—Dr Bellucci —Marla sonrió— ¡Ella es mi madre! —exclamó tomando la mano de Marcella. —Hola, Marcella. ¿Cómo has estado? —Marla se sorprendió al ver que su médico conocía a su madre. —¡Piero! —contestó ella; en el rostro de Marcella se podía notar la emoción que le provocaba aquel reencuentro, luego de tantos años sin ver a su primer amor. —¿O sea, ustedes se conocen? —preguntó Marla. —¡Sí, hija! Piero es el esposo de mi prima Angeline. —se apresuró a responder Marcella para ponerle un punto final a aquella incómoda pregunta, luego se hizo a un lado al ver que Piero se aproximaba a donde estaba ella. —Sí, así es —agregó él, se acercó a Marla y mientras se colocaba el estetoscopio para revisarla, le preguntó:— ¿Cómo te has sentido? —Bastante mejor, aunque sigo preocupada por lo que ya conversamos. —la ambigüedad en aquel mensaje, le hizo presumir al médico que Marcella no tenía conocimiento de lo que estaba pasando. —Lo importante ahora es que tú y el bebé estén bien. —¡Sí, realm
Marcella regresó a la habitación donde estaba su hija. Se sentía triste y muy cansada de todo lo que había sido su vida desde el momento que decidió sacrificarse por sus padres y su prima Angeline y no luchar por su amor. —¡Vi como te veía, el doctor! —bromeó Marla.—Ya deja de decir tonteces. A Piero lo conozco desde hace más de veintiséis años, a él y a mí, sólo nos une el pasado. —Nunca lo mencionaste. Me parece que realmente es muy guapo.—Es el esposo de mi prima Angeline. No tenía por qué verlo de otra manera.—¡Humm! No sé, pero me pareció verte nerviosa cuando llegó. Y bueno, no te molestes, la verdad me cae muy bien. —Iré a descansar un poco, antes de irme a la villa. ¿Tu marido regresa esta noche? —Sí, eso dijo. Pero quédate y mañana temprano te vuelves con los nonnos. No quiero estar sola cuando él regrese. A pesar de que me trata bien desde que supo del embarazo, no quiero estar cerca de él, madre.—Está bien. Igual iré a darme un baño y descansaré un poco, tam
Con ayuda de Salvatore, Abel logró subir al auto a su madre y llevarla hasta el hospital. Rápidamente fue ingresada a emergencia. Luego de algunos minutos el médico le informó que Serena se encontraba bajo observación, pero que estaba fuera de peligro. Abel exhaló un suspiro de alivio. Saber que su madre estaba bien, lo hacía recuperar la tranquilidad, aunque todavía, habían ciertos asuntos que debía conversar y aclarar con su madre.Estaba desconcertado con todo aquello. No era fácil para él entender que su madre fuese la amante de aquel hombre detestable y menos que su mejor amigo, estuviese enamorado de ella. Recordó entonces algunas cosas de su pasado, en las que su abuelo Alessandro le recalcó infinidad de veces que las mujeres eran como demonios, que siempre estaban tentando a los hombres y que incluso, su hija era la peor de todas. Abel siempre se resistió a esa idea, pero ahora que había presenciado aquella escena de lujuria y perversión protagonizada por su madre y aquel hom
Cuando Abel abrió los ojos, aún aletargado, sintió el cuerpo desnudo de Isabella moviéndose sinuosamente sobre su pelvis, ella gemía de placer y excitación, mientras sus pechos se bamboleaban de arriba hacia abajo al ritmo de sus caderas. Como pudo, él la tomó de la cintura con fuerza obligándola a detenerse y haciendo que la mujer se levantara de su regazo. —¿Qué haces, por favor? —preguntó aturdido por el somnífero.—¿Qué hicimos? Querrás decir, Abel. —dijo mirando directamente hacia su pelvis. Abel estaba semi desnudo. —¡No, no! Esto no puede ser, yo no… —antes de que él terminara la frase, ella lo interrumpió.—¿No pensarás decirme que fue un error lo que acaba de ocurrir entre nosotros? —Abel se incorporó rápidamente; apoyándose en el filo del escritorio, se arregló el pantalón. —Esto no debió pasar nunca ¿Qué me hiciste? —preguntó llevando su mano a su sien derecha. —¿Yo te hice? —preguntó con sarcasmo— Minutos atrás no decías eso, mucho menos mientras tenía tu polla e
