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Cazador
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Por: Monica Prelooker
Cien Palabras

LIBRO 1: LA SOMBRA DEL CAZADOR

En lo más oscuro de la noche

Esperando que llegue la luz

Cuando los demonios en tu mente

Te recuerdan el daño causado.

Siempre hablando, tanto por decir

Como un fantasma que acosa desde la tumba

Y el cielo parece tan lejano.

—Daughtry, Changes Are Coming.

* * *

Cien Palabras

Todos conocemos a Brandon Price. Sabemos que es innovador y temerario. Carismático, arrogante, seductor, y la larga lista de adjetivos que críticos y admiradores de todo el mundo compiten por endilgarle.

Para mí, Brandon Price es el hombre que enfrentó sus miedos más profundos, que toleró un dolor indescriptible, sólo por ayudarme.

Porque no necesitaba venir. Seamos realistas: hay cien lugares mejores para un final de temporada. ¿Los que me vienen a la cabeza? Waverly Hills, Trans Allegheny, Brushy Mountain State Pen. Todos ofrecen material para una temporada entera, y un final de temporada por todo lo alto.

Pero él regresó a Casa Blotter. Y lo hizo sólo para ayudarnos, a mí y a la entidad que había estado a punto de matarlo pocos años atrás.

Háblame de valor. Háblame de generosidad.

Por eso ésta es, en realidad, la historia de cómo llegué a conocer al hombre más valiente del mundo.

Y cómo me ena

No, eso no va. Tengo que ajustarme a la consigna y hacer lo que me pidieron: cien palabras para usarlas de narración de un montaje sorpresa post-créditos. Lo demás quedará para mi diario.

¿Cuántas voy ya? ¿150? Estoy frita. Mejor empiezo de nuevo.

* * *

Una Mala, Una Buena

A veces las cosas ocurren antes que puedas darte cuenta, y yo soy la viva prueba.

En junio del 2023 tenía veinticinco años, vivía en Boston, hacía seis meses que trabajaba de mesera doce horas por día, y apenas si me alcanzaba para comer y compartir un departamentito minúsculo con dos amigas. A fines de ese mes, las matemáticas inexorables señalaban que si no encontraba pronto un verdadero empleo, mis escasos ahorros se acabarían antes del final del verano.

Fue entonces que el encargado de la cafetería puso su mejor cara de circunstancia y dijo que ya no me necesitaban. ¡Fantástico! ¿Y ahora qué?

Deambulaba por el paseo costero, intentando aclarar mis ideas y buscar una solución, cuando sonó mi teléfono. ¿Número privado? Excelente oportunidad para desahogarme con el vendedor que tuviera la pésima idea de llamarme en semejante momento.

—¿Señorita Francesca Garner? —preguntó una mujer muy seria y formal—. Mi nombre es Ronda Jones y la llamo de la firma de abogados Jenkins & Crown.

¿Y ahora en qué lío me había metido?

—Ella habla —respondí con cautela.

—El doctor Jenkins tiene un documento para usted. ¿Cuándo podría acercarse a nuestras oficinas?

¿De qué diablos hablaba? ¿Qué podía tener para mí uno de esos abogados cogotudos? Bien, no que tuviera la agenda precisamente ocupada.

—Dígame dónde y cuándo y allí estaré.

Veinte minutos después entraba con mi ropa de segunda mano en uno de los edificios de oficinas más exclusivos de la ciudad. El estudio de abogados ocupaba un piso entero. La recepcionista, que más parecía modelo de revista de moda, me pidió una identificación para confirmar que era yo y rodeó el mostrador de entradas con una sonrisa de bienvenida.

—Por aquí, por favor.

Me llevó a una sobria sala de reuniones con ventanas a la calle y una mesa oval con una docena de sillas alrededor.

—Tome asiento, señorita Garner. El doctor Jenkins estará con usted en un momento. ¿Puedo ofrecerle algo de tomar?

—No, gracias —murmuré, confundida por sus modales obsequiosos. Estaba acostumbrada a servir a gente como ella, no viceversa.

Saltaba a la vista que permanecería firme junto a la puerta abierta hasta que me sentara, así que aparté una silla a un par de lugares de la cabecera. La mujer asintió con otra sonrisa de catálogo de prótesis dentales y se fue, cerrando la puerta tras ella.

Desvié la vista hacia las ventanas con un suspiro. Mejor que me armara de paciencia. Seguramente el abogadote se tomaría un par de horas antes de dignarse a atenderme.

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