Aiden Baker
— ¿Por qué sigues obsesionado con eso? Han pasado cinco años desde que has regresado de Londres, no me molesta que toques el tema de ella cada cuando puedes, que es casi a diario que nos vemos o hablamos por teléfono, ella desapareció, tienes que aprender a aceptar que la mujer puede que ya esté a lado de un hombre ingles en algún rincón de Inglaterra ya con hijos y todo. Si, una ama de casa inglesa. Quizás y no era el destino de ustedes el estar juntos...Aiden, tienes que ir a un psicólogo para hablar de ello y superarla...—Las palabras de mi hermano Andrew inundó el espacio en mi auto. Me volví a él lentamente, mientras mis dedos apretaban el volante haciendo que mis nudillos se pusieran pálidos. Cada vez que yo tocaba el tema de la concertista rodaba los ojos en blanco.
Y eso me irritaba mucho.
—Cállate. —Susurré en voz baja, lancé una mirada a mi espalda, estaba mi pequeña y adorada sobrina de siete años, Ava Baker. Hija de mi hermano mayor Andrew.
—Detente aquí. —me ordenó Andrew. —Vamos hija... ¿Lista para tu primer día en el conservatorio de música? —Andrew radiaba felicidad, Ava Baker había desarrollado un don desde pequeña, tocar con agilidad el piano. Y Andrew la había inscrito en uno de los mejores conservatorios de música de New York. No podía soportar la sonrisa de estúpido que adornaba su rostro, ahora era mi turno poner mis ojos en blanco y soltar un gruñido de irritación.
Hace cuatro años había perdido a su esposa. Y como todo un Baker, se había dedicado en cuerpo y alma a su pequeña Ava.
—¿Necesitas ayuda? —pregunté mientras mi hermano ayudaba a su hija con su mochila y este cargaba una bolsa extra.
—No, gracias. A la una recogeré el auto del taller, gracias por traernos. ¿Comemos juntos?
Afirmé.
—¿Nos vemos en el restaurante de comida italiana por la avenida principal? —propongo, Andrew puso sus ojos en blanco.
—Estoy harto de la comida italiana, ¿Qué te parece el sushi donde festejamos mi cumpleaños el año pasado? —torcí mis labios, luego solté un suspiro rindiéndome. Afirmé y él sonrió triunfante.
Cerró la puerta de mi Mustang y los vi dirigirse a la entrada principal. Había demasiada gente y el conservatorio pintaba demasiado bien. Arboles a su alrededor como si fuesen un escudo protector.
Sonreí a mi pensamiento.
Retomo el tema anterior para mí mismo:
Charlotte. La concertista inglesa.
No era obsesión como lo dice mi hermano ni necesito un psicólogo. Simplemente estaba buscando a la mujer que me había dejado plantado en el aeropuerto con el corazón roto. Recuerdo perfectamente que había despachado a mi acompañante la noche que la había escuchado por primera y todo para poder acercarme a la mujer del piano. Su rostro, aún lo tengo grabado en mi mente. Sus largas pestañas, sus ojos marrones y sus dedos largos, pálidos y firmes. Su baja estatura y delgada, delicada y con esa belleza natural. Así la había descrito a mi madre, quien se había entusiasmado con ella es noche que le había llamado y más cuando le dije que su madre era una concertista muy famosa en los años 70’ y después… no apareció y nadie sabe de ella hasta la fecha. La mandé a buscar, pero nadie encontró nada, solo el último rastro de ella esa misma noche que la vi por última ocasión subiendo a un taxi, habíamos ido a cenar comida italiana, había estado entusiasmada por la oferta de trabajo.
Charlotte tenía veintiún años, estaba trabajando de mensajera en bicicleta por toda la ciudad y de vez en cuando tocaba en eventos importantes. Había alargado mi estancia en esa ciudad dos días más, habíamos desayunado antes de que entrara a trabajar, luego por la noche, habíamos hablado de música y la pasión que se desbordaba en ella, como sus ojos marrones brillaban el solo hablar de ese tema. Recuerdo haber caminado a su lado mientras iba a tomar el taxi próximo para ir a su departamento (negándose rotundamente a ir a dejarla) podía ver la emoción sincera en su rostro, no era la mujer que se le mojaba las bragas por un rostro atractivo o una cuenta bancaria, ella simplemente veía ese hombre simple y sencillo que era yo. La vi alejarse, agitando su mano emocionada por la ventanilla. Al día siguiente a primera hora del día, esperaba como un tonto al pie de la escalera de mi avión privado, miraba constante mi reloj, los nervios en mi estómago por volverla a ver eran desorbitantes, entonces había descubierto algo por mí mismo:Estaba flechado. Aquella afirmación me había calado en los huesos, no podía creer que aquella pequeña mujer con una sonrisa sincera me había llegado de alguna manera sin verlo venir, recuerdo que llamé y llamé a su móvil y nada, simplemente se había evaporado en la nada. Ni mis millones pudieron servir para encontrarla en estos cinco años.