El hecho de tener que viajar esa misma noche a Milán, obliga a Abel a tener que buscar la ayuda de la única persona en la que puede contar, a pesar de todo, Salvatore. Le llama para pedirle que vaya a su casa esa misma tarde. Serena aunque sigue bastante dolida, trata de levantarse y apoyar a su hijo. Aquella noticia de su pronta partida a Milán, la deja un tanto nerviosa. —¿Por qué debes irte tan apresuradamente, hijo? —El sacerdote compró los pasajes, madre. Por cierto, voy a pedirle a Salvatore que esté pendiente de ti. No quiero que estés sola en este lugar. Mandaré a cambiar las erradas antes de irme y por favor, mamá no permitas que ese hombre vuelva a acercarse a ti. —No conoces a Jerónimo, hijo. Es un hombre peligroso. —Lo sé, sé de lo que es capaz y por eso en lo que llegue a Milán gestionaré todo para que viajes a Lombardía. —Pero hijo, esta es mi casa, he vivido toda la vida en Tropea, no quiero ser una carga para ti, con lo poco que recibes no te alcanza sino
—¡Mierda! —exclamó con asombro. Aquellas imágenes de su amigo no eran las más correctas considerando el papel que él cumplía, mucho menos lo más de cincuenta comentarios y reacciones que aparecían en aquella publicación.¿Quién habría hecho eso? ¿Quién quería destruir la reputación del sacerdote? Aunque imaginaba lo que debía estar pasando dentro de la villa, no tenia más opciones que interrumpir el encuentro amoroso de su amigo, y sí la de ponerlo al tanto de lo que estaba ocurriendo. Bajó del auto y tocó la puerta angustiado. Abel tuvo que detener sus caricias e ir a ver lo que estaba pasando. Una idea vino repentinamente a su cabeza, quizás Jerónimo Caligari se había enterado que su esposa estaba con él y había ido a buscarla. Era algo que ya había pasado una primera vez. Se arregló la camisa, pasó sus manos por el cabello y salió de la habitación, mientras Marla agitada y excitada, se recomponía de aquellas caricias linguales y exquisitas que el sacerdote acababa de darle. Ju
Una vez que Abel llegó a Milán fue recibido por la junta episcopal, las imágenes en las redes ya habían sido difundidas por todo el mundo. —Padre Abel, no le tenemos muy buenas noticias. —dijo el sacerdote pidiéndole sentarse. —¿A qué se refiere monseñor Benedetti? —preguntó sin entender lo que pasaba, aunque obviamente tenía algunas sospechas.—A esto —respondió el hombre mostrando en la pantalla aérea la información de lo ocurrido. Abel bajó el rostro, no pensó que tuviera que enfrentarse a una vergüenza como esa. —Puedo explicarlo todo. —contestó y comenzó a relatar los hechos, sin obviar el más mínimo de los detalles.— Estoy dispuesto a aceptar las consecuencias de mis actos, quedo sujeto a sus órdenes, monseñor.—Realmente y durante más de siete años vimos en usted, una conducta recta y moralmente intachable. Nos deja sorprendido que al final de su carrera se vea involucrado en algo como esto. Sabemos quien es usted y es por ello, que el episcopado asumirá su defensa ante
—¿Cómo dices? —preguntó con el rostro pálido. Marcella sintió un nudo en la garganta.—¿Qué pasa, hija? Dime —Marla se levantó como autómata y dejó caer el móvil en el suelo. —Es Karla, mamá. ¡Karla está muerta! —dijo y rompió en llanto. Marcella se levantó y abrazó a su hija.— ¡No, mamá! Karla no puede estar muerta.—Hija, debes calmarte por favor. ¿Estás segura que escuchaste bien?—Sí, madre. Joel, trabajó con nosotras mucho tiempo, y él no me diría algo así. La encontraron muerta en un terreno baldío cerca de la playa. —Dios santo, hija. Lo siento mucho. Sé que tú y ella eran muy buenas amigas.—¡No lo puedo creer! ¿Quién pudo matar a Karla? —Recordó sus platicas sobre las constantes citas a ciegas de su amiga. De pronto se agachó y recogió su móvil, debía avisarle a Salvatore, él debía saber lo que le ocurrió con su amiga. Al ser una de las hipótesis el feminicidio, nadie más que ella para saber que buscarían en sus redes sociales algún indicio de quien podía haber asesin