Cazadora
Cazadora
Por: M.T
Capítulo 1

—¿Acaso no hay nada mejor que ese club en todo el pueblo?—se quejó Tessa de que su amiga le repitiera el mismo plan para cada fin de semana. 

Se trataba del club de la media noche, el único bar en kilómetros a la redonda donde los jóvenes podían tomar todo tipo de cervezas artesanales sin tener que sufrir los estragos del alcohol, pero que de igual forma te hacía sentir animado y un poco alocado. 

Era la única forma en que chicos entre quince y diecisiete años pudieran beber y divertirse sin qué la policía los molestara, pero Tessa estaba aburrida de ir siempre a ese lugar. Al principio había sido divertido, sobre todo por la adrenalina, se sentía de estar rodeado por los chicos más lindos de la escuela y que ellos por primera vez te prestarán atención, porque no estaban del todo en sus cinco sentidos, pero después de dos años, esa sensación había caído en la monotonía y para ella ya no tenía chiste alguno ir si todos los chicos eran los de su propia clase o incluso más jóvenes qué ella. 

Era su último año de preparatoria, por lo que también era su último año en ese odioso pueblo entre el bosque y las montañas, así que no quería seguir fingiendo qué estaba alcoholizada para poder coquetear con alguien, ella quería hacer algo más divertido, algo más excitante. 

—Acaban de meter la nueva cerveza sabor calabaza—justificaba su amiga Magie— sabes que solo estará disponible este mes. ¡Anda, vamos Tessy! 

—No, creo que por esta ocasión pasó. Prefiero ocupar mi tiempo en otra cosa más productiva— respondió Tessa rompiendo por primera vez con la rutina qué muchas veces había querido romper antes, solo que Magie solía presionar mucho para qué la acompañará, poniendo excusas tontas como qué comenzaría a salir con un nuevo chico y no quería que él se aprovechará de ella mientras tomaban.

—¡Vamos!—insistió Magie— no quiero ir sola. 

—Pídele a tu novio que te acompañe—le sugirió—¿Si no para qué lo tienes? ¿De adorno? 

Ambas soltaron una carcajada, pero en ese momento, un rayo seguido de un trueno irrumpió la llamada. Grave Hills, era un pueblito en las montañas, así que conseguir una buena recepción telefónica en el móvil era casi imposible, por lo que la comunidad de ese sitio seguía comunicándose gracias a líneas telefónicas fijas, algo de lo que posiblemente nunca podrían deshacerse gracias a la ubicación del pueblo. Solo que el único inconveniente, qué siempre era como una patada en el culo, eran las tormentas. 

Cada temporada de lluvias era casi imposible comunicarse por teléfono, sobre todo si un rayo caía cerca de algún poste de instalación, los cuales estaban situados en el interior del bosque. 

Tessa había dejado de escuchar a su amiga Magie gracias a que un jodido rayo había caído cerca del poste de instalación, qué la mantenía conectada con la cordura. 

—¡Genial! —se quejó Tessa colgando el auricular muerto. Se levantó de la cama y enseguida fue a la ventana. 

Su casa era una bonita y rústica cabaña de dos pisos con un pórtico amplio en el que incluso cabía un columpio donde su padre la había arrugado siendo tan solo una bebé, por supuesto, antes de que su madre los abandonará por un motociclista y su padre volviera de la guerra de Irak hecho m****a.

Se asomó y enseguida se percató qué algunas gotas de lluvia habían empezado a empapar el vidrio de su ventana, todo indicaba qué lloverá toda la noche, así que debía hacer algo para arreglar la línea telefónica antes de que la lluvia se convirtiera en algo peor, así que tomó su impermeable y sus botas, se las acomodó y antes de salir se dignó a mirarse al espejo. 

Tenía el cabello corto y un mechón blanco qué peinaba hacia su lado izquierdo, una muestra de rebeldía suya qué había hecho al cumplir los dieciséis, puesto que estaba de moda hacerse un tatuaje, solo que Tessa aún no se había sentido del todo lista para permitir qué un chico con una reputación dudosa le insertará una aguja en la piel en un sitio qué olía a los mil rayos, solo para demostrar que ella era igual que los demás, un borrego qué seguía modas estúpidas e inmaduras. 

Sus ojos eran como los de su padre, de color verde, y la fisonomía de su rostro era idéntica a la de su padre, o al menos eso era lo que decía la gente, puesto que ella nunca había entendido como funcionaba eso de los genes y como es que la gente lograba encontrar el parecido.