…cerré los ojos y es el último recuerdo de ella.
Estoy a punto de avanzar cuando una camioneta negra cruza por enfrente de mí, sin hacer alto o alguna señal. Me frustro y después ardo en impotencia.
—¡Es una escuela, maldita sea! —Grité por mi ventanilla, pero solo la rubia se disculpó con un «Lo siento» y agitó su mano en el aire. Estoy a punto de bajar, pero me quedo esperando a que salga para decirle unas cuantas cosas, es una zona escolar, ¡Por Dios!
Una mujer castaña ha bajado del asiento del copiloto, espera hasta que la rubia rodee el auto, luego esta se dirige a ella, la agarra del brazo y caminan hacia la entrada principal. La garganta se me ha secó en segundos y arrugué el entrecejo. Había tenido esa obsesión por ver en cada mujer las características de Charlotte, pensando que podría estar en cualquier parte, quizás caminando por ahí y no casada con hijos y esposo en algún rincón de Inglaterra como dijo mi hermano...
—¿Pero...que...? —encaja sus características, no termino mis palabras cuando ella en un movimiento se agarra bien de su sombrero color negro que el aire amenaza con arrebatar de su lugar. Puedo ver la gran sonrisa que se expande por su rostro sonrojado mostrando unos hoyuelos familiares y cuando se gira por completo con delicadeza antes de entrar… es ahí...
Cuando mi infierno se congela.
—¿Charlotte?
Charlotte Murphy —No te preocupes, ya lo tengo. —Lizzy dijo sosteniendo mí sombrero antes de que se volara por el aire. Sonreí sin antes soltar una risa en la entrada del conservatorio. El sombrero casi sale de mi cabeza. Lizzy me orienta a llegar a mi salón de clases, tenemos diez minutos antes de que comience a dar las clases de piano. Era algo que me llenaba de emoción, felicidad y paz. Hace un año estaba de maestra, y todos estaban encantados con mis clases, inclusive tuve que dar clases de verano este año. Y eso para mí era genial. —Aquí estamos. Bueno no te diré más ya que te sabes cada espacio de la escuela, pero no te confíes y trata de usar el bastón portátil, lo acabo de meter a tu bolsa. —Gracias, Lizzy. —dije emocionada. —De nada cariño, regreso a la una para ir a almorzar. Recuerda, hay que mudarnos y tienes que elegir entre esos dos departamentos que te describí. —Lo sé. Te espero a
Aiden Baker Estacioné mi Mustang y bajé del auto. Andrew aún no salía de la escuela, así que lo usaría de pretexto para entrar en su búsqueda. Arreglé mi corbata y mi americana. Tomé aire y luego lo solté. El corazón estaba agitado y el nudo en mi estómago se expandía amenazarme con asfixiarme. «Era ella. Juro, que era ella» Tomé el picaporte de las puertas de cristal y entré. Había alumnos caminando por el pasillo, cargaban sus instrumentos mientras charlaban con otros a su paso, maestros que se estaban dando la bienvenida...y busqué. Y casi al final del gran corredor, vi a Andrew de pie a un lado de la puerta, supongo que será el aula de Ava. Caminé a paso veloz entre los alumnos y llegué a la espalda de Andrew, cuando puse mi mano en su hombro, dio un brinco en su lugar, haciendo que retroceda. —Mierda, me asústate. —fue lo único que dijo. Yo solo lo vi con una mirada extrañada. Estaba algo pálido. —¿
Charlotte Murphy —Aquí tienes, querida. —Gracias, Alexandra. Agradecí con una sonrisa a la persona que atendía la oficina de Información. Tenía listo en mis manos las canciones que nos acompañarían durante los próximo cuatro meses de clases. Al salir, una pequeña ráfaga de aire cargado de un perfume muy familiar, llenaron mis fosas nasales. Me detuve con mis libros en la mano, y fijé en algún punto bajo mi mirada. Arrugué mi entrecejo y las imágenes de esa noche, llenaron mi mente. Su sonrisa, la forma en cómo me observaba. Había compartido conmigo su pasión por tocar el piano y estaba impresionado con la última canción que había cerrado esa noche. Ojos grises aparecieron... Cerré los ojos e intenté borrar esas imágenes y me encaminé a mi aula. No parecía una persona invidente por cómo me deslizaba en el trayecto. Entré al aula y comencé a dar la clase con mi sonrisa en mi rostro. La aventura había comenzado.
