrario...no quería irme. —Charlotte, estás invitada el próximo viernes a cenar. Si no tienes planes, y claro, si no te hemos asustado, eres bienvenida. No me sorprendió la invitación de mi madre. Inclusive, tenía la tentación de hacerlo yo mismo cuando fuese a dejarla a su casa. —Oh, muchas gracia
Charlotte Murphy El corazón latió apresuradamente. Mi respiración era agitada, sentí algo en medio de mi estómago. ¿Acaso era las «mariposas» de las que tanto se habla? Aun así, estuve a punto de volver a decir algo, la pena empezaba aparecer a escena, pero el toque de su pulgar en mis labios hizo que todo cambiara. Tenía una chispa dentro de mí, y no entendía nada. Solo quería que me besara, recuerdo como era, y esa barba me hace tener pensamientos...extraños. Nos separamos, y encendió el auto. No entendí por qué la decepción se apoderó de mí. Avanzamos en silencio, me abracé a mí, y cerré los ojos. No había pedido el beso por el efecto de alcohol, estaba totalmente en mis sentidos. Repasé todo lo que había pasado en la noche, alguna señal de algo que había malinterpretado... pero... nada. Ahora estaba confusa. ¿Se había molestado por pedirle que me besara? Si él había dicho que... Su voz me interrumpió.