Era delgada, aunque no muy bien dotada de los pechos, aunque tampoco de los muslos, Tessa rondaba en el rango de lo normal, pero los chicos de su pueblo siempre gustaban más de las chicas que mostraban más de lo debido y flirteaban como si ese fuese un deporte nacional y existiera algún tipo de olimpiadas par saber quién era la chica más estúpida para conseguir una medalla. 

Cuando se ató el cabello en una cola de caballo para asegurarse de que no sé mojaría, se puso el gorro y se dignó a bajar a la primera planta, solo que al llegar a la puerta principal, se percató de que la lluvia había incrementado su densidad en cuestión de segundos, pero a pesar de las inclemencias del clima Tessa no podía simplemente rendirse ya qué no quería pasar el resto de la noche en completa soledad. 

—¿Adónde vas?—escucho la voz de su padre mientras salía por la puerta, él llevaba puesto un impermeable negro y llevaba consigo una maleta qué en realidad tenía todas sus herramientas de trabajo. 

Michael Jones, trabajaba como técnico en la compañía telefónica del pueblo, la única encargada de comunicar a la comunidad y a pesar de que el trabajo no era tan remunerado, alcanzaba para pagar las cuentas de cada mes, además de que gracias a ese empleo, ellos disponían del servicio gratuito. 

—Se cayó la señal—le anuncio Tessa, pero tuvo que gritarlo, puesto que la lluvia se había intensificado y los truenos de las nubes al chocar eran más intensos.

—¿No puedes esperar?—cuestiono su padre viendo que el clima no era precisamente el mejor para darle solución a los problemas de su adolescente rebelde. 

—No—le gritó Tessa y entonces comenzó a caminar en dirección hacia el poste donde estaba conectada su conexión telefónica, la cual su padre le había enseñado a reparar en caso de que él no estuviera en casa, lo cual era muy habitual. 

Tessa retomo su camino, ya qué ambos no tenían precisamente la mejor relación, y es que Michael Jones no había sido el mismo desde que había regresado de Irak diez años atrás, cuando Tessa había tenido qué pasar todo un mes en servicios infantiles debido al abandono de su madre. 

Michael se había encargado de educar a su hija desde ese entonces, pero mientras crecía, Tessa se había dado cuenta de que su padre ya no era exactamente una persona normal. Tenía muchas regresiones, olvidaba donde estaba e incluso había llegado a gritarle creyendo qué sé trataba de un soldado qué, desgraciadamente, había muerto en combate. 

Era cosa de no creerse, pero Tessa había tenido qué aprender a sobrellevar lo que le ocurría a su padre. Había asistido a terapia muchos años, pero nada de eso le había servido, nada, hasta que consiguió ese empleo qué lo mantenía siempre ocupado y fuera de casa, era la única forma en como Tessa podía seguir en su casa sin perder la cabeza junto a su padre y él había aprendido a mantenerse lejos para no molestar a su hija. 

—¡Espera!—la llamó su padre y cuando volvió para verlo, él ya estaba a su lado, le entregó la maleta y comenzó a internarse en el bosque. 

—¿A dónde vas? —le preguntó Tessa algo desconcertada, no era común que su padre le hiciera ese tipo de favores. 

—Calienta la cena, vuelvo en quince—anunció mientras se alejaba a zancadas de su propiedad, así que Tessa lo vio irse durante algunos segundos y luego, con la maleta en sus brazos, volvió al interior.

Se quitó el impermeable y tal y como se lo había pedido su padre, comenzó a calentar la cena, la cual consistía en unos rollos primavera congelados qué habían comprado la última vez que habían bajado al pueblo al supermercado. 

Calentó un poco de arroz blanco y corto algunas hogazas de pan, cosa en la que sé demoró más de veinte minutos, cosa que la desconcertó, puesto que su padre aún no volvía de arreglar la conexión y por supuesto al tomar el auricular del teléfono de la cocina, este aún estaba inservible.

Creyendo qué sé trataba de algo bastante complicado, Tessa comenzó a comer viendo el lugar vacío de su padre frente a ella, mientras el calor de la comida se iba gracias a lo mucho que estaba demorando. 

Cuando volvió a ver el reloj en la pared se dio cuenta de que ya habían pasado más de cuarenta minutos y su padre seguía sin volver, además de que la noche en ese sitio ya había caído. 

Así que, un tanto preocupada de que algo le hubiera sucedido a su padre, tomó de nuevo su impermeable y sus botas de lluvia para internarse en el bosque. 

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