Aiden BakerEstaba aún con su negativa en mi cabeza.—¿Qué tienes querido? —la voz de mi socia me saca de mis pensamientos cuando termino de cerrar la puerta detrás de mí.—Nada.Cerré los libros de contabilidad y los regresé a su lugar. Estaba irritado, frustrado y con muchas preguntas en mi cabeza.Ella es sin duda, Charlotte Murphy. ¿Pero por qué no di con ella? ¿Por qué no he dado con ella en estos cinco malditos años? ¿Acaso se está escondiendo de mí? ¿Por qué de su ceguera? ¿Por qué no sabía que estaba aquí mismo, en New York? Creo que alguien va a ser despedido.Mis manos se van a mi cabello y el paso frustrado. Para mi total sorpresa cuando las hice seguir con Charles. Y más sorpresa cuando me dijo que estaban en uno de mis restaurant
Charlotte Murphy Había llegado a casa hecha una furia. Lizzy solo me observaba despotricar como nunca lo había hecho a mis veintiséis años. Ella intento calmarme pero era imposible. —No entiendo por qué te pones así. Solo ofrecía una cena de cortesía, Charlotte. —Lo sé, te pido una disculpa. Sabes que desde el accidente... no soy la misma. Claro que no era la misma. Aparte de no ver, podía ver con mi alma. Sentir a las personas, y oler sus intenciones. ¿Qué era lo que quería con esa cena de cortesía? No lo sé, y no lo iba averiguar. Había pasado una semana desde esa tarde. Lizzy había averiguado quien era, y para mi sorpresa, era el mismo hombre de esa noche. No eran dos, sino solo uno. Y todas mis confusiones y dudas se habían aclarado por completo. Entonces, la pregunta es... —¿Y tú que sentiste cuando pasó lo de la «cena de cortesía»? Sentí como Michael, «mi psicólogo desde que me mudé a New Y
Aiden BakerY era como mi propio imán. Atrayéndome sin más.—Respira... Charlotte.Cerró los ojos y se mordió el labio. Recuerdo esa noche cuando había despachado a mi acompañante, picaba demasiado la curiosidad por saber más de la concertista que estaba tocando el piano apasionadamente. Estaba sorprendido por mi actitud con la rubia de mi lado. ¿Quien no quisiera follar con una rubia despampanante? Pero esa noche, ella me había atraído estúpidamente. Tenía una blusa de seda en color blanco y un pantalón negro de vestir que se ajustaba a su silueta como una segunda piel. Sus ondas rubias y perfectas caían sobre sus hombros, pero sin darme cuenta me había hechizado por completo al verla sonreír al lado de otra rubia. Daba un sorbo a mi bebida cuando levantó su mirada y cruzó con la mía. Un
Charlotte Murphy —Lo sé, por eso...menos me alejaré de ti. Tienes de dos, soportarme o dejarme entrar. Tu elijes... Mi respiración se había alterado visiblemente ante él con esas últimas palabras. Después de un silencio, la chicharra se escuchó, segundos después el elevador se estaba moviendo, mi cuerpo se tensó. No podía pensar con claridad. Él había dicho que me había estado buscando.... —No digas más...—susurré casi en una súplica. —Charlotte...—Su voz susurrante y su cálida mano acarició mi mejilla. Delicadamente, como si tocarme más...lo fuera a quemar. Las puertas se abrieron y tentando la pared con mis manos temblorosas inmediatamente me deslicé al exterior. No entendía por qué mi corazón estaba muy agitado, es como si estuviera a punto de salir de mi pecho. —Aquí estoy. —La voz de Lizzy, me hizo tranquilizar cuando avancé a toda prisa por el lobby del edificio. —Vayámonos,
Aiden Baker Estaba indeciso en si bajar del auto y buscarla. Sentarnos a hablar, o esperar. Había adelantado todo el trabajo en mi empresa, y revisado pendientes para tener todo el fin de semana. Necesitaba hablar con ella, saber qué es lo que pasó para que estuviera así... ¿Dejaría ayudarla? Bajé la mirada a mis manos que sostenía un sobre amarilla largo, en el interior mostraba una lista de los mejores doctores que podrían revisar su caso. Pero primero lo primero, Baker. —Respira...—me dije a mi mismo. —¿Tan así te pones solo porque vas a hablar con ella? —la voz de mi hermano Andrew, me hizo girar hacia los lados para verlo, pero por sorpresa estaba al lado de mi ventanilla. Puse los ojos en blanco al ver que sonreía. —No sé de qué hablas. —gruñí. —Entra, acaba de terminar las clases, Ava ya está en el auto, iré con nuestros padres. ¿Por qué no intentas invitarla a cenar a casa de ellos y así platican