Una mala jugada

El hecho de saber que Abel estaba en la villa, llena de emoción y ansiedad a Marla.

—¿Quieres verlo? —preguntó Marcella, con toda la carga de complicidad que había en aquellas palabras.

—¡Nada me gustaría más, mamá! Pero… no sé si desee verme.

—Marla no puedes saber algo, si no lo haces. Yo vi como te miraba. Él siente lo mismo por ti, hija —Marla sintió una inmensa emoción y motivación al oír a su madre.

—Entonces, iré a verlo, madre —besó una a una las mejillas de Marcella—.

—Sí quieres puedo ir contigo, le diremos a mi madre que me llevarás a dar un paseo por la villa. ¿Te parece?

—Eres increíble, mamá. —abrazó a su madre con fuerza— Ya estaba pensando en una excusa creíble para la nonna. ,¡Vaya que no se le puede mentir tan fácil!

—Si lo sabré yo, hija… —Marla sonrió, jamás pensó que su madre la secundaria en una locura como esa.

—Deja arreglarme un poco y salimos. —comentó la coqueta madre.

—Y luego me preguntas por qué soy así.

Minutos después, madre e hija camin
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