Hallé a los Collins en la cocina, hablando en susurros mientras Mike trataba de tomar un té sin que el temblor de sus manos se lo volcara en la camisa. Valeriana, sin duda. Yo necesitaba tres litros.—Váyanse a casa —les dije, tan superada por la situación que sonaba amable—. Tómense el resto del día.Susan me enfrentó como si yo fuera un asesino serial bañado en la sangre de su madre. —¡Les habla! —chilló—. ¡Habla con los espíritus!Su acusación me desconcertó. —Pues sí. Cuesta ignorarlos, siendo tantos.—¡Es maligna como ellos!Una silla a mis espaldas cayó con el respaldo contra el suelo. Ni siquiera miré.—No son malignos, Susan. Ya vete a casa, por favor.Mike agarró a su esposa de la mano y se la llevó casi a rastras. La puerta trasera se cerró de un golpe tras ellos.—Gracias —murmuré, volviendo a tomar las llaves de mi auto—. Iré a almorzar al pueblo. Me hará bien salir un rato.La única mesera de la cafetería era una señora muy agradable que me recibió con una gran sonrisa y
Los golpes volvieron a durar toda la noche, de modo que Lizzie me acompañó hasta mi dormitorio y prometió quedarse hasta el amanecer, para ayudarme a sentirme más segura. Edward permanecía en el sótano vigilando a la sombra, y su último reporte era que permanecía en su rincón, golpeando las tablas y gruñendo, pero no parecía tener energía para seguir haciéndolo mucho más.—Tal vez mi miedo la alimenta —comenté acostándome.—Es posible —terció Lizzie.Otra razón para enfrentarla, aunque ignoraba por qué estaba tan segura que eso me ayudaría a comprender mejor la situación y resolverla.—Necesitamos un médium o algo así —murmuré teléfono en mano.Por supuesto que Trisha aún no se iba a dormir. Se asustó cuando le conté lo que me estaba pasando (omitiendo a los Blotter, claro) y se ofreció a ayudarme a encontrar alguien que al menos pudiera aconsejarme. Ella opinaba que lo que necesitaba era un médium que pudiera ver y escuchar a las entidades. Antes de despedirnos, prometió mantenerme a
Me apresuré a cerrar la puerta del sótano con llave. Seguía mareada, de modo que saqué una soda del refri y tomé un largo trago, sintiendo que necesitaba azúcar.—¿Estás bien? —preguntó la tablet.—Sí, sí, sólo preciso un momento —murmuré—. Y un té.—Valeriana —dijo el teléfono.—Buena idea.Cinco minutos después traje mi tazón a la mesa, con el teléfono offline a un lado, y al otro la tablet con las dos apps abiertas. Nos demoramos allí hasta la hora de la cena, hablando de lo que acababa de pasar allá abajo. Tipear aún les demandaba mucho tiempo y energía, de modo que Edward y Lizzie se turnaban con el TTS, Joseph utilizaba la app para hablar y Ann mi teléfono.Lo que Edward observara en esos breves minutos me dejó boquiabierta.Ante todo, ahora que había visto a la sombra más de cerca, coincidía en que no era un demonio del infierno. Para sus ojos sobrenaturales, tenía forma animal y se movía en cuatro patas, como un oso pardo, más o menos del mismo tamaño. Habíamos confirmado que
Fue otra noche insomne, buscando en vano información confiable sobre hechizos y esas cosas. Me di por vencida una hora antes del amanecer y le dejé una nota a Susan en el refri, para que no subiera al segundo piso hasta que yo bajara. Huelga decir que lo primero que hizo esa mañana fue subir a limpiar el dormitorio principal, contiguo al mío. Y como quería aspirar las alfombras, llamó a Mike para que la ayudara a correr todos los muebles.Así que apenas había dormido dos horas cuando me despertaron unos ruidos como si una cuadrilla de demoliciones estuviera trabajando al lado de mi cama. Agotada, todavía sacudida por lo que pasara en el sótano, la voz de Susan bastó para hacerme saltar de la cama, poseída por una furia homicida que hasta entonces ignorara que era capaz de sentir.Fui al dormitorio principal como estaba, en pijamas, descalza, el pelo revuelto, y desenchufé la aspiradora de un tirón. Susan se volvió hacia mí sorprendida.—¿No viste la not
