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Capítulo 4. Una cortesía

Charlotte Murphy

—Aquí tienes, querida.

—Gracias, Alexandra.

Agradecí con una sonrisa a la persona que atendía la oficina de Información. Tenía listo en mis manos las canciones que nos acompañarían durante los próximo cuatro meses de clases. Al salir, una pequeña ráfaga de aire cargado de un perfume muy familiar, llenaron mis fosas nasales. Me detuve con mis libros en la mano, y fijé en algún punto bajo mi mirada. Arrugué mi entrecejo y las imágenes de esa noche, llenaron mi mente. Su sonrisa, la forma en cómo me observaba. Había compartido conmigo su pasión por tocar el piano y estaba impresionado con la última canción que había cerrado esa noche. Ojos grises aparecieron...

Cerré los ojos e intenté borrar esas imágenes y me encaminé a mi aula. No parecía una persona invidente por cómo me deslizaba en el trayecto. Entré al aula y comencé a dar la clase con mi sonrisa en mi rostro.

La aventura había comenzado.

***

—¿Qué te parece este departamento? Esta cerca de la escuela, tiene tres cuartos, podría tomar uno tú, uno yo y el otro ponemos el piano. Podría usarlo como un salón de música. ¿Te gusta?

La voz emocionada de Lizzy me lo contagió mientras probaba la pasta. Tomé un sorbo de mi copa de vino y limpié mis labios. Estábamos en el PALIDASE, un restaurante a un lado del muelle. Tenían el mejor vino de la ciudad. El salmón, y la pasta eran mis favoritas.

—Tengo algo que contarte.

Sentí como puso sus codos sobre la mesa.

—Dime...

—¿Recuerdas al hombre de la cena cuando... bueno, esa noche antes de regresar a casa? ¿Hace cinco años?

—¿El de los ojos grises?

—Si.

—Si, recuerdo. ¿Qué pasa con él?

—Al salir de información por mis libros de canciones, olí su perfume.

No dijo nada. Solo estaba el barullo de platos, conversaciones a nuestro alrededor.

—Pero... ¿Su perfume?

—Si...—tomé de nuevo la copa y di otro sorbo. Sé que tendría su rostro cargado de incertidumbre.

—Bueno, ¿Y qué pasó? ¿Era él?

—No lo sé. Solo seguí a mi aula. Creí que estaba ahí de pie observándome. Era algo extraño... su imagen inundó mi cabeza. Como una película recordándome la noche que fue la última vez que lo había visto.

—¿Te tortura no?

—Basta. Esa noche, había terminado con Austin. Nunca... nunca pensé que...

Sentí su apretón por encima de mi mano.

—Calma, Charlotte. Debe de creer que estás muerta. Ya no eres Charlotte Murphy, eres Charlotte Dankworth. Y punto. Esa Charlotte... es tu pasado. No lo traigas al presente, te va a deprimir.

Asentí nostálgica.

«Si no te hubiese puesto Charlotte, te hubieras llamado Elizabeth Dankworth, hija. Elizabeth por tu bisabuela y Dankworth por el apellido de la familia de tu padre, que Dios lo tenga en su gloria, suena muy de famosa. Úsalo como tu nombre profesional cuando seas una famosa concertista de piano...»

Las palabras de mi madre resonaron en algún punto interno de mi cabeza, después de lo de hace cinco años, había decidido usar solamente el apellido de la familia de mi padre, Dankworth para dejar de existir como Murphy y evitar que Austin me encontrara.

—No tengo clases más tarde. ¿Quieres ir de compras? o algo?

—No, tengo algo en mente. ¿Quieres ir al cine? Podemos hacerlo como siempre. Te describo mientras tus escuchas...

Sonreí.

—Vale, pero que no sea de acción, porque no sabes contarlo bien.

La risa de Lizzy inundó el restaurante.

—Eres única Charlotte. Esa vez de aquella película...bueno, si realmente la conté fatal.

El perfume de la mañana había regresado de nuevo a mí. Cerré los ojos mientras Lizzy contaba algo de su trabajo, reía y sin duda me la imaginaba moviendo las manos en el aire mientras relataba el suceso…y hubiese prestado atención, pero el perfume me arrastró lejos de ahí.

—Buenas tardes, señoritas.

Abrí los ojos de golpe, sin darme cuenta apreté el tenedor que estaba sumergido en mi pasta. Tragué saliva incómoda, sorprendida. ¿Era él? ¿Era Aiden Baker?

—Buenas tardes, ¿sí? —intenté reponerme rápidamente.

Lizzy se quedó en silencio.

—La cena va por cortesía de la casa. —esa voz, tiene que ser él, ¿Estarás soñando, Charlotte?

Algo en mi salió a la superficie. Era un sentimiento como si sus palabras fuesen cuchillos cargados de algo...

—No gracias.

Contesté inmediatamente.

—Amiga...—murmuró Lizzy, como si la estuviera cagando totalmente. Pero no era eso, simplemente podía pagar cualquier cosa, hasta la cena en uno de los mejores restaurantes de New York, cosa que no era siempre, podría ser una vez a la semana darme el lujo. Tenía mi propio dinero de años atrás, y el dinero de mis padres. Si era maestra, era porque es mi decisión, no por que ocupara dinero. Para mi enseñar piano, era una luz en toda esta oscuridad en la que había estado viviendo hace cinco años.

Estoy a punto de preguntar si es Aiden Baker, pero me veré avergonzada si no es así, ¿Será que he olvidado su voz?

—Seguramente creerá que porque soy una persona invidente, debe de hacer este tipo de «Cortesías» pero no es necesario. Puedo pagar una cena. Pero no estoy interesada en una cena...

—Pero...—de nuevo el olor del perfume golpeó mi nariz.

—Pero nada. Gracias. —En el mundo debe de haber muchos de ese olor de perfume, Charlotte, deja de buscar a Aiden, puede que ya haya hecho su vida, ¿Cómo un empresario millonario se fijaría en una maestra? En aquel tiempo tenía solo veintiún años, solo era una joven intentando sobrevivir sola, él tenía treinta, en la actualidad ya tendría una vida familiar, deja de soñar, Charlotte.

Seguimos comiendo y se retiró murmurando algo que no entendí.

—Charlotte, eso fue descortés.

—No escuché lo descortés, Lizzy. Solo agradecí y dije que no ocupábamos ninguna cortesía.

***

Una hora después de una rica comida, llegó el mesero a nuestra mesa.

—Aquí tienes mi tarjeta.

—Señorita...la cena ha sido pagada.

—¿Qué? —dijimos al mismo tiempo, Lizzy y yo.

—El propietario a pagado la comida. Y aquí les envía una canasta con nuestros mejores productos.

—Charlotte…—dijo Lizzy cuando me vio las intenciones de levantarme.

—Nada de Charlotte, déjame. —me volví a medio perfil hacia el mesero—¿Podrías guiarme hacia donde se encuentre el propietario? Quisiera darle las gracias por tal... «Cortesía»

Los dientes rechinaron al pronunciar la última palabra.

—Si, claro.

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