Durante el almuerzo, Amy bombardeó a los Blotter con preguntas sobre el plano o dimensión en el que se movían, y cómo percibían el mundo de los vivos. Con dos TTS y dos apps para hablar, la conversación fluía mejor que nunca. La dejé platicando con los Blotter en la mesa mientras limpiaba la cocina. Estaba terminando cuando oímos un golpe en el sótano. Amy me enfrentó con mirada aprensiva.—Es la sombra —asentí—. Seguramente te percibió. Le hablé de ti, y apuesto que está impaciente.—¿Le hablaste? ¿Es consciente? —exclamó.—Consciente e inteligente —respondió Edward.—Dame un momento que preciso un par de cosas —dijo, yendo a toda prisa al salón oriental por su bolso.Abrí la puerta del sótano y me asomé a la escalera. —¡Ya bajamos, Kujo!Amy volvió con una vela blanca gruesa como un cirio, un rosario vistoso y una botellita con una cruz dorada que me hizo fruncir el ceño.—No precisas nada de eso, Amy. Kujo prometió portars
Apreté el paso, dejando atrás a Amy, y llegué al trote al fin del sendero. Una camioneta negra último modelo se había detenido detrás del auto de la médium con el motor en marcha, y Mike se acercaba hacia el hombre que se apeaba del asiento del acompañante. Sólo alcancé a ver que era alto, vestido todo de negro con ropa suelta. Salí del bosque al jardín y agité una mano en alto.—¡Está bien, Mike! ¡Aquí estoy!Mike se detuvo pero permaneció allí, como para cerciorarse que yo no corría peligro. Brandon Price miró hacia atrás y giró para rodear la camioneta hacia mí. Me disponía a ir a su encuentro cuando Amy salió del bosque y me sujetó el brazo, deteniéndome.—No te acerques, Fran. Este hombre trae al menos media docena de parásitos pegados —me ad
Cuando Amy se fue, la mansión pareció demasiado grande y vacía. Adoraba vivir con los Blotter, pero sólo ahora me daba cuenta que había echado en falta un poco de simple compañía humana. Sobre todo alguien como Amy, ante quien no precisaba ocultar cómo era mi vida realmente. Ese día salí a correr más tiempo de lo que solía y pasé varias horas tocando la guitarra, no en el salón oriental sino en mi dormitorio. Los Blotter respetaron mi necesidad de soledad y no dieron señales de su presencia, salvo los ruiditos habituales.Al día siguiente, un vistazo al calendario bastó para entender por qué me sentía tan triste y sola. Faltaba muy poco para el aniversario de la muerte de mamá, pero nunca se había tratado sólo de esa fecha. Después de luchar durante años con el cáncer que seguía regresando, mam&aa
—¡Lo encontré! ¡El pendiente y el nombre fueron suficientes!Me froté los ojos, tratando en vano de alzar la cabeza de la almohada. Amy sonaba demasiado animada para mi cerebro todavía dormido.—¿Encontraste el ritual?—¿Te desperté? ¡Oh, Fran, discúlpame!—No hay problema. ¿Puedo llamarte en diez minutos?—Sí, sí, por supuesto.Eran las ocho y media de una mañana gris y fría. Me arrojé de la cama, me arrastré hasta mis mallas de invierno y un sweater gordo de cuello alto que me caía hasta las rodillas, me recogí el cabello. Listo, ya estaba preparada para volver a la cama. En cambio, arrastré los pies escaleras abajo hasta la cocina.Susan y Mike aún no llegaban, así que pude preparar el desayuno disfrutando la quietud de la mansión. Antes de